CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 14 abril 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI está convencido de que promover el desarme a escala mundial podría ser una clave para promover el desarrollo.
Así lo explica en un mensaje enviado a los participantes en el seminario sobre el tema: «Desarme, desarrollo y paz. Perspectivas para un desarme global», celebrado en Roma el 11 y 12 de abril.
La iniciativa, promovida por el Consejo Pontificio «Justicia y Paz», cuyo presidente es el cardenal Renato Martino, ha congregado a economistas, políticos, juristas, representantes de organizaciones internacionales y de las religiones para promover sinergias que promuevan el desarme, basándose en el desarme del corazón del hombre.
En su mensaje, Papa subraya la «íntima relación entre desarme y desarrollo» con estas palabras: «Los ingentes recursos materiales y humanos empleados para los gastos militares y para los armamentos son, de hecho, disipados en vez de destinarlos a los proyectos de desarrollo de los pueblos, especialmente de los más pobres y necesitados de ayuda».
«Y esto va contra lo que afirma la misma Carta de las Naciones Unidas –advierte–, que compromete a la comunidad internacional, y a los Estados en particular, a «promover el establecimiento y mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales con la menor desviación posible de los recursos humanos y económicos del mundo hacia los armamentos»» (artículo 26).
Recuerda que ya el Papa Pablo VI, en 1964, había pedido a los Estados que reduzcan los gastos militares y que creen «con los recursos ahorrados un fondo mundial para destinarlo a proyectos de desarrollo de las personas y de los pueblos más pobres y necesitados».
Avanza la carrera de armamentos
Por el contrario, denuncia el pontífice, se «está registrando que la producción y el comercio de armas están en continuo crecimiento y están asumiendo un papel de arrastre en la economía mundial».
«Es más –advierte–, se da una tendencia a sobreponer la economía civil a la militar, como demuestra la continua difusión de bienes y conocimientos de «doble uso», es decir, el civil y el militar».
«Este riesgo es grave en los sectores biológico, químico y nuclear, en los cuales los programas civiles no serán nunca seguros si no se da el abandono general y completo de los programas militares y hostiles».
Por este motivo, el obispo de Roma renueva su llamamiento para que «los Estados reduzcan los gastos militares en armamentos y tomen en seria consideración la idea de crear un fondo mundial para destinarlo a los proyectos de desarrollo pacífico de los pueblos».
Desarrollo y paz
El Papa constata asimismo la relación entre desarrollo y paz, en un doble sentido: «Pueden desencadenarse guerras de las graves violaciones de los derechos humanos, de la injusticia y de la miseria, pero no hay que descuidar tampoco el riesgo de las auténticas «guerras del bienestar», es decir, las causadas por las voluntad de expandir y conservar el dominio económico en detrimento de los demás».
«El bienestar material, sin un coherente desarrollo moral y espiritual, puede cegar al hombre hasta llevarle a matar a su propio hermano –reprocha el mensaje pontificio–. Hoy, de manera aún más urgente que en el pasado, es necesaria una opción decidida de la comunidad internacional a favor de la paz».
Legítima defensa
Ahora bien, hablando en el marco de principios morales, el pontífice reconoce que en estos momentos están justificados los gastos militares de los países