CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 20 diciembre 2007 (ZENIT.org).- La aprobación con una neta mayoría, el pasado 18 de diciembre, en la Asamblea General de Naciones Unidas, que se celebra en Nueva York, de una moratoria universal de la pena de muerte, deja un sabor agridulce en esferas vaticanas.

Por una parte, la resolución de moratoria ciertamente tiene un valor moral y decisiones de este tipo han hecho avanzar el mapa de la vida al disminuir los países que aplican de hecho la pena capital, aunque la conserven en sus legislaciones.

Pero, por otra, queda otra asignatura pendiente en las decisiones de la ONU: preservar con la misma fuerza de convicción la vida del nascituro. Así lo ha subrayado el arzobispo Celestino Migliore, observador vaticano ante Naciones Unidas, a raíz de la histórica resolución.

Esta resolución se aprobó con 104 votos a favor, 54 contrarios y 29 abstenciones en la asamblea general. Cuando fue aprobada en comisión, recibió 99 votos favorables, 52 contrarios y 33 abstenciones.

La moratoria, sin embargo, tiene más peso político y simbólico que fuerza vinculante ya que es una invitación de la ONU a aquellos países, de entre los 192, que la integran y que conservan en su ordenamiento jurídico la pena capital, a respetar algunas convenciones internacionales y a suspender las ejecuciones.

Liderando el grupo de los países contrarios a la moratoria, en los debates en el Palacio de Cristal, sede de la ONU en Nueva York, estaban Egipto, Singapur, Barbados y países caribeños. A ellos se unen Estados Unidos, China, India, Japón, Libia e Irán, aunque en los últimos diez años nada menos que 50 países han renunciado al uso de la pena capital como instrumento de justicia.

Los países decididos a conservar la pena capital están en neta minoría y entre ellos descuellan por el número de ejecuciones China, Irán, Pakistán, Irak, Sudán y Estados Unidos.

En declaraciones retomadas por el diario vaticano «L'Osservatore Romano» hoy 20 de diciembre, el arzobispo Celestino Migliore, saludó la decisión de la asamblea general como «un premio a la paciente obra diplomática de Italia che ha desempeñado un papel importante, con una opción inteligente, porque ha logrado implicar a todo el mundo, no sólo a Europa».

El arzobispo Migliore subrayó la satisfacción de la Santa Sede y su aplauso a Italia «país exitoso en su empeño a escala global, fundado en un trabajo en equipo y la búsqueda de un consenso ampliado, que ha permitido dar en la diana del resultado esperado, y además con un número de votos confortador, positivo».

Ahora se puede hablar de «una maduración en el sentido de la importancia del valor de la vida», añade Migliore, y recuerda el repetido esfuerzo de la Santa Sede «en el intento de abrir un debate más amplio» sobre el tema de la vida.

«Hemos insistido mucho y seguimos haciéndolo para que el tema de la pena de muerte se inscriba en un marco más amplio, de promoción y defensa de la vida en todas sus fases, en todos sus momentos, desde la concepción hasta su término natural», añade.

«Creo --concluye el observador vaticano-- que esta maduración debe progresar todavía y dar pasos importantes en una visión del hombre que contemple todos sus aspectos y todas sus etapas».

Por otra parte, según el cardenal Martino, presidente de los pontificios consejos Justicia y Paz y para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes es «un momento ciertamente significativo pero no concluye lo que es de todos modos una lucha por la civilización».

Martino, que representó a la Santa Sede ante la ONU durante dieciséis años, añade que tenemos que ver si quienes han votado en contra de aplicar la pena de muerte se abstendrán de practicarla. Sobre ello tengo muchos temores».

«Además --observa--, se abstuvieron 29 países, por consideraciones a mi entender más de geopolítica y de alianzas que centradas en la cuestión».

«No sólo, por tanto, no hay un consenso general sino, como sucede a menudo, intereses específicos y contingentes amenazan con prevalecer sobre visiones ideales, políticas de corto alcance se imponen sobre políticas "elevadas", en el sentido propio y noble del término política», añade.

El purpurado subraya el empeño de la Iglesia en esta dirección y la obra de sensibilización a nivel internacional de la Comunidad de San Egidio, así como la «constante acción educativa, de apoyo y de testimonio» de muchas otras iniciativas católicas que se baten continuamente por «servir al hombre» y «tutelar los derechos humanos, a partir del primero de ellos, el derecho a la vida».


En este sentido, dijo que en el mundo hay todavía «muchos países que se definen estados de derecho» pero que «luego en sus legislaciones discriminan fuertemente justo al más débil y sin defensa: el nascituro».

«Hay que subrayar que se da una especie de esquizofrenia en quienes reconocen al nascituro derechos específicos --en materia hereditaria y otros-- y luego le niegan el derecho principal, el de vivir», concluye.

En los próximos meses, corresponde al secretario general de la ONU, Ban Ki moon, redactar un informe sobre el respeto a la moratoria, a presentar en 2008 a la Asamblea General.

A la pregunta de si este puede ser un primer paso hacia la abolición definitiva de la pena de muerte, el arzobispo Migliore respondió a los micrófonos de «Radio Vaticano» que «obviamente estas son decisiones que serán luego maduradas en los diversos contextos nacionales que, por cultura, divergen».

«Ciertamente esta resolución lanza una señal muy importante y será un punto de referencia en los debates nacionales, en los parlamentos y entre los legisladores que, cada vez más, cuando se trata de legislar miran a las indicaciones y orientaciones de Naciones Unidas», concluye.