MURCIA, jueves, 9 marzo 2006 (ZENIT.org–Veritas).- El arzobispo Paul Josef Cordes, presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum», afirmó este jueves durante la presentación de la encíclica «Deus caritas est» en la Universidad Católica San Antonio de Murcia, que la caridad cristiana es mucho más que «mera filantropía», pues «es Dios mismo dentro de nosotros el que nos empuja a aliviar la miseria».
Según el prelado alemán, la primera encíclica de Benedicto XVI «contradice la tendencia de desvincular la caridad del espíritu y de la estructura de la Iglesia» reduciéndose «a una filantropía como imagen ideal».
«La actual disposición positiva y general de los seres humanos para ayudar al necesitado ha inducido a los miembros de la Iglesia a la secularización de este aspecto central de la misión eclesial», denunció monseñor Cordes, quien preside el dicasterio vaticano encargado de alentar y coordinar a las instituciones de caridad de la Iglesia católica.
«Las grandes organizaciones eclesiales de ayuda se han separado de la Iglesia y de su vínculo con los obispos; se han identificado por completo con las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y han presentado un programa que no se distingue de uno de la Cruz Roja o de las Naciones Unidas», denunció.
«Sin embargo, así estarían contradiciendo la historia bimilenaria de nuestra Iglesia y deteriorando seriamente la credibilidad de su predicación», afirmó.
«Finalmente es a Dios a quien llevamos al mundo doloroso. Cuanto más convencidos y más claramente le llevamos como una ofrenda, más fuertemente cambiará nuestro amor al mundo y despertará la esperanza; una esperanza mas allá de la muerte», aseguró.
Recuperación del «amor»
Una de las claves que explicarían, en opinión de monseñor Cordes, la «extraordinaria acogida» que ha tenido la primera encíclica de Benedicto XVI, se debe a la propia personalidad del autor.
«El cardenal Ratzinger había tomado posición con frecuencia en las controversias sobre cuestiones relativas a la fe. Y esto no le había proporcionado en muchos casos especiales simpatías. En el extranjero ha entrado en juego a veces un específico prejuicio: se llamaba a este hombre en alemán “Panzer-Kardinal”, “el cardenal de hierro”».
«Y ahora la primera palabra que ha dirigido a la Iglesia y a los hombres ha tratado del “amor”. Sin duda alguna, el factor sorpresa también ha actuado de forma positiva en favor del interés que la Encíclica ha suscitado», explicó.
«Probablemente personas de fuera de la Iglesia y al margen de ella no se habrían esperado esta alta valoración del «eros» por parte del Papa. Y es que los alejados de la Iglesia gustan de encasillar a los cristianos creyentes en el rincón de los insensibles, de los aguafiestas y de los enemigos del placer», añadió.
Sin embargo, esta afirmación del valor del «eros» ha sido siempre fuerte en el cristianismo, como enraizado en la persona humana: «Hoy, la palabra “amor” está tan gastada, tan manida, ha sido objeto de tanto abuso que casi se tiene miedo a dejar que aflore a los propios labios. Y, sin embargo, es una palabra primordial, expresión de la realidad primordial; no debemos simplemente abandonarla, sino que debemos recuperarla, purificarla y devolverle su esplendor originario para que pueda iluminar nuestra vida y llevarla por el camino recto”, explicó monseñor Cordes, recordando la presentación de la encíclica por parte del propio Papa al Consejo Pontificio «Cor Unum», el pasado 23 de enero.
«En una época en que la hostilidad y la avidez se han convertido en superpotencias, en una época en la que asistimos al abuso de la religión hasta llegar a la apoteosis del odio, la sola racionalidad neutra no está en condiciones de protegernos. Necesitamos al Dios vivo que nos amó hasta la muerte», añadió.
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