CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 24 enero 2005 (ZENIT.org).- El prefecto de la Congregación vaticana para el Clero ha recordado a los sacerdotes de todo el mundo la importancia de acercar a los niños a la Eucaristía convencido de que «cuanto más pequeños son, más digna será la acogida del corazón a Cristo sacramentado».
Permitir que los niños puedan recibir lo antes posible «a Jesús Eucarístico había sido por muchos siglos uno de los firmes cimientos de la pastoral para los más pequeños en la Iglesia», recuerda el cardenal Darío Castrillón Hoyos en una carta a los presbíteros, fechada el 8 de enero y publicada por el dicasterio el sábado en el marco del Año de la Eucaristía.
La costumbre «fue restablecida por San Pío X en su tiempo», y «ha sido alabada por sus sucesores, y aún más veces por nuestro Santo Padre Juan Pablo II», subraya el purpurado.
En efecto, hace casi un siglo San Pío X estableció que se pudiera admitir a los niños a la Primera Comunión desde la edad de siete años con el Decreto «Quam Singulari» (8 de agosto de 1910).
«Junto con San Pío X –admite el cardenal Castrillón– muchos estamos convencidos de que esta praxis de permitir a los niños la Primera Comunión desde la edad de siete años, trae a la Iglesia grandes gracias del Cielo», sin olvidar «que en la Iglesia primitiva, el sacramento de la Eucaristía se administraba a los recién nacidos, inmediatamente después del Bautismo, bajo las especies de pocas gotas de vino».
De la decisión de San Pío X de reducir la edad para comulgar se benefició el propio Juan Pablo II en mayo de 1929, según él mismo recuerda en su libro «¡Levantaos! ¡Vamos!» («Plaza Janés», Barcelona 2004); pero además aquel Papa «dio la posibilidad de recibir la comunión incluso antes de haber cumplido los siete años si el niño muestra tener suficiente discernimiento», añade el pontífice actual.
En este libro –cuyas citas incluye en su carta el cardenal Castrillón–, Juan Pablo II apunta también que «la Sagrada Comunión anticipada fue una decisión pastoral que merece ser recordada y alabada. Ha producido muchos frutos de santidad y de apostolado entre los niños, favoreciendo que surgieran vocaciones sacerdotales».
«Nosotros sacerdotes, llamados por Dios a custodiar el Santo Sacramento del altar en unión a nuestros obispos, podemos y debemos cuidar ante todo a los niños como a los primeros destinatarios de este don inmenso: la Eucaristía», exhorta el prefecto del dicasterio para el clero.
«Creo que es una de las más grandes alegrías para el párroco aquella de escuchar la Primera Confesión de los niños –reconoce–, y luego, hacerles recibir la Primera Comunión; y viene espontáneamente a la mente la certeza de que cuanto más pequeños son, más digna será la acogida del corazón a Cristo sacramentado».
Y es que, según observa, «cuando la mente del niño llega a la edad en que comienza a razonar —y hoy esta edad llega pronto— está abierta y disponible a la acogida de la luz divina, que les hace penetrar hasta dónde es posible, el misterio del amor de Dios para el hombre».
«Luego la fe se levanta sobre la razón, y esta fe —que a menudo la hemos experimentado precisamente en nuestras parroquias— es tan viva en los niños que ellos son capaces, a veces mejor que nosotros, de expresar con la oración inmediata su cercanía al Señor», alerta a los sacerdotes.
«Confiamos, por lo tanto, que esta santa costumbre, recordada por todos los últimos Papas, de hacer acercar a los niños pequeños a la Santa Eucaristía, después de haber hecho su Primera Confesión, sea cada vez más estimada y dentro de lo posible seguida, particularmente en este Año de la Eucaristía».
El texto íntegro de la carta del cardenal Castrillón se puede leer en la sección de «Documentos» de Zenit.