Padre Cantalamessa: Imposible «separar al Jesús de la historia del Cristo de la fe»

En su primera predicación de Adviento al Papa y a la Curia

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 7 diciembre 2007 (ZENIT.org).- El hecho de que Dios haya hablado a los hombres por medio de su Hijo es una llamada de atención a la mayor responsabilidad de los cristianos ante Dios, reconoció este viernes, ante el Papa, el predicador de la Casa Pontificia.

Del adecuado discernimiento de la persona de Jesús –«el Hijo de Dios venido a este mundo»– a la exhortación del propio Cristo a que seamos su luz entre los hombres: fue el itinerario que siguió el padre Raniero Cantalamessa OFM Cap. en la primera predicación de Adviento a los colaboradores del obispo de Roma en la Curia romana, partiendo de la carta de san Pablo a los Hebreos: «Nos ha hablado por medio del Hijo» (Hb 1, 1-3).

«Síntesis grandiosa de toda la historia de la salvación», el texto paulino evidencia la sucesión del «tiempo en que Dios hablaba por medio de los profetas» a aquél «en que Dios habla por medio de su Hijo»; de hablar «por persona intermedia» a hacerlo «en persona», porque el Hijo es «de la misma sustancia del Padre», apuntó el padre Cantalamessa.

Dentro de la Iglesia o fuera de ella –como es el caso de determinadas tendencias de investigación histórica– la cuestión es: ¿para mí Jesús es «uno de los profetas» o es el «Hijo del Dios vivo»?, planteó.

De la mano de Joseph Ratzinger – Benedicto XVI y su libro «Jesús de Nazaret», el padre Raniero Cantalamessa recordó el apunte del rabino Jacob Neusner recogido en sus páginas, que coincide con cuanto decía san Ireneo sobre qué ha traído Jesús al mundo: «Ha traído toda novedad, trayéndose a sí mismo».

Y subrayó la imposibilidad «de separar al Jesús de la historia del Cristo de la fe».

Jesús «no sólo reivindicó para sí una autoridad divina, sino que también dio señales y garantías de ello: los milagros, su propia enseñanza (que no se agota en el sermón de la montaña), el cumplimiento de las profecías», «su muerte, su resurrección y la comunidad nacida de Él que realiza la universalidad de la salvación anunciada por los profetas», recalcó el predicador del Papa.

«La conclusión que la Carta a los Hebreos saca de la superioridad de Cristo sobre los profetas y sobre Moisés no es una conclusión triunfalista» –precisó–, «no insiste en la superioridad del cristianismo, sino en la mayor responsabilidad de los cristianos ante Dios», pues la «palabra promulgada» procede del Hijo de Dios.

Por eso el padre Cantalamessa señaló: «Deseamos exhortarnos mutuamente», «¡Velad!»; y es que «en esta vida estamos crónicamente expuestos a recaer en el sueño», en una «inercia espiritual», al efecto «narcotizante» de las cosas materiales.

Para «despertar» se cuenta con toda la ayuda de Dios, como demuestra la conversión de san Agustín que relató el predicador del Papa. «Tú me mandas que sea casto -oraba san Agustín–; pues bien: dame lo que me pides y pídeme lo que quieras». Y Agustín pudo vivir en castidad.

Una experiencia que el predicador del Papa propuso dirigiéndose en particular a los jóvenes de la sociedad actual, quienes son empujados a someter la razón al instinto. Sin embargo lo que necesitan son «motivaciones válidas, no ciertamente a temer su cuerpo y el amor, sino a tener miedo de destruir uno y otro», advirtió.

«La vida espiritual no se reduce ciertamente sólo a la castidad y a la pureza», pero son un «arma de la luz», «una condición para que la luz de Cristo se difunda alrededor de nosotros y a través de nosotros», dijo ante el Papa y sus colaboradores. 

«No sabe decir «sí» a los hermanos quien no sabe decir «no» a uno mismo», resumió.

«Ven, sé mi luz en el mundo», dijo Jesús a Teresa de Calcuta; una palabra que Él «dirige a cada uno de nosotros y que, con la ayuda de la Virgen Santísima y la intercesión de la beata de Calcuta, queremos recibir con amor y procurar poner en práctica este Adviento», concluyó.

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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