VALENCIA, domingo, 26 marzo 2006 (ZENIT.org).- Cerca de dos mil reliquias de mártires de la persecución religiosa de 1936 (en el contexto de la guerra civil española) ha distribuido la archidiócesis de Valencia a parroquias y comunidades religiosas de más de treinta países que las han solicitado.
El 11 de marzo se cumplieron cinco años de la mayor beatificación colectiva de la historia de la Iglesia, celebración en la que Juan Pablo II elevó a los altares a 233 mártires de 1936.
«Eran hombres y mujeres de todas las edades y condiciones –recordaba entonces el Papa–: sacerdotes diocesanos, religiosos, religiosas, padres y madres de familia, jóvenes laicos».
«Fueron asesinados por ser cristianos, por su fe en Cristo, por ser miembros activos de la Iglesia –puntualizó–. Todos ellos, según consta en los procesos canónicos para su declaración como mártires, antes de morir perdonaron de corazón a sus verdugos».
En la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, entre decenas de miles de peregrinos, vivieron la ceremonia con lágrimas en sus ojos muchos hijos, sobrinos, hermanos y otros familiares de los mártires.
Memoria histórica
Aquella celebración motivó que el Vaticano difundiera documentación para explicar su alcance: en el grupo se evidenciaba la representatividad eclesial, «expresión de los numerosos carismas y familias de vida consagrada».
Igualmente mostraba «la representatividad de la Iglesia en España, porque este grupo» estaba «formado» por 37 diócesis de origen. Los mártires se encontraban en Valencia desarrollando sus respectivos ministerios y actividades apostólicas; algunos de ellos fueron unidos en el proceso por competencia, siguiendo la normativa canónica vigente.
Para trazar el contexto histórico de estos martirios, el informe se remontó a la proclamación de la II República española (14 de abril de 1931), «impregnada de fuerte anticlericalismo». Apenas un mes más tarde se produjeron incendios de templos en Madrid, Valencia, Málaga y otras ciudades del país.
La documentación vaticana recuerda que en la revolución comunista de Asturias (octubre de 1934) derramaron su sangre muchos sacerdotes y religiosos, entre ellos los diez Mártires de Turón (9 Hermanos de las Escuelas Cristianas y un Pasionista, canonizados el 21 de noviembre de 1999).
«Durante el primer semestre de 1936, después del triunfo del Frente Popular, formado por socialistas, comunistas y otros grupos radicales, se produjeron atentados más graves, con nuevos incendios de templos, derribos de cruces, expulsiones de párrocos, prohibición de entierros y procesiones, y amenazas de mayores violencias», describe.
«Éstas se desataron, con verdadero furor, después del 18 de julio de 1936. España volvió a ser tierra de mártires desde esa fecha hasta el 1 de abril de 1939, pues en la zona republicana se desencadenó la mayor persecución religiosa conocida en la historia desde los tiempos del Imperio Romano, superior incluso a la Revolución Francesa», recuerda la documentación.
Por lo expresado, el informe no duda en calificar tal trienio como «trágico y glorioso a la vez», «que debe ser fielmente recordado para que no se pierda la memoria histórica».
Al finalizar la persecución, el número de mártires ascendía a casi diez mil, entre obispos, sacerdotes diocesanos y seminaristas, religiosos, religiosas y laicos de ambos sexos. Durante la persecución religiosa republicana la archidiócesis de Valencia pagó uno de los mayores tributos de sangre.
Petición de reliquias
La víspera del V aniversario de aquella beatificación masiva, fuentes de la delegación diocesana para las Causas de los Santos del arzobispado de Valencia confirmaron el número de reliquias distribuidas y sus destinos –informó el organismo informativo archidiocesano «Avan»–.
Las reliquias son solicitadas, en la mayoría de los casos, por parroquias; a éstas se suman seminarios, colegios y comunidades cristianas, particulares y familias «que desean venerar en sus hogares a nuestros mártires», aclararon las fuentes aludidas.
Entre los países de las parroquias solicitantes se cuentan Filipinas, China, Venezuela, México, Tanzania, Japón y Brasil; también las ciudades australianas de Perth y Sydney y las estadounidenses de Dallas y Washington, además de numerosos países europeos.
Una de las reliquias ha sido enviada a un seminario en Hong Kong a través de una familia del camino neocatecumenal que se encuentra en misión en la ciudad china de Macao.
La mayor parte de las reliquias distribuidas corresponden a «pequeños fragmentos óseos de los mártires», cita la agencia archidiocesana, cuyas fuentes aclaran que «de los 233 beatificados, carecemos de reliquias de más de 30 dado que sus restos mortales no han podido aún ser localizados o identificados por los tribunales que instruyen las causas, a pesar de estar plenamente confirmada su muerte martirial».
La citada delegación diocesana recibe «continuamente» cartas de agradecimiento de los destinatarios de las reliquias, como la del custodio de las Sagradas Reliquias de la Catedral de Milán, la del Oficio para la Custodia de las Sagradas Reliquias de la Curia Episcopal de Casale Monferrato y del Santuario de la «Madonna di Casale» de San Vito Rimini, todos de Italia.
«Son numerosas las gracias recibidas por nuestros mártires», apuntaron las fuentes de la delegación, añadiendo que las localidades vinculadas con los beatos organizan anualmente solemnes actos en su honor.