CARACAS, sábado, 16 diciembre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la exhortación a los sacerdotes dirigida por monseñor Baltazar Enrique Porras Cardozo, arzobispo Metropolitano de Mérida, en el 3D. reunión general de clero.


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Queridos hermanos sacerdotes:
1.- Bienvenidos a este encuentro fraterno, el último de este año, que tradicionalmente tiene el sabor del adviento y navidad. El espíritu del profeta Isaías que nos conmina a convertir las lanzas en arados, anime la esperanza teologal que alimenta la fe y dinamiza nuestro ministerio. Como lo he hecho en similares ocasiones, considero oportuno que reflexionemos sobre nuestro papel como presbíteros en las actuales circunstancias. La historia concreta marca nuestras vidas. En los signos de los tiempos hay que descubrir los signos de Dios. Somos hijos de un tiempo determinado. En él se vive y se ejerce el ministerio. Debe ser fuente de espiritualidad y exigencia para la misión. También puede ser tentación que nos subyugue y anteponga lo socio-económico, lo político o lo ideológico como criterio determinante de nuestra vida y actuación o nos haga resbalar hacia posturas espiritualistas evasivas.

2.- Durante los últimos ocho años hemos vivido en nuestra sociedad venezolana un fuerte proceso de politización. A ello no escapa ninguna persona o institución. La Iglesia y sus ministros, por supuesto, tampoco. Tanto la problemática general de la pobreza, la marginalidad y la exclusión, el conjunto de los derechos humanos y la diversa perspectiva para entender los valores tradicionales de la democracia (libertad, participación, igualdad…); así como asuntos puntuales en los que se involucra más de cerca la Iglesia (educación, programas sociales…) o las exigencias para la ayuda o supresión de asignaciones económicas, la apropiación del lenguaje y tradiciones religiosos, los ataques a miembros de la jerarquía y exaltación de los que son afectos al proceso, forman parte de este complejo escenario. En consecuencia, se requiere un profundo análisis científico, una interpretación ético-cultural y antropológica, un discernimiento espiritual y teológico. Sin este instrumental pastoralmente adecuado, es imposible afrontar dicha situación.

3.- Como sacerdotes, tenemos una obligación para con nosotros mismos y para con las comunidades que nos son confiadas. Necesitamos una formación, espiritualidad y praxis, reflexionada en el silencio interior y en el permanente proceso de discernimiento que exige estudio y oración, personal y comunitaria. No sólo es verdad que se vive como se piensa sino que podemos llegar a pensar como se vive. La praxis es determinante del pensamiento y las presiones, -tentaciones-, que tenemos son muchas y algunas seductoras. En la Iglesia cada vocación particular, la nuestra es una de ellas, debe tener en cuenta siempre, la diversidad, riqueza y complementariedad de las vocaciones laical y consagrada; además, la interdisciplinariedad juega un papel importante a la hora de escoger las mediaciones humanas que sirven de sustento a nuestros juicios.

4.- ¿Cómo traducir, sin vaciar el mensaje, que la fe implica compromiso político, pero que no se identifica con ninguna cultura ni con ninguna opción política concretas? Cuando se nos pide respetar tal o cual opción, porque los miembros que la asumen son bautizados e hijos de la Iglesia, detrás de algo aparentemente tan normal y hasta noble, puede esconderse una gran falacia. En efecto, el respeto a una opción determinada exige, por otra parte, que se le ofrezcan insumos para un discernimiento en el que, lo político y la fe, autónomos e independientes, están relacionados. La fe cuestiona la opción política, por ejemplo, en la valoración del amor-odio, la verdad-mentira, la libertad-sumisión, la justicia-desigualdad.

