CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 19 marzo 2006 (ZENIT.org).- El trabajo es un medio querido por Dios para el hombre, no un fin en sí mismo, recordó este domingo el Papa al presidir la Eucaristía por el mundo de los trabajadores.
En la Basílica vaticana, la homilía de la Santa Misa, específicamente deseada por Benedicto XVI, tuvo de fondo el recuerdo del día de San José –19 de marzo–, patrono de los trabajadores, si bien su solemnidad se celebrará el lunes, pues se pospone al haber coincidido con este tercer domingo de Cuaresma.
Concelebraron con el Papa, entre otros, el cardenal Camillo Ruini –vicario del Santo Padre para la diócesis de Roma y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI)–, el obispo Giuseppe Betori –secretario general del citado organismo— y el obispo Arrigo Miglio, presidente de la Comisión Episcopal italiana para los problemas sociales y el trabajo, la justicia y la paz. Junto a los anteriores, un centenar de sacerdotes.
Entre los miles de fieles que participaron en la Eucaristía, se hicieron presentes cerca de una veintena de asociaciones que representan el mundo laboral; a ellas dirigió el Papa palabras de acogida.
Ante todos constató que «la realidad del trabajo», un «aspecto importante de la existencia humana», está situada hoy «en el centro de cambios rápidos y complejos».
Pero quiso recordar que ya la Biblia muestra que «el trabajo pertenece a la condición originaria del hombre», que forma parte del «plan divino»; igualmente el Hijo de Dios «se dedicó durante muchos años» a él.
«La Iglesia siempre ha mostrado, especialmente en el último siglo, atención y solicitud por este ámbito de la sociedad, como testimonian las numerosas intervenciones sociales del Magisterio y la acción de múltiples asociaciones de inspiración cristiana», añadió.
Y es que «el trabajo reviste importancia primaria para la realización del hombre y para el desarrollo de la sociedad», subrayó.
Por eso, según aclaró el Papa, es necesario que el trabajo «se organice y desarrolle siempre en el pleno respeto de la dignidad humana y al servicio del bien común».
«Al mismo tiempo, es indispensable que el hombre no se deje someter por el trabajo –alertó–, que no lo idolatre, pretendiendo hallar en él el sentido último y definitivo de la vida».
En este punto afirmó «que la enseñanza bíblica sobre el trabajo halla su coronación en el mandamiento del descanso».
De ahí que haya un día «santificado –aclaró Benedicto XVI–, esto es, consagrado a Dios, en el que el hombre comprende mejor el sentido de su existencia y también de la actividad laboral».
Ésta «debe servir al verdadero bien de la humanidad, permitiendo al hombre, como individuo y como miembro de la sociedad, cultivar y realizar íntegramente su plena vocación», puntualizó.
Para que ello sea posible, Benedicto XVI hizo hincapié en la necesidad de «vivir una espiritualidad que ayude a los creyentes a santificarse a través del propio trabajo».
Y esto «imitando a San José, que cada día tuvo que proveer a las necesidades de la Sagrada Familia con sus manos y a quien por ello la Iglesia señala como patrono de los trabajadores», exhortó.
«Su testimonio muestra que el hombre es sujeto y protagonista del trabajo», reconoció Benedicto XVI.
Y le propuso como modelo para que «los cristianos aprendan a testimoniar en todo ámbito laboral el amor de Cristo, fuente de solidaridad verdadera y de paz estable».
Igualmente quiso orar específicamente al término de su homilía por los jóvenes –«que a duras penas consiguen introducirse en el mundo del trabajo»–, los desempleados y «los que sufren las molestias debidas a la difundida crisis ocupacional», e invocó la protección de María y José sobre todos los trabajadores y las familias.
El Papa dirigió en su homilía un saludo especial a monseñor Arrio Miglio, quien previamente le había agradecido su Magisterio –en el tema del trabajo– en defensa de los fundamentos para toda sociedad y cultura que quieran llamarse verdaderamente humanas.
El prelado, en su intervención antes de la homilía del Santo Padre, también recordó a Juan Pablo II, quien «no sólo nos dejó una rica enseñanza sobre el trabajo y sobre el papel central de la persona humana en el mundo del trabajo», especialmente con sus tres Encíclicas Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus.
El Papa Karol Wojtyla también «se hizo él mismo catequista incansable de la doctrina social de la Iglesia –añadió el prelado– en las numerosas peregrinaciones del 19 de marzo», reuniéndose con los trabajadores de la industria, del campo y de distintos sectores, compartiendo sus problemas en la oración y en la cercanía fraterna y solidaria, cita «Radio Vaticana».
Monseñor Miglio agradeció a Benedicto XVI «haber querido continuar este día la bella tradición seguida por su predecesor», reuniéndose con representaciones del mundo laboral.