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Queridos hermanos en Cristo:
Os doy la bienvenida en nombre del Señor, alegrándome por vuestro encuentro fraterno. En este período litúrgico de alegre espera de la Navidad del Salvador, vuestra presencia aumenta nuestra alegría. Vosotros aviváis en mí el recuerdo de las Iglesias que representáis y de todo el mundo ortodoxo.
Me alegró, al mismo tiempo, por el encuentro del Comité mixto de coordinación de la «Comisión internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto», signo del deseo de reanudar y continuar el diálogo, que ha experimentado a lo largo de los años pasados serias dificultades, internas y externas. Esta reanudación del diálogo tiene lugar después de un acuerdo interortodoxo, del que la Iglesia católica ha sido informada por Su Santidad Bartolomé I. Tiene por tanto una importancia particular y constituye una grande responsabilidad; se trata, de hecho, de cumplir con la voluntad del Señor, que quiere que sus discípulos formen una comunidad armoniosa y que testimonien juntos el amor fraterno que procede del Señor. En esta nueva fase del diálogo, hay que afrontar juntos dos aspectos: por una parte, eliminar las divergencias que permanecen; y, por otra, tener como deseo primordial hacer todo lo posible para restablecer la plena comunión, bien esencial para la comunidad de los discípulos de Cristo, como la ha subrayado el documento de preparación de vuestro trabajo.
La comunión plena está orientada a una comunión en la verdad y en la caridad. No podemos contentarnos con quedarnos en estadios intermedios, sino que tenemos que buscar sin cesar, con valentía, lucidez y humildad, la voluntad de Jesucristo, aunque esto no corresponda a nuestros simples proyectos humanos. La realización de la unidad plena de la Iglesia y la reconciliación entre los cristianos exigen la sumisión de nuestras voluntades a la voluntad del Señor. Una tarea así tiene que comprometer a los pastores, a los teólogos y a todas nuestras comunidades, cada quien según el papel que le es propio.
Para avanzar en el camino de la unidad, no son suficientes nuestras débiles fuerzas. Tenemos que pedir la ayuda del Señor, a través de una oración cada vez más insistente, pues la unidad es ante todo un don de Dios (Cf. decreto «Unitatis redintegratio», n. 24), invitando al mismo tiempo a todos los cristianos a la oración común «como medio eficaz de pedir la gracia de la unidad». Al mismo tiempo, el decreto «Unitatis redintegratio» recomendaba el conocimiento recíproco (Cf. n. 9) y el diálogo, por el que hay que «avanzar con amor a la verdad, la caridad y la humildad» para que se mantenga la pureza de la doctrina (ibídem, n. 11). Los pastores que han tenido el mérito de haber emprendido este diálogo, Su Santidad el Papa Juan Pablo II y Su Santidad Dimitrios I, patriarca de Constantinopla, en la celebración común con la que lo lanzaron, abrieron un camino que tenemos que continuar para llegar a su fin. Al hacernos avanzar hacia la plena comunión entre católicos y ortodoxos, el diálogo contribuirá también «a los múltiples diálogos que se desarrollan en el mundo cristiano en búsqueda de su unidad» («Declaración común», 30 de noviembre de 1979).
Al daros las gracias por vuestro compromiso en el estudio de los caminos concretos para el progreso del diálogo entre católicos y ortodoxos, os aseguro mi oración ferviente. Os deseo también una feliz y santa Navidad. Que el año nuevo nos llene de bendiciones divinas y que sea un tiempo de gracia para el camino hacia la plena unidad.
[Traducción del original francés realizada por Zenit]