CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 1 diciembre 2005 (ZENIT.org).- El documento vaticano, publicado el 29 de noviembre sobre homosexualidad y admisión a seminarios y a las órdenes sagradas, no es un «ataque contra los homosexuales», por el contrario, constituye un esfuerzo por «comprender su situación» y sufrimientos, explica quien ha sido hasta este jueves teólogo de la Casa Pontificia, más conocido como «teólogo del Papa».
Tras publicarse la instrucción «sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales, antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas», redactada por la Congregación para la Educación Católica con la aprobación de Benedicto XVI, el cardenal Georges-Marie Cottier, O.P., ha respondido a las preguntas de Zenit.
La Santa Sede anunció este jueves que el cardenal Cottier, de 83 años de edad, ha sido sustituido como teólogo de la Casa Pontificia por el padre Wojciech Giertych, quien como es tradición, también es del Orden de los Frailes Predicadores.
–¿Qué hay de nuevo en este documento?
–Cardenal Cottier: La novedad está ante todo en el hecho de que ofrece una síntesis sobre lo que ya se había dicho y que presenta en su conjunto. Es un texto que me parece sumamente ponderado.
–Quizá la novedad está en la referencia a la «cultura gay» y la delicadeza en el tono y en la elección de los términos: deplora, por ejemplo, las «discriminaciones».
–Cardenal Cottier: Yo subrayaría ante todo la delicadeza. No se trata ni mucho menos, como se ha dicho, de un ataque contra los homosexuales. Al contrario, se da un esfuerzo –y una invitación a hacer este esfuerzo– por comprender su situación y los problemas que con frecuencia sufren estas personas. El documento muestra que para los homosexuales hay un camino y una salvación en la medida en la que llevan su homosexualidad en unión con el Cristo sufriente. El documento, les manifiesta mucha delicadeza.
Por otra parte, no mezcla las cosas. Hace la distinción entre personas que tienen una actividad homosexual de las que tienen «tendencias homosexuales profundamente arraigadas» y de las que las experimentan de un modo «transitorio», tendencias más ligeras, ligadas a episodios de su vida, de las que yo diría que pueden liberarse. Por tanto, hay matices.
Por lo que se refiere a la «cultura gay», es verdad que se trata de un fenómeno nuevo, muy reciente. La proclamación de la «cultura gay» como una reivindicación social es algo de estos últimos años. Por este motivo, se habla de ella.
–El documento subraya la necesidad la «madurez afectiva» de los candidatos al sacerdocio de cara a la «paternidad espiritual» y de una «relación correcta con hombres y mujeres» que el sacerdote encontrará en su ministerio pastoral.
–Cardenal Cottier: Es un punto muy importante. A propósito de la formación, se dice que hay que tener en cuenta el aspecto humano, el aspecto espiritual, el aspecto intelectual y el aspecto pastoral. Se trata, por tanto, de un conjunto de cualidades. Y se insiste mucho en el aspecto humano, emitiendo un juicio basado en estudios: el hecho de que la homosexualidad impide en cierto sentido la «madurez afectiva», término que aparece en varias ocasiones. La madurez afectiva es necesaria también para aquéllos que quieren vivir plenamente el celibato consagrado, la castidad perfecta. La inmadurez afectiva puede provocar también que la relación con el otro sexo quede afectada. En general, la homosexualidad está acompañada por esta inmadurez afectiva. Es una afirmación que va a ser criticada, pero que se basa en la experiencia. En cuanto representante de Cristo, esposo de la Iglesia, el sacerdote está llamado a ejercer entre hombres y mujeres una paternidad espiritual: por este motivo es necesaria esta madurez afectiva, hecha de espíritu de sacrificio y de olvido de sí mismo por amor al otro.
–También se subraya el papel del director espiritual y la responsabilidad personal del candidato al sacerdocio…
–Cardenal Cottier: El documento nos recuerda que no es suficiente con sentirse llamado al sacerdocio para tener el derecho. Siempre es el obispo quien llama al sacerdocio. Pero el obispo tiene colaboradores que son los directores de seminarios, y por lo que se refiere al fuero interno, en el que la persona está obligada a mantener secreto, el director espiritual. Lo que se le pide al director espiritual es que ayude al candidato que tiene tendencias homosexuales profundas a que él mismo comprenda, a que él mismo decida que no está hecho para el sacerdocio. Debe ser un camino realizado por la misma persona. Es muy importante. No quiere decir que se le «echa», o que se «rechaza» a estas personas. Simplemente, lo que se hace es que la persona tome conciencia de que ése no es el camino que el Señor quiere para él. Si todo esto se hace con una gran delicadeza, y una gran caridad, se dará un gran respeto de las personas.
Y después se evitarán desastres como los que hemos tenido. Quisiera añadir algo de lo que se habla mucho –demasiado, quizá, no lo sé–: pedofilia y homosexualidad. Hay una palabra que no se utiliza nunca y que, sin embargo, es importante cuando vemos el trabajo que hacen los sacerdotes, es la palabra «efebofilia». No es la pedofilia, que es la atracción por los niños pequeños, sino que hace referencia a la atracción por los adolescentes. Se trata de una edad muy ambigua y decisiva para la existencia de cada quien. Y creo que es una forma muy extendida de homosexualidad. Creo que es necesario de presentar esta aclaración, pues las familias confían los adolescentes a sacerdotes –scouts, campamentos de verano, peregrinaciones, grupos…–. En esos casos, estos muchachos tienen que ser totalmente respetados.
–¿Cómo se puede comprender la expresión de la instrucción que busca «garantizar siempre a la Iglesia sacerdotes idóneos», pastores según el Corazón de Cristo?
–Cardenal Cottier: Sólo hay un pastor en la Iglesia. El papa, los obispos, los sacerdotes, son pastores, pues participan en esta prerrogativa de Cristo. Tienen que vivir una gran unión con Cristo. Y, si no hay vida interior, vida de oración, de unión con el Señor, amor a la Eucaristía, meditación constante de la Palabra de Dios, oración, se deja de cumplir con esta misión, la de ser representante, imagen en medio de nosotros de único Pastor, que es Jesucristo.
–¿Cuál es la autoridad de este documento redactado por una congregación vaticana?
–Cardenal Cottier: Las congregaciones vaticanas tienen autoridad en la medida en son colaboradores autorizados del Papa. Me permito recordarle que al final el Papa ha pedido, con su firma, que se publique en el documento esta frase: «El Sumo Pontífice Benedicto XVI, con fecha del 31 de agosto de 2005, ha aprobado la presente Instrucción y ha mandado su publicación». La autoridad del Papa queda comprometida por el hecho de que es un texto de una congregación, y la congregación competente para la Educación católica, que ha contado con la colaboración de la Congregación para el Culto Divino –dos congregaciones importantes–. Hay textos de congregaciones que son documentos de trabajo, no tienen necesidad de la aprobación explícita del Papa. Aquí se da su aprobación y la orden de que sea publicado. La autoridad del Papa está presente.