5.- Tenemos por delante, un nuevo período constitucional de seis años. ¿Cuál puede o debe ser nuestro aporte? ¿Cómo vivir y enseñar la fe, si la opción por los pobres postula un desvalimiento de todo poder y de toda idolatría? La espiritualidad del adviento, de la esperanza, del caminar ligero de equipaje, de los procesos muchas veces largos que tumban todo inmediatismo fácil, nos pone ante la creatividad permanente y osada de una espiritualidad del amor, que no tiene nada de bobalicón, pero que solamente es posible en el compartir, en la fraternidad, en la búsqueda del otro sin ningún tipo de distingos. Enfrentarse al poder, a la viveza, a la aparente superioridad del otro, a cuerpo limpio, con transparencia y honestidad nos hace sentir débiles. Refresquemos los textos de Isaías en el adviento.

6.- Nuestra vocación no es la de ser políticos. Pero, debemos ser conscientes de que todo lo que hagamos o digamos tiene una incidencia en lo político, en lo social, en lo comunal, en lo eclesial. Esto, por una parte, siempre ha resultado incómodo para los políticos que ejercen el poder y, por la otra, es exigido porque abre caminos y desbroza obstáculos. No en vano la sociedad venezolana sigue valorando positivamente el papel de la Iglesia; es decir, fundamentalmente, de la actuación de los agentes pastorales: obispos, sacerdotes, religiosos. Los últimos sondeos de mediados de noviembre señalan un 81% de credibilidad y confiabilidad en la institución eclesial. Es un caudal que hay que saber manejar para el bien común, el entendimiento y el progreso integral de todos los venezolanos, para la siembra de auténticas virtudes ciudadanas y cristianas.

7.- No nos está permitido que encerremos en nuestro corazón una postura preconcebida. O de contento por sentirnos cercanos a la propuesta oficial, chavista, autodenominada revolucionaria, o de frustración por no compartir esa visión, o, de huída para no meternos en problemas. ¿Cómo estar más allá de este estrecho cuadro, sin dejar de encararlos y responder a ellos? Todo esto no por conveniencia o comodidad sino por fidelidad al don que hemos recibido del Señor a través de la imposición de las manos del obispo, y por fidelidad a la gente que tradicionalmente nos ha percibido cercanos a sus problemas vitales.

8.- Los hechos del 3D: en la mayoría de los casos, un comportamiento cívico de serenidad y camaradería, por encima de ciertos postulados de la dirigencia y de las instituciones rectoras. Buen síntoma, pues no parece que haya calado demasiado el espíritu de pugnacidad y odio…La vida impone una convivencia que genere seguridad, tranquilidad y una cierta igualdad. En la noche, después de los primeros resultados, no se presentaron desmanes significativos, ni tampoco en las caravanas del lunes.

9.- Hay una mayoría real, si bien diferenciada en motivaciones y expectativas, que ha votado por Chávez, creyendo en él o esperando de él, pero existe también otra porción significativa que no comulga, abierta y decididamente, con su proyecto. Además, la abstención, entre un 25-30%, representa otro espectro considerable, que parece indiferente a vivir en un régimen o en otro. Se fortalece el ganador que ha sido reconocido por la oposición y la reconoce como tal y vigente; también se fortalece la oposición al tener un líder que promete seguir en la lucha democrática en el futuro inmediato; se fortalece la política, como estructura de convivencia, espacio de ciudadanía compartida, de intercambio y sana confrontación de ideales, valores y modelos de concebir, gobernar y administrar la vida en común y construir la propia historia en apertura e integración con otros pueblos hermanos.

10.- Se acepta el resultado, aunque se cuestionen los márgenes de ventaja señalados. Es decir, que si hubo irregularidades o fraude no inciden en el resultado final. De todas maneras, queda pendiente que se sustenten las denuncias, que éstas sean debidamente estudiadas y que se les dé respuesta veraz, oportuna y satisfactoria. Es la única manera de poder perfeccionar la transparencia del cuestionado sistema electoral para que genere mayor confianza y credibilidad.

