Fue entregado en la frontera con Polonia y Belorrusia por un grupo de «scouts» que organiza esta acción y que lo llevará también a las ciudades de San Petersburgo, Kazan, Vladimir y Nizhni Novgorod.
Aunque la entrega a Rusia se ha venido efectuando desde 1996, en esta ocasión y por primera vez, se hará en Nochebuena.
«Este año hemos querido que el fuego llegue antes del 25 de diciembre para traer luz a todos los creyentes católicos, protestantes y a otras comunidades cristianas no ortodoxas en Navidad», dijo Vyacheslav Chernykh, representante del fondo «Scouts rusos», en un comunicado dado a conocer por el servicio de prensa católico en este país.
El fuego es encendido por delegados de todas las principales confesiones cristianas de la lamparilla de la basílica de la Natividad en Belén, para después trasladarlo en lámparas especiales a diferentes países.
La entrega se realiza gracias al grupo de «scouts» que tiene una forma muy singular de otorgar la estafeta, ya que el fuego va pasando de mano en mano, de iglesias católicas a ortodoxas, de los cuarteles de los «scouts» a las casas de los creyentes.
La tradición nació en 1986 gracias a la iniciativa de la compañía de televisión austriaca ORF como parte de su programa de beneficencia «Luz en la obscuridad» que apoyaba a los niños inválidos más desprotegidos.
Miles de personas empezaron a llevar el fuego de Belén como símbolo de paz, amistad y unidad que había sido encendido por un niño austriaco en la gruta donde nació Jesús.
En 1989, el fuego empezó a brillar en el derrumbado muro de Berlín y fue también en ese año que el grupo de «scouts» austriaco, se adhirió al evento, mismo que fue tomando su organización actual.
Cada diciembre, un niño de Austria que ha sido seleccionado previamente por su destacado servicio al prójimo, tiene el honor de encender la lámpara que llevará el fuego de Belén a Viena y de ahí, será repartido a distintos países y continentes, pues cabe señalar que el fuego ha estado ya en Estados Unidos y en África del Sur.
En 1989 y en el año 2000, el Papa Juan Pablo II lo recibió de manos de uno de los «scouts» en Roma y las fuerzas de paz de la ONU, también en el año 2000, lo llevaron a Kosovo.