CIUDAD DEL VATICANO, martes, 25 diciembre 2007 (ZENIT.org).- El «mensaje de paz» que trae Jesús al mundo «es para todos»: «viene para ofrecerse a sí mismo a todos como esperanza segura de salvación», anuncia Benedicto XVI en su mensaje de Navidad.
Antes de impartir la Bendición «Urbi et Orbi» --a la ciudad de Roma y al mundo entero--, el Papa dirigió a mediodía de esta Navidad su tradicional mensaje navideño, acompañándolo de su felicitación, este año en 63 idiomas con la inclusión del guaraní, propio de la región amazónica. Noventa emisoras de televisión de unos sesenta países transmitieron en directo el momento de fe y fiesta.
Desde el balcón central de la basílica vaticana -donde horas antes presidió la Misa de Nochebuena--, el Santo Padre saludó a los fieles y peregrinos que colmaron la plaza de San Pedro bajo un sol radiante.
Acogido entre aplausos, cantos, y con los himnos del Vaticano y de la República Italiana, Benedicto XVI manifestó y compartió su alegría por la solemnidad de la Natividad del Señor, tercera que celebra como pontífice.
«Nos ha amanecido un día sagrado», «un día de gran esperanza: hoy el Salvador de la humanidad ha nacido», dijo, iniciando su mensaje de Navidad.
«Cuando Jesús nació en la gruta de Belén, una "gran luz" apareció sobre la tierra», «se encendió para cada hombre una luz espléndida e imperecedera; ha venido al mundo la gran esperanza portadora de felicidad», porque -añadió el Papa, citando al evangelista Juan-- "el Verbo se hizo carne y nosotros hemos visto su gloria"».
«Dios es luz -afirma san Juan- y en él no hay tinieblas»; por eso, «cuando Jesús nació de la Virgen María, la Luz misma vino al mundo», porque «en Jesús, Dios asumió lo que no era, permaneciendo en lo que era», «el creador del hombre se hizo hombre para traer al mundo la paz», explicó el Papa.
«Acontecimiento histórico y misterio de amor»: así describió Benedicto XVI el misterio de «Dios que en Belén se ha hecho uno de nosotros». Y como «sólo la "gran" luz que aparece en Cristo puede dar a los hombres la "verdadera" paz», «cada generación está llamada a acogerla», subrayó.
Para ello se necesita fe, se necesita humildad, como la de «María --señaló--, que ha creído en la palabra del Señor», o la de José, «hombre justo, que tuvo la valentía de la fe y prefirió obedecer a Dios antes que proteger su propia reputación», o la de «los pobres y anónimos pastores, que acogieron el anuncio del mensajero celestial y se apresuraron a ir a la gruta, donde encontraron al niño recién nacido y, llenos de asombro, lo adoraron alabando a Dios».
Y es que son «los pequeños, los pobres en espíritu», «los protagonistas de la Navidad, tanto ayer como hoy -reconoció el Santo Padre--; los protagonistas de siempre de la historia de Dios, los constructores incansables de su Reino de justicia, de amor y de paz.
«Hombres y mujeres de hoy -interpeló Benedicto XVI--, Cristo viene a traernos la luz también a nosotros», «a darnos la paz».
Pero «¿quién tiene tiempo para escuchar su palabra y dejarse envolver por su amor fascinante?», advirtió, porque el mensaje de paz de Cristo «es para todos», Él «viene para ofrecerse a sí mismo a todos como esperanza segura de salvación».
Navidad, «fiesta cristiana» de testimonio
«Dar testimonio de los valores de la vida, de la familia, del amor y de la paz»: es el deseo que el Santo Padre confía que despierte en los corazones el misterio de la Encarnación y del Nacimiento de Cristo, porque precisamente es lo que evocan.
En su saludo en italiano, con el que inició las felicitaciones navideñas al mundo entero, Benedicto XVI se dirigió en particular a los romanos -de los que es obispo- y a toda la nación.
«Navidad es fiesta cristiana que forma parte del patrimonio espiritual de nuestras comunidades», recordó, invitando al país a conservar «esta herencia cultural y religiosa para construir un futuro de esperanza».
Por Marta Lago