El sábado 29 de enero, desde las cinco de la mañana, los jóvenes se concentraron a las faldas del Cubilete y, desde ahí, comenzaron la escalada de 15 kilómetros que culminó con una concelebración eucarística presidida por el obispo de León y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, monseñor José Guadalupe Martín Rábago.
Anteriormente, las delegaciones de jóvenes habían sido recibidas por el gobernador del Estado de Guanajuato, Juan Carlos Romero Hicks, y por el dirigente nacional del Movimiento Testimonio y Esperanza, Aldo Ortega.
En uno de los actos más alegres de la concentración, los jóvenes mexicanos pintaron sus manos en una manta enorme que será llevada por la delegación del país que participe en el encuentro con los jóvenes en Colonia (Alemania) en el que participará en agosto Juan Pablo II.
La misa se celebró a los pies de la escultura de Cristo Rey, en la explanada Juan Pablo II, lugar que no ha podido ser visitado por el pontífice. Se trata de un lugar simbólico de la persecución religiosa y del conflicto que ésta generó entre el gobierno y los católicos mexicanos (1926-1929), conocido como «la Cristiada».
Organizada por el movimiento juvenil Testimonio y Esperanza, la peregrinación tiene como objetivo –según sus dirigentes– «animar a la juventud a vivir un estilo de vida cristiana, formando líderes que guíen los ámbitos de la vida social hacia la civilización del amor».
Acompañado por el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Juvenil, monseñor Francisco Moreno, el obispo de León enfatizó el papel que tienen los jóvenes en la formación de una nueva cultura impregnada de los valores del Evangelio. A su vez, en la homilía, el encargado episcopal de los jóvenes pidió a éstos que «no teman hacer el bien en un mundo en donde cada vez hay más personas que hacen daño».
La llamada «Caravana a Cristo Rey» se ha afianzado este año como la concentración juvenil más numerosa del país y una de las peregrinaciones que concentra mayor alegría y esperanza en el catolicismo mexicano.