11.- Otra cosa, pendiente y de mayor calibre, es interpretar y discernir la realidad del éxito y de la seducción del populismo orientado a solucionar, -¿sólo paliar?-, el problema fundamental de la existencia de pobres y miserables, basado en el chorro petrolero, las misiones, las presiones, el ventajismo oficial y la inequidad en la aplicación de las normativas y en el uso de recursos. La historia muestra suficientes ejemplos de promesas incumplidas, de expectativas frustradas, de contradicciones insalvables, de conversiones tardías y de imposiciones a empleados públicos y contratistas que dejan mucho que desear en el ejercicio de la libertad. Es algo parecido a los mensajes que pasa la televisión de forma gratuita y obligatoria (¿?).

12.- Esta realidad nos pone ante un país polarizado con cinco segmentos que necesitan reencontrarse: los fanáticos o duros de ambos bandos que no quieren que el otro exista. Los moderados en ambas orillas, dispuestos a aceptar que el otro también está presente y hay que tomarlo en cuenta; y los denominados ni-ni que pretender vivir como el avestruz, ajenos e indiferentes a la realidad. En estos años se ha profundizado el desencuentro, la división, el abismo. Es un mal que corroe las relaciones interpersonales, familiares, sociales. Otro aspecto es la existencia o propuesta de soluciones inmediatistas o mágicas, que van por el despeñadero de la violencia. No se construye un proyecto de la noche a la mañana. Se requiere de tiempo y convencimiento más que de imposición. El país no comienza ni termina un día de elecciones. Es mucho más que eso. Este mensaje es válido tanto para el oficialismo como para la oposición. Un buen ejemplo ilustrativo es la labor de la Iglesia en no pocos escenarios: han requerido de mucho tiempo y paciencia.

13.- El futuro: Está pleno de interrogantes a partir de promesas altisonantes. En efecto, ¿qué significa profundizar o pisar el acelerador de la revolución? Las encuestas, termómetros nada infalibles, por cierto, señalan que la gente cree en y sigue al líder. Los mismos sondeos manifiestan que la gente quiere vivir en libertad, y valora negativamente la gestión en casi todos los niveles del gobierno; y ese mismo universo no sólo no aprueba, sino que rechaza el socialismo radical estilo Cuba o a los países islámicos, presentados ahora como aliados o hermanos. Otra cosa, además, es que esto quiera imponerse, como se puede desprender del discurso desde el balcón del pueblo. Hay también otras realidades: banderas y espacios políticos en los que se puede y debe luchar, ej: la Asamblea Nacional monocolor que debe representar a todo el país y no a un sector; las contradicciones y exigencias más fuertes desde el chavismo para satisfacer necesidades; los revocatorios, la mala gestión administrativa o de justicia… Este panorama ilustra, pues, un reto tanto para el gobierno como para la oposición y para todas las instituciones con responsabilidad social como la nuestra.

14.- Lo que sí parece cierto, es que no se puede construir un país si no se buscan caminos de entendimiento y de imposición o de plegamiento. La paz o la violencia dependerán, en gran medida, de la capacidad de ambas partes: la primera hay que buscarla y construirla; la segunda hay que vigilarla y evitarla. Un gobierno sin oposición clara hace su propio camino y da pie a la impunidad, la corrupción y el ventajismo. En buena parte es lo que ha habido en estos años tanto en el campo de los derechos humanos (aumento del número de muertes violentas, terrible situación carcelaria, deterioro de la calidad de vida en muchos aspectos y/o sectores) o en el de la aplicación de la justicia (impunidad, corrupción, manipulación mediática, ventajismo oficial). Una oposición inexistente o intransigente en todo, sin rumbo claro y sin capacidad de maniobra no aglutinará fuerzas, no tendrá capacidad o voluntad de negociación ni podrá ser alternativa de futuro. La democracia sólo es posible cuando existe un pueblo que la quiere y lucha por ella desde visiones plurales, complementarias o contrapuestas. La racionalidad es el camino largo, pero necesario, a pesar de los riesgos reales que supone hoy la disidencia en Venezuela (lista Tascón, denuncias, penas, multas). Los atajos son siempre peligrosos y dejan secuelas abiertas. El mejor ejemplo lo vemos en las argumentaciones oficialistas para justificar el golpe de 1992 por contradicciones reales o sobreestimadas, y exigir ahora apego a la legalidad, denegando consistencia a las actuales fallas o negando por principio incluso su existencia en nombre de las buenas intenciones y las promesas renovadas.

