Arzobispo Rylko: Los movimientos «traen a la Iglesia un impulso misionero muy fuerte»

Primer encuentro de nuevas comunidades eclesiales de América Latina

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BOGOTÁ, jueves, 9 marzo 2006 (ZENIT.org).- Este jueves ha comenzado en Bogotá el primer encuentro de movimientos eclesiales y nuevas comunidades en América Latina, convocado por el Consejo Pontificio para los Laicos y por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

La reunión, que concluirá el 12 de marzo, busca preparar la quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe que inaugurará Benedicto XVI en Aparecida, Brasil, en mayo de 2007.

Por este motivo, el encuentro, que reúne a 170 personas representantes de de 45 movimientos y nuevas comunidades, lleva el argumento central de la futura asamblea «Discípulos y misioneros de Jesucristo hoy». Estarán presentes unos 40 obispos.

En el acto inaugural estaba prevista la intervención el arzobispo Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, y del cardenal Francisco Javier Errázuriz, Presidente del CELAM.

En una entrevista concedida a «Radio Vaticano» para ilustrar el sentido del encuentro, monseñor Rylko explicó que «con este congreso queremos reflexionar juntos sobre lo que quiere decir ser discípulos de Cristo en América Latina hoy».

«Hoy hay muchos maestros falsos que engañan con promesas baratas de felicidad. Los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades son una respuesta tempestiva del Espíritu Santo para este gran desafío de nuestros días, pues son itinerarios pedagógicos de formación de los cristianos adultos en la fe, e itinerarios de descubrimiento de Cristo como único Maestro y Señor», indicó.

«Los movimientos y las nuevas comunidades, como nos enseñó Juan Pablo II, y como nos enseña hoy Benedicto XVI, traen a la Iglesia un empuje misionero muy fuerte. Tienen una increíble fantasía misionera y la valentía misionera».

«Ofrecen también ambientes educativos de gran fuerza de persuasión en los que se forman auténticos discípulos de Cristo –constató–. Formación y anuncio son dos grandes desafíos que tiene que afrontar la Iglesia en nuestros días».

Al afrontar el «argumento delicado» de la armonía entre el carisma de los movimientos y la Iglesia institucional, monseñor Rylko explica que «Juan Pablo II nos enseñó que institución y carisma no están en contraposición, sino que son co-esenciales en la vida de la Iglesia».

«El Papa Benedicto XVI confirmó que la relación entre el carisma y la institución no es de dialéctica de principios, pues el carisma tiene necesidad de la institución para ser confirmado, para que pueda durar en el tiempo. Por otra parte, la institución tiene necesidad del carisma para no perder el alma».

«Por tanto, no hay contraposición, sino que son complementarios», subrayó.

«¿Cómo armonizar estas dos dimensiones de la Iglesia?», monseñor Rylko respondió: «Juan Pablo II indicó un camino maestro: que los movimientos sepan integrarse, con humildad, en el tejido de las Iglesias locales, con el espíritu de servicio y de colaboración, y que los pastores sepan acogerles con cordialidad y acompañarles con amor paterno».

El arzobispo polaco explica que los movimientos son también una respuesta providencial al fenómeno del crecimiento de las sectas, «uno de los grandes desafíos de la Iglesia en América Latina».

«La fuerza de las sectas está en pequeñas comunidades y en el calor humano tan fuerte que saben suscitar. Por tanto, los movimientos y las nuevas comunidades son precisamente una respuesta providencial a este desafío».

«El cardenal Ratzinger, futuro Papa, dijo en una ocasión que los movimientos, gracias a esa red de pequeñas comunidades que crean, permiten a los fieles sentirse en la Iglesia como en su casa, eso sí sin formar un ghetto cerrado, sino cultivando una apertura universal hasta los confines de la tierra», concluye.

Benedicto XVI, a través del Consejo Pontificio para los Laicos, ha convocado el segundo encuentro de los movimientos eclesiales y nuevas comunidades con el Papa, que tendrá lugar en Pentecostés. El primero fue convocado por Juan Pablo II en Pentecostés de 1998.

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ZENIT Staff

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