CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 25 diciembre 2005 (ZENIT.org).- La Navidad es la grandeza de Dios que se hace pequeño para que podamos amarle, explicó Benedicto XVI en la homilía de la misa del Gallo que celebró en la Nochebuena.
En una basílica de San Pedro llena de fieles, el pontífice ofreció una contemplación del misterio de Belén e imploró por la paz en la tierra en que nació Jesús.
«Dios es tan grande que puede hacerse pequeño. Dios es tan potente que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso, a fin de que podamos amarlo», explicó el pontífice en el templo estupendamente iluminado.
Ante los nueve mil fieles, algunos de los cuales habían esperado durante horas antes de entrar en la basílica, el Papa les explicó que Dios «es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que podamos encontrarlo y, de este modo, su bondad nos toque, nos sea comunicada y continúe actuando a través de nosotros».
«Esto es la Navidad», recalcó en una noche serena en la Ciudad Eterna. «Dios se ha hecho uno de nosotros, para que podamos estar con Él, llegar a ser semejantes a Él». Sus palabras eran transmtidas por 122 canales de televisión de 74 países.
«Ha elegido como signo suyo al Niño en el pesebre: Él es así. De este modo aprendemos a conocerlo. Y sobre todo niño resplandece algún destello de aquel hoy, de la cercanía de Dios que debemos amar y a la cual hemos de someternos; sobre todo niño, también sobre el que aún no ha nacido», indicó..
«El aquel Niño acostado en el pesebre, Dios muestra su gloria: la gloria del amor, que se da como don a sí mismo y que se priva de toda grandeza para conducirnos por el camino del amor».
Este año brillaba en el Vaticano una pequeña llama traída de Belén por la delegación austriaca que regaló al Papa el árbol de Navidad para indicar, como aclaró el mismo pontífice, que «el verdadero misterio de la Navidad es el resplandor interior que viene de este Niño».
«Queremos rezar de modo especial también por el lugar del nacimiento de nuestro Redentor y por los hombres que allí viven y sufren –exhortó–. Queremos rezar por la paz en Tierra Santa: Mira, Señor, este rincón de la tierra, al que tanto amas por ser tu patria. Haz que ella resplandezca la luz. Haz que la paz llegue a ella».
«Esto es lo que a Dios le interesa. Él ama a todos porque todos son criaturas suyas», dijo el obispo de Roma. «Dios busca a personas que sean portadoras de su paz y la comuniquen».
«Cumple tu promesa, Señor –concluyó–. Haz que donde hay discordia nazca la paz; que surja el amor donde reina el odio; que se haga luz donde dominan las tinieblas. Haz que seamos portadores de tu paz».
En la eucaristía, doce niños ofrecieron un homenaje floral al Niño Jesús: dos de ellos eran mexicanos –Emilia Lazazzara y Lorenzo Bellina–, mientras que los demás eran dos italianos, dos filipinos, dos congoleños, dos alemanes, un indio y un coreano.
Al concluir la misa, los participantes pudieron contemplar el monumental belén levantado delante del obelisco en la plaza de San Pedro del Vaticano.
Los fieles que no lograron entrar en la basílica de San Pedro siguieron la misa del Gallo desde las pantallas en la plaza de San Pedro. Las entradas para asistir a la primera misa de Nochebuena de Benedicto XVI se habían agotado hace varios días.