15.- ¿Qué papel puede o debe jugar la Iglesia? El Concilio Plenario nos da luces en el documento La contribución de la Iglesia a la gestión de una nueva sociedad. Nos dice que ese anhelo de nueva sociedad, que hunde sus raíces en la esperanza cristiana, surgirá solo como resultado del esfuerzo comunitario y armónico realizado en los ámbitos social, cultural, económico y político, que realicemos todos los hombres y mujeres que habitamos en Venezuela. Como católicos, nuestro aporte vendrá en la línea de la nueva evangelización que tiene su concreción en la civilización del amor. Esto solo es posible a través de un proceso sostenido y solidario que abarque todas las dimensiones del quehacer humano (véase n.2-3 y siguientes; también 42-46).

16.- Pero no es menos cierto que tanto en la sociedad como en la Iglesia el protagonismo y la participación efectiva, ha estado más en la dirigencia que en la masa. La mayor parte de los ciudadanos y de los creyentes son ejecutores más que autores de su presente y futuro. La identidad propia como sujeto de poder es algo inexistente en el pasado de las mayorías latinoamericanas y necesita nutrirse de muchos elementos que no están en nuestra herencia histórica, aunque formalmente estén en las proclamas políticas, en las constituciones y en las exigencias postconciliares del laico bautizado. La cultura política ha sido sobre todo de subordinación y negación de la participación democrática auténtica (seguir las directrices del partido o del líder; si no se corre el riesgo de la marginación o sanción). Por eso la seducción de los hombres fuertes, de los caudillos, de los populistas, genera tanto atractivo (que otro nos arregle el problema, nos saque la pata del barro). Hay muchas carencias que superar más que riquezas a preservar en nuestra conducta política de participación. Es cierto que se han creado algunos mecanismos que dan protagonismo a las comunidades, pero con los mismos fantasmas de siempre: la politización/partidización desde arriba. ¿Cómo construir un futuro distinto? ¿Cómo y dónde ubicarnos como sacerdotes en este nuevo escenario?

17.- Vocación y misión están íntimamente relacionadas. Recordemos y releamos Evangelii Nuntiandi. La tarea evangelizadora no es sólo un medio para la renovación de la Iglesia, sino que es un aspecto esencial de la renovación misma. Como creyentes asumimos que la Iglesia es sacramento universal de salvación, pero que su centro no está en sí misma, sino en la misión para colaborar en la construcción del Reino. De alguna manera, la realidad eclesial venezolana de las últimas décadas ha ido por este sendero. De allí su alta credibilidad. Quizá nos falte explicitar más este hecho para tener mayor conciencia del valor de la identidad cristiana como clave para el ser y quehacer del ciudadano/creyente. La tarea de la evangelización ha mostrado, tanto en las declaraciones doctrinales y pastorales como en muchas realizaciones concretas, que la Iglesia no se ha buscado a sí misma, sino que se ha volcado más a iluminar y acompañar la incertidumbre, la complejidad, la fragmentación de la vida, la desilusión, la impotencia…que hay en muchas realidades sociales y políticas.

18.- Dedicarse de lleno a la evangelización no quiere decir encerrarse en sí misma y dejar el campo de la realidad histórica a otros. Se trata más bien de preservar y presentar en su pureza el mensaje, pero de una manera explícita, comprensible y persuasiva para los hombres de hoy (véase EN 3). Golpea a nuestras puertas, interpelante, por ejemplo, el que tanta gente se llame bautizado católico, haya pasado por un colegio católico o por una organización de Iglesia y le resbale la honradez o se sienta cómodo manipulando, mintiendo o corrompiendo a otros.

19.- El modo de evangelizar por el que optemos es, en sí mismo, el mensaje. La evangelización es un proceso que nace, se desarrolla, madura y llega a su plenitud. Esto supone tiempo y búsqueda de nuevas respuestas, pues no hay recetas prefabricadas. Transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad (EN 18) es tarea ardua. Pero hoy es más urgente que nunca, para evitar simplismos, edulcoraciones o apropiaciones indebidas del lenguaje religioso. También para nosotros sacerdotes es un proceso que no podemos cargarlo a cuestas solos ni solucionarlo con voluntarismos estériles. La misión nutre, debe nutrir y darle sentido a nuestra vocación. De lo contrario, no tenemos cabida como líderes religiosos y nos convertiríamos en promotores sociales comunitarios, en vendedores de baratijas, como cualquier otro.

20.- Lo anterior cuestiona la manera tradicional, en la que hasta ahora hemos estado. Cambiar sin perder la identidad exige revisar el contenido propiamente cristológico, eclesial, antropológico, del mensaje. Las exigencias morales van en segundo lugar. De nada vale exigir mandamientos, si no estoy convencido, personal y comunitariamente, de los fundamentos y las razones que impulsan ese mandato. Las exigencias del amor no tienen límites, las de las leyes sí. Construir esa plataforma común que nos permita avanzar hacia niveles superiores de vida y de conciencia es una de las tareas apostólicas más serias. ¿Para qué vamos a predicar sobre la prevención y atención al sida o el rechazo a la droga, si no lo sustento en algo más sólido que el vivir bien, disfrutar la vida con el menor riesgo…con el único argumento de que es malo y no le gusta a Dios…? Los valores y virtudes hay que sembrarlos de otra manera. Es el tema de la inculturación apropiada del mensaje cristiano.

21.- La misión evangelizadora no puede perder de vista la realidad de la comunicación. Exige y reclama una puesta al día de lo que comunicamos y el cómo lo hacemos. El mundo de las comunicaciones ha cambiado la vida y el modo de estar en el mundo. Hay mucho que revisar: desde las celebraciones o reuniones y su manera de realizarlas hasta la presencia en los grandes medios de comunicación social. La comunicación creyente se realiza en la vida (coherencia lenguaje-vida), se confronta con la Palabra y la palabra, -en mayúscula y minúscula- (referencia bíblica, magisterial y la mediación que sirve de canal de trasmisión), y se celebra en el sacramento y en la religiosidad popular tan cargada de sentido y acosada de sincretismos y simplismos, pero expresión de una sed de Dios que toca los corazones de mucha gente. El rechazo o huída de la ambigüedad de lo cotidiano nos lleva a provocar demasiadas ausencias. Es importante, imprescindible, estar presente en el momento en el que se espera una palabra orientadora, profética o de acompañamiento, que muchas veces eludimos por no tener nada que decir, por no querer comprometernos o por esperar tener la mejor respuesta que nunca llega por no ser oportuna. Dios no está presente únicamente en la intimidad de la conciencia y de la acción intrafamiliar, o en la contemplación de la creación y del mundo, sino, sobre todo, en la maraña de los complejos acontecimientos de la historia, que se suceden a velocidades de vértigo. Siempre hay una palabra cálida o un gesto afectuoso que decir en nombre de la fraternidad y de la humanización.

22.- Estas palabras están escritas al calor de los acontecimientos recientes. Son un abrebocas, una llamada provocativa que debemos plasmar en horizontes concretos al inicio del próximo año. Quieren ayudar a la reflexión comunitaria y a suscitar inquietudes que nos permitan construir una pastoral más dinámica y entusiasta. Los próximos días estarán llenos de muchas ocupaciones en las misas de aguinaldos, de Navidad y en las celebraciones de las fiestas populares de nuestros pueblos. No puede estar ausente de la predicación y de la reflexión de los equipos pastorales esta dimensión. Los documentos del Concilio pueden, deben ser el mejor regalo para la meditación y puesta en práctica de lo que hemos señalado. También para nosotros 2007 estará lleno de retos y de acciones concretas, tales como la visita pastoral especial para la puesta al día organizativa junto con los consejos pastorales parroquiales.

Que nos bendiga María Inmaculada nuestra patrona. Reciban mi bendición fraterna en unión de mi Obispo Auxiliar.