CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 12 marzo 2006 (ZENIT.org).- En los momentos de oscuridad de la vida, Benedicto XVI aseguró este domingo que es posible escuchar la Palabra de Dios, camino hacia la alegría.
«La existencia humana es un camino de fe y, como tal, avanza más en la penumbra que en plena luz, con momentos de oscuridad e incluso de densa tiniebla», explicó el Santo Padre a mediodía, al rezar la oración mariana del Ángelus.
«Mientras estamos aquí –añadió dirigiéndose a los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano–, nuestra relación con Dios se desarrolla más con la escucha que con la visión»
«E incluso la contemplación tiene lugar, por así decir, a ojos cerrados, gracias a la luz interior encendida en nosotros por la Palabra de Dios», afirmó el Santo Padre.
El pontífice pronunció su recomendación veinticuatro horas después de que concluyera la semana de ejercicios espirituales, «días dedicados totalmente a la escucha del Señor, que siempre nos habla, pero que espera de nosotros más atención, especialmente en el tiempo de Cuaresma».
Dedicó su breve intervención dominical a comentar el pasaje del Evangelio que presentaba en ese día la liturgia, la narración de la transfiguración de Cristo en el monte Tabor.
En esa cumbre, los apóstoles Pedro, Santiago y Juan vieron a Jesús transfigurado, conversando con Moisés y Elías, y escucharon la voz que decía: «Este es mi Hijo amado, escuchadle»
«Cuando se tiene la gracia de experimentar una fuerte experiencia de Dios, es como si se viviera algo análogo a lo que vivieron los discípulos durante la Transfiguración: durante un momento se experimenta con antelación algo que constituirá la felicidad del Paraíso», aclaró.
Se trata, añadió, «en general, de breves experiencias que en ocasiones Dios concede, especialmente en previsión de duras pruebas. Sin embargo, nadie vive «en el Tabor» mientras está en esta tierra».
El sucesor de Pedro recordó que «la misma Virgen María, a pesar de ser la criatura humana más cercana a Dios, caminó día tras día como en una peregrinación de la fe, custodiando y meditando constantemente en su corazón la Palabra que Dios le dirigía, ya sea a través de las Sagradas Escrituras ya sea a través de acontecimientos de la vida de su Hijo, en los que reconocía y acogía la misteriosa voz del Señor».
Por este motivo, presentó el «compromiso» de todo cristiano para este tiempo cuaresmal: «escuchar a Cristo», «en la Palabra, custodiada en la Sagrada Escritura».
«Escucharle en los acontecimientos mismos de nuestra vida, tratando de leer en ellos los mensajes de la Providencia», insistió.
«Escucharle, por último, en los hermanos, especialmente en los pequeños y en los pobres, por quienes el mismo Jesús pide nuestro amor concreto».
«Escuchar a Cristo y obedecer su voz: este es el único camino que lleva a la plenitud de la alegría y del amor», concluyó.