La Santa Sede aplaude el renovado empeño internacional por los Objetivos del Milenio

El Pontificio Consejo Justicia y Paz apremia a pasar de las palabras a los hechos

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CIUDAD DEL VATICANO/NUEVA YORK, viernes, 17 agosto 2007 (ZENIT.org).- Un comunicado del Pontificio Consejo Justicia y Paz expresa la acogida favorable de la Santa Sede respecto al anuncio de las Naciones Unidas de un renovado empeño de la Comunidad Internacional para el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, así como la afirmación de un mayor espíritu de solidaridad internacional.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, apoyó el 31 de julio la propuesta del primer ministro británico, Gordon Brown, de celebrar el próximo año una Cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Respecto a ellos, según el centro de noticias de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon señaló la necesidad de «construir una mayor sinergia entre el grupo de los ocho países más industrializados y el Consejo Económico y Social» del organismo mundial.

«Las Metas del Milenio nos pertenecen a todos –reconoció–. Necesitamos sentirnos parte de la iniciativa. Durante los próximo siete años y medio cada día será una nueva jornada para poder ayudar a millones de personas en todo el mundo».

Con los Objetivos del Milenio, suscritos el año 2000 por todas las naciones del mundo, se pretende reducir el nivel de pobreza y llevar a cabo el desarrollo sostenible en 2015.

«El octavo objetivo, frecuentemente subestimado o descuidado –advierte el comunicado del dicasterio del pasado 1 de agosto–, solicita un compromiso global por el desarrollo sostenible de todos los pueblos».

En 2007, llegados a la mitad del plazo 2000-2015, en varios niveles se debatió sobre el estado de la actuación de los Objetivos del Milenio, recuerda el dicasterio.

Y señala que en el año 2000, el termino de quince años se consideró adecuado para eliminar la pobreza en el mundo, garantizar la educación primaria universal, favorecer la igual dignidad y los derechos de hombres y mujeres, reducir la mortalidad infantil, promover mejores condiciones para la maternidad, combatir enfermedades y epidemias como el Sida y la malaria, proteger el medio ambiente y en general reforzar la solidaridad y la cooperación internacional.

«En realidad los gobiernos asumieron el compromiso de alcanzar los citados objetivos ya antes del año 2000 –apunta la nota-, por ejemplo con ocasión de la Cumbre Mundial de Desarrollo Social celebrada en Copenhague en 1995».

«Desde tal perspectiva son apreciables los esfuerzos de la comunidad internacional y alguna mejoría registrada en los campos de la educación y de la sanidad, y en la eliminación de la pobreza del mundo», expresa el dicasterio, señalando en cualquier caso que «sigue siendo urgente la necesidad de un empeño más eficaz».

Para el Pontificio Consejo Justicia y Paz, «el llamamiento a un renovado compromiso para la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio no puede considerarse como una simple ocasión para repetir declaraciones de intenciones a las que no les siguen acciones concretas y políticas diversas».

«Al contrario –añade–, según el deseo expresado por Benedicto XVI, sobre todo los países desarrollados están llamados a poner en el centro de sus propias políticas la eliminación de la pobreza extrema de muchos países y el logro» de tales Objetivos.

«El tiempo para las simples promesas parece haber pasado –dice el comunicado–. En Bruselas (2001), Monterrey (2002) y Johannesburgo (2002) los gobiernos renovaron el compromiso de destinar el 0,7% del Producto Interior Bruto a la ayuda al desarrollo», pero «si tal promesa se hubiera mantenido, una suma estimada en 192 mil millones de dólares estadounidenses estaría disponible cada año para la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (más del doble de los actuales 78,6 mil millones)».

«El compromiso por una nueva fase de la convivencia internacional, basada en una renovada voluntad política y en la movilización de recursos humanos y materiales para la realización de una verdadera solidaridad y para el desarrollo de todos los pueblos debería ser compartido por todos. La Santa Sede desea y comparte tal empeño», concluye el dicasterio.

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ZENIT Staff

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