CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 21 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Para tener auténtica esperanza se necesita del Espíritu Santo, porque «es la estela de perfume que Jesús ha dejado a su paso por esta tierra», constata el predicador del Papa.
Y es que el fundamento de la esperanza es el Hijo que Dios Padre nos ha dado, Jesús, subrayó este viernes, ante Benedicto XVI, el padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. en su última predicación de este tiempo de Adviento.
En la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico del Vaticano se volvieron a dar cita, también, colaboradores del Santo Padre en este itinerario de preparación a la Navidad en torno a la frase de san Pablo: «[Dios] Nos ha hablado por medio del Hijo» (Hebreos 1, 2).
«A veces es necesario gritarse a uno mismo: "¡Dios existe y eso basta!"», admitió el padre Cantalamessa. «Dios nos ha dado a su Hijo: ¿cómo no nos dará todo junto a Él?», recordó.
Apoyándose en el libro del Papa sobre Jesús de Nazaret, insistió en que el título «Hijo» --como se define Jesús a sí mismo-- evidencia una comunión de «conocimiento total y absoluto» con el Padre, una «comunión del ser».
«La prueba más fuerte del conocimiento que Jesús tenía de su identidad de Hijo es su oración», en la que declara y vive su filiación repetidamente con la exclamación Abbà -«papá» [Ndr.]-, «testimonio de una intimidad y familiaridad con Dios sin igual en la tradición de Israel», apuntó el predicador de la Casa Pontificia.
No dudó en agradecer al Papa el «regalo» de su libro y de su reciente encíclica «Spe salvi» sobre la esperanza cristiana, que mueve a todos los creyentes a concentrar la atención en esta virtud teologal presentada como la más pequeña, pero sin la cual se detiene el impulso vital.
Ejemplificó, «en el plano humano y social», con su propio país, Italia: «Se ha frenado la esperanza y con ella la confianza, el impulso, el crecimiento, también económico», el miedo ha suplantado a la esperanza, y expresión emblemática de ello es «la falta de nacimientos».
«Se dice que mientras hay vida hay esperanza, pero también es cierto al revés: mientras hay esperanza hay vida»; sólo la esperanza teologal «puede anclar las esperanzas humanas a la esperanza que no falla», aseguró el padre Cantalamessa.
Desveló el fundamento de esta esperanza: «es precisamente el hecho de que "en estos últimos tiempos Dios nos ha hablado por medio del Hijo"»; «si nos ha dado al Hijo, dice san Pablo, "¿cómo no nos dará con Él todas las cosas?". He aquí por qué "la esperanza no falla"».
«El don del Hijo es prenda y garantía de todo lo demás y, en primer lugar, de la vida eterna» --prosiguió el padre Cantalamessa-- porque «si el Hijo es "heredero de todo"», como dice Pablo en su Carta a los Romanos, «nosotros somos sus "coherederos"».
Si la semana pasada el predicador del Papa recetó una «aromaterapia basada en el óleo de alegría que es el Espíritu Santo», este viernes advirtió de la necesidad de «esta terapia para curar la enfermedad más perniciosa de todas: la desesperación, el desaliento, la pérdida de confianza en sí, en la vida y hasta en la Iglesia».
«El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo»: «así escribía el Apóstol a los Romanos de su tiempo --dijo el padre Cantalamessa-- y lo repite a los de hoy».
De hecho, «no se abunda en la esperanza sin la virtud del Espíritu Santo», «la estela de perfume que Jesús ha dejado tras de sí, al pasar por esta tierra», constató.
«Donde renace la esperanza renace sobre todo la alegría»; san Pablo «dice que los creyentes son spe salvi, "salvados en esperanza", y que por ello deben ser spe gaudentes, "alegres en la esperanza"», recalcó el predicador del Papa.
«No es gente que espera ser feliz --puntualizó--, sino gente que es feliz de esperar; feliz ya, ahora, por el simple hecho de esperar».
Por Marta Lago