CIUDAD DEL VATICANO, martes, 11 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha propuesto una alianza entre el ser humano y el medio ambiente que sirva para alcanzar un «equilibrio ecológico» sin caer en las redes de los prejuicios ideológicos.
Así lo propone en el mensaje que ha enviado con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el 1 de enero de 2008, con el tema «Familia humana, comunidad de paz».
«Hemos de cuidar el medio ambiente: éste ha sido confiado al hombre para que lo cuide y lo cultive con libertad responsable, teniendo siempre como criterio orientador el bien de todos. Obviamente, el valor del ser humano está por encima de toda la creación», exhorta el mensaje pontificio publicado este martes.
«Respetar el medio ambiente no quiere decir que la naturaleza material o animal sea más importante que el hombre», advierte.
«Quiere decir más bien que no se la considera de manera egoísta, a plena disposición de los propios intereses, porque las generaciones futuras tienen también el derecho a obtener beneficio de la creación, ejerciendo en ella la misma libertad responsable que reivindicamos para nosotros».
En este contexto, el obispo de Roma pide que «no olvidar a los pobres, excluidos en muchos casos del destino universal de los bienes de la creación».
En momentos en los que la humanidad «teme por el futuro equilibrio ecológico», el Santo Padre considera que «sería bueno que las valoraciones a este respecto se hicieran con prudencia, en diálogo entre expertos y entendidos, sin apremios ideológicos hacia conclusiones apresuradas y, sobre todo, concordando juntos un modelo de desarrollo sostenible, que asegure el bienestar de todos respetando el equilibrio ecológico».
«Si la tutela del medio ambiente tiene sus costes, éstos han de ser distribuidos con justicia –sugiere–, teniendo en cuenta el desarrollo de los diversos países y la solidaridad con las futuras generaciones».
La misiva papal pide «sentir» la tierra como «nuestra casa común» y, «para ponerla al servicio de todos, adoptar la vía del diálogo en vez de tomar decisiones unilaterales».
Considera que un ámbito en el que sería particularmente necesario intensificar el diálogo entre las naciones es el de la gestión de los recursos energéticos del planeta.
Por un lado, pensando en los países más ricos, considera que «hay que revisar los elevados niveles de consumo debidos al modelo actual de desarrollo y, por otro, predisponer inversiones adecuadas para diversificar las fuentes de energía y mejorar la eficiencia energética».
<p>Por otro, «los países emergentes tienen hambre de energía, pero a veces este hambre se sacia a costa de los países pobres que, por la insuficiencia de sus infraestructuras y tecnología, se ven obligados a malvender los recursos energéticos que tienen».
«A veces, su misma libertad política queda en entredicho con formas de protectorado o, en todo caso, de condicionamiento que se muestran claramente humillantes», denuncia.