CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 19 enero 2005 (ZENIT.org).- Sin oración y «conversión interior» no puede haber auténtico ecumenismo, aseguró Juan Pablo II este miércoles en la audiencia general concedida durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
Este octavario reúne en momentos de encuentro y súplica en la mayoría de los países del mundo del 18 al 25 de enero a los dos mil millones de cristianos del planeta, divididos en diferentes confesiones.
«Se trata de días de reflexión y de oración sumamente oportunos para recordar a los cristianos que el restablecimiento de la plena unidad entre ellos, según la voluntad de Jesús, compromete a todo bautizado, tanto pastores como fieles», comenzó afirmando el pontífice.
Ante los siete mil peregrinos congregados en la Sala Pablo VI del Vaticano el obispo de Roma recordó que en este año la Semana tiene lugar meses después del cuadragésimo aniversario de la promulgación del decreto del Concilio Vaticano II Unitatis Redintegratio, «texto clave que ha puesto a la Iglesia católica firme e irrevocablemente en el surco del movimiento ecuménico».
El tema presentado para la meditación en este año por la Comisión «Fe y Constitución» del Consejo Mundial de las Iglesias y por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos es «Cristo, fundamento único de la Iglesia», «una verdad básica para todo compromiso ecuménico», según el Papa.
«Dado que la reconciliación de los cristianos supera las fuerzas y las capacidades humanas», dijo citando al Vaticano II, «la oración es expresión de la esperanza que no decepciona, de la confianza en el Señor que hace nuevas todas las cosas».
«Pero la oración debe estar acompañada por la purificación de la mente, de los sentimientos, de la memoria –agregó–. Se convierte de este modo en expresión de esa «conversión interior» sin la que no hay auténtico ecumenismo».
«En definitiva –aseguró–, la unidad es un don de Dios, don que hay que implorar sin cansarse con humildad y verdad».
El pontífice se mostró optimista ante el futuro, pues según constató «el deseo de la unidad está extendiéndose y se profundiza hasta tocar nuevos ambientes y contextos, suscitando fervor de obras, iniciativas, reflexiones».
«Recientemente el Señor también ha permitido que sus discípulos puedan tener contactos de diálogo y colaboración –recordó–. El dolor de la separación se siente cada vez con más intensidad, ante los desafíos de un mundo que espera un testimonio evangélico claro y unánime por parte de todos los creyentes en Cristo».
El Papa recordó que, al igual que en años pasados, en Roma la Semana concluirá con la celebración de las Vísperas, el 25 de enero, en la basílica de San Pablo Extramuros, presididas en esta ocasión por el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, con la presencia de representantes de otras iglesias y confesiones cristianas.
«Yo me uniré espiritualmente y os pido también a vosotros que recéis para que toda la familia de los creyentes pueda alcanzar cuanto antes la plena comunión querida por Cristo», concluyó.