ROMA, domingo, 10 diciembre 2006 (ZENIT.org).- En un contexto social ampliamente secularizado, «la parroquia es un faro que irradia la luz de la fe», constató Benedicto XVI al consagrar –por primera vez desde su elección como obispo de Roma- en la mañana de este domingo una iglesia en su diócesis.
A las 9.00 horas inició su visita pastoral a la parroquia dedicada a Santa María Estrella de la Evangelización, en el barrio de Torrino (norte) -en el sector sur de Roma-, para celebrar la Santa Misa y consagrar la nueva iglesia.
En la entrada del nuevo templo, el Papa saludó a los 150 jóvenes de «Juventud Ardiente Mariana» (GAM, en sus siglas en italiano) –expresándoles su afecto-, que por la noche celebraron una vigilia en espera del encuentro con el Santo Padre.
La parroquia se ha inaugurado en el período de Adviento, el cual, desde hace dieciséis años, la diócesis de Roma dedica a la sensibilización y a la recogida de fondos para la realización de nuevas iglesias en la periferia de la ciudad.
Esta nueva iglesia se suma al más de medio centenar de complejos parroquiales llevados a cabo estos años gracias al esfuerzo económico del Vicariato de Roma, a la contribución de los fieles y a la atención de las autoridades civiles.
«Pido a todos los fieles y ciudadanos de buena voluntad que prosigan en este compromiso con generosidad, a fin de que los barrios que aún están privados de ello, puedan tener lo antes posible la sede de su parroquia», expresó el Papa en su homilía –difundida por la Santa Sede- durante la celebración Eucarística.
Y es que «sobre todo en nuestro contexto social ampliamente secularizado, la parroquia es un faro que irradia la luz de la fe y sale así al encuentro de los deseos más profundos y auténticos del corazón del hombre, dando significado y esperanza a la vida de las personas y de las familias», constató.
Consciente de que la comunidad parroquial es joven, y de que en el barrio el número de familias, niños y jóvenes es elevado, el Santo Padre señaló a la comunidad «la ardua y fascinante tarea de educar a los hijos en la vida y en el gozo de la fe».
«Confío en que juntos, en espíritu de sincera comunión, os empeñéis en la preparación para los sacramentos de la iniciación cristiana y ayudéis a vuestros hijos […] a crecer en el amor y en la fidelidad del Señor», expresó.
Antes de la liturgia de la Palabra, el Papa consagró el altar de la nueva iglesia ungiéndolo con óleo.
En el altar hay reliquias de San Bernardo de Claraval, de San Francisco Javier, de San Gaspar de Búfalo y de Santa Catalina Labouré, todas figuras que remiten a la evangelización.
El rito de la dedicación de la nueva iglesia prosiguió con la unción de las paredes para indicar el destino exclusivo y permanente del edificio al culto cristiano. Dos gestos más se realizaron en el altar: la incensación y el encendido de luz.
Al término de la celebración, Benedicto XVI saludó a los fieles –recoge la emisora pontificia-: «El Señor nos ha dado el gozo de celebrar su casa y su presencia, hemos sentido esta presencia que nos une y así rogamos ahora que esta alegría permanezca en nosotros, que nos ayude a colaborar por la justicia y la paz en el mundo».
Y a los pequeños les explicó también espontáneamente el sentido de la Navidad: «Es el día en el que Dios mismo nos hizo un gran regalo, no cualquier cosa, sino que su regalo era donarse a sí mismo. Nos dio a su Hijo, y así la Navidad se convirtió en la fiesta de los regalos».
«Queremos imitar a Dios, no vivir sólo para nosotros, sino pensar en los demás, hacer un regalo al otro. El regalo más bello es ser bueno con los demás, mostrar bondad justicia, amor», dijo el Papa a los niños, quienes acogieron sus palabras con aplausos y exclamaciones de alegría.