BUENOS AIRES, jueves, 20 diciembre 2007 (ZENIT.org).- La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), presidida por el cardenal Jorge Mario Bergoglio, visitó este jueves a la nueva presidenta Cristina Fernández de Kirchner, para presentarle sus saludos, con motivo del inicio de su gestión y de las próximas fiestas de Navidad.
Según informa la CEA en un comunicado, acompañaban al cardenal Bergoglio los vicepresidentes 1º y 2º de la CEA, el arzobispo Luis Villalba, de Tucumán, y el obispo Agustín Radrizzani, de Lomas de Zamora, respectivamente; y el secretario general de dicha entidad, el obispo Sergio Fenoy, de San Miguel.
Los obispos obsequiaron a la Presidenta argentina con un ejemplar del libro de Benedicto XVI «Jesús de Nazaret» y otro del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.
Durante la reunión, los miembros de la Comisión Ejecutiva del Episcopado presentaron a Cristina Fernández de Kirchner las inquietudes de la Iglesia, reflejadas en la exhortación pastoral de la 93 Asamblea Plenaria, de abril de este año, sobre el compromiso ciudadano.
Los desafíos que se señalan en ese documento son, según subraya el comunicado de la CEA, en primer lugar, «la vida, como don de Dios y el primero de los derechos humanos que debemos respetar».
Sigue «la familia, fundada en el matrimonio entre varón y mujer, como la célula básica de la sociedad y la primera responsable de la educación de los hijos».
En tercer lugar, «el bien común, bien de todos los hombres y de todo el hombre, al que debemos poner por sobre los bienes particulares y sectoriales».
Subraya también el documento la necesidad de «inclusión, a fin de priorizar medidas que garanticen y aceleren la inclusión de todos los ciudadanos».
Sin olvidar «el federalismo, que supone el fortalecimiento institucional de las provincias, con su necesaria y justa autonomía».
Señalan también los obispos argentinos la necesidad de «políticas de Estado, porque una sociedad no crece necesariamente cuando lo hace su economía, sino sobre todo cuando madura en su capacidad de diálogo y en su habilidad para gestar consensos».
Y, por último, «la deuda de la reconciliación, porque nuestro país sufre todavía fragmentación y enfrentamientos, y se manifiestan tanto en la impunidad, como en los desencuentros y resentimientos».