WASHINGTON, sábado, 4 marzo 2006 (ZENIT.org).- La pobre situación económica de América Latina ha sido el tema de un informe publicado el 14 de febrero por el Banco Mundial. El estudio, «Reducción de la Pobreza y Crecimiento: Círculos Virtuosos y Círculos Viciosos», destaca por admitir la necesidad de una mayor implicación del gobierno en la economía, si se compara con la acostumbnrada insistencia de esta institución en la privatización y en el sector privado.
«Los países de América Latina deben luchar contra la pobreza de manera más enérgica si desean alcanzar mayor crecimiento y competir con China y otras economías dinámicas de Asia», comentaba el comunicado de prensa que acompaña el informe.
Entre 1981 y el año 2000 China experimentó un crecimiento anual per cápita de aproximadamente el 8,5%. En comparación, el producto interior bruto per cápita de América Latina disminuyó un 0,7% durante los años ochenta y aumentó sólo cerca de un 1,5% al año en los años noventa. No hubo cambios significativos en los niveles de pobreza, salvo en Chile.
El Banco mundial sostiene que la pobreza no es sólo consecuencia de la falta de crecimiento. Los altos niveles de pobreza obstaculizan a su vez el logro de índices de crecimiento vigorosos y sostenidos en el continente.
Según el estudio, si el nivel de pobreza disminuye un 10%, y todos los demás factores permanecen inalterados, el crecimiento económico puede aumentar un 1%. A su vez, un aumento del 10% en los niveles de pobreza hace descender la tasa de crecimiento en un 1% y reduce las inversiones en un 8% del PIB, es especial en países con sistemas financieros subdesarrollados.
La pobreza obstaculiza el crecimiento porque los pobres carecen de acceso a créditos y seguros, y, en consecuencia, no están en posición de emprender actividades que desencadenen la inversión y el crecimiento. Y una combinación de familias pobres y escuelas de menor calidad llevan a una menor educación de los hijos.
A nivel regional, la carencia de infraestructuras que promuevan el crecimiento desaniman las inversiones. A nivel nacional, los países pobres, incapaces de reducir las disparidades de ingresos, se enfrentan a tensiones sociales, que a su vez hacen difícil que prospere un clima comercial favorable; lo que produce un círculo vicioso en el que el bajo nivel de crecimiento deriva en un alto nivel de pobreza y este último deriva a su vez en un bajo nivel de crecimiento.
Un problema asociado es gran disparidad de ingresos. Se han dado pocas mejoras en esta área en los últimos años. También, hay poco movilidad entre generaciones, con los hijos de las familias pobres que quedan generalmente atrapados en la pobreza.
Cambiar de estrategia
«Para pasar de un círculo vicioso a uno virtuoso, debemos atacar la pobreza decididamente y en varios frentes, proceso que redunda en mayor crecimiento y, a su vez, reduce la pobreza», afirmaba Guillermo Perry, economista principal del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, al presentar el informe.
Entre sus recomendaciones políticas, el estudio indica:
-- mejorar la calidad de la educación, y ampliar su cobertura a nivel de secundaria y terciaria;
-- invertir más en infraestructuras para beneficiar las regiones más rezagadas y aumentar el acceso de los pobres a los servicios públicos;
-- extender el acceso a los servicios financieros y de crédito, y poner en práctica políticas sociales eficaces, como programas de transferencias condicionadas de dinero a que proporcionen a las familias pobres dinero mientras mantengan a sus hijos en la escuela y los lleven al médico;
-- aumentar el acceso a los servicios públicos como el agua potable y la electricidad.
El Banco Mundial observaba que las estrategias que ayuden a reducir la pobreza necesitan complementarse con políticas que favorezcan el crecimiento, como la liberalización del comercio. Aunque las políticas de liberación económica son esenciales para un crecimiento a largo plazo y una reducción de la pobreza, pueden también tener efectos negativos a corto plazo sobre la pobreza y la desigualdad, afirma el informe. «Inversiones inteligentes en los pobres pueden conducir a círculos virtuosos».
El estudio también recomienda que los países mejoren la equidad en los programas de gasto público. Específicamente, los países deben dirigir sus gastos a los que realmente lo necesitan, en vez de gastar recursos para subvencionar programas para aquellos a los que les va bien. Además, los países necesitan mejorar la eficacia de sus políticas sociales y, en la mayoría de los casos, aumentar la entrada de ingresos a través de sistemas de impuestos que minimicen sus efectos adversos sobre la inversión.
Un arma poderosa
Tal consejo representa una ruptura con el pensamiento previo del Banco Mundial y de otras instituciones financieras. De hecho, el informe explicaba que hasta ahora los debates sobre estrategia económica se han centrado con frecuencia en si deberían hacer énfasis en las políticas a favor del crecimiento o en las política a favor de los pobres.
La evidencia muestra ahora que esta dicotomía ya no es tan relevante. Claramente, son necesarias políticas que promueva el crecimiento económico. «Las estrategias que no se concentran en el crecimiento», explicaba el informe, «tal vez renuncian al arma más poderosa para mejorar el bienestar humano que está a nuestro alcance»
Al mismo tiempo, si quienes dirigen las políticas pasan por alto las limitaciones al crecimiento debidas a las limitaciones impuestas por la pobreza, sus estrategias a favor del crecimiento se verán afectadas. «La corrección de estas limitaciones origina una dimensión poco examinada del análisis de política que podría llamarse reducción de la pobreza a favor del crecimiento», observaba el informe.
Por otro lado, el Banco Mundial recomendaba que, cuando las políticas a favor del crecimiento puedan tener efectos adversos en la distribución del crecimiento y en la pobreza, deben acompañarse de políticas como la mejora del acceso a la educación, mejoras en las infraestructuras, apoyo a los pequeños agricultores y ayuda económica para los hogares pobres.
«Convertir al Estado en un agente que promueva la igualdad de oportunidades y efectúe una redistribución eficiente es, quizás, el desafío más crítico que enfrenta América Latina para ejecutar mejores políticas que al mismo tiempo estimulen el crecimiento y reduzcan la desigualdad y la pobreza», afirmaba el informe.
Crecimiento en solidaridad
Desde hace tiempo, la Iglesia católica ha defendido dicha postura. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia expresa su preocupación por la evidencia del aumento de la desigualdad entre países avanzados y países en desarrollo. Explica que necesitamos una «globalización en la solidaridad» (número 363) para asegurar que el progreso económico llega a todos los sectores de la sociedad.
El Compendio también apunta que el estado tiene un papel vital que jugar a la hora de asegurar una mayor solidaridad, respetando, no obstante, el principio de subsidiariedad, de manera que las autoridades no amplíen indebidamente sus poderes. «Es necesario que el mercado y el estado actúen de modo concertado, uno con el otro, y que se complementen mutuamente», observa el número 353.
La pobreza plantea un dramático problema de justicia, observa el Compendio, y nos exige una mayor conciencia de los deberes impuestos por la solidaridad, la justicia y la caridad. El número 449 del Compendio cita las palabras del Papa Juan Pablo II en su mensaje para el Día Mundial de la Paz del año 2000: «En el inicio de un nuevo siglo, la pobreza de miles de millones de hombres y mujeres es la cuestión que, más que cualquier otra, interpela nuestra conciencia humana y cristiana».
Un desafío que no será fácil de afrontar, como precisa el informe del Banco Mundial.
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Mar 04, 2006 00:00