ROMA, martes, 11 diciembre 2007 (ZENIT.org).- La Iglesia católica en Sri Lanka ha declarado que el santuario mariano de Madhu, meta de peregrinaciones y escenario de recientes bombardeos, debe ser reconocido como una «zona de paz», según informa la agencia «Eglises d’Asie», de las Misiones Extranjeras de París.
Situado en territorio de disputa entre guerrilleros tamiles y fuerzas gubernamentales, el santuario ha sido objeto de nuevos bombardeos, a pesar de las promesas del Gobierno de que este lugar santo, al que afluyen millares de peregrinos cada año, se mantenga como zona libre de conflicto.
El pasado 13 de noviembre, tres obuses cayeron sobre el santuario de Nuestra Señora de Madhu, muy frecuentado por católicos y también por budistas e hindúes. En el bombardeo murió un niño de cuatro años y resultó herida una mujer de 76 años.
«Los bombardeos provenían del este, donde tienen su base los campamentos del Ejército –declara el padre Emilianuspillai Santhiapillai, responsable del santuario–. Llamé a monseñor Rayappu Joseph, obispo de Mannar, y los bombardeos cesaron unos 15 ó 20 minutos más tarde».
El santuario de Madhu depende de la diócesis de Mannar. El obispo contactó a las autoridades correspondientes, parlamentarios cristianos, el arzobispo de Colombo, Oswald Gomis, y el nuncio en Sri Lanka, el arzobispo Mario Zenari.
Se redactó un mensaje dirigido a los responsables de los dos bandos en conflicto, pidiéndoles que detengan toda violencia en los alrededores del santuario.
El mensaje no hizo sino repetir anteriores llamamientos a la paz de la Conferencia Episcopal, pidiendo al Gobierno que declare «zona de paz» al santuario y a todas las infraestructuras que lo rodean, que a menudo han servido de refugio en los últimos años.
En el bombardeo de noviembre, los obuses estallaron dentro del recinto del santuario, «justo a cinco metros de mi despacho, a unos quince metros de la estatua de la Virgen María y a veinte de las habitaciones en las que viven los animadores pastorales del santuario», relató el padre Santhiapillai.
El niño alcanzado por la metralla murió camino del hospital de Kilinochchi, a cien kilómetros, por no encontrar rápidamente el medio apropiado para llevarlo.
El anterior y más importante bombardeo en el mismo lugar, en noviembre de 1999, quitó la vida a 44 personas.
Tanto los guerrilleros tamiles como el ejército de Sri Lanka niegan su responsabilidad en este ataque.
Con la escalada de violencia en esta región del país, especialmente desde noviembre de 2005, los peregrinos han tenido que afrontar numerosas dificultades, sobre todo para acudir al santuario en las grandes celebraciones marianas.
Sri Lanka, antigua isla de Ceilán, situada al sudeste de la India, vive un conflicto étnico y cultural, entre el Gobierno de mayoría cingalesa y la minoría tamil, que caracteriza toda su historia.
Las tensiones se reanudaron en 1983, tras el asesinato de trece soldados del ejército de Sri Lanka, en Jaffna.
Este hecho llevó a que se produjeran revueltas en todo el país y causó la muerte de cientos de tamiles, en tan solo tres días. Muchos tamiles se convirtieron en refugiados. Decenas de miles de habitantes murieron en ambos bandos y siguen muriendo en el conflicto, no del todo pacificado, que sigue marcando la historia de este país.
Aunque se firmó un alto al fuego entre los dos bandos en 2002, y había entonces quince diputados tamiles en el Parlamento, en representación del Frente de Liberación Tamil (cuyos militantes son conocidos popularmente como «tigres tamiles»), la lucha continúa con grupos de rebeldes que no aceptan la integración, y desean un territorio independiente para la minoría tamil.
Por Nieves San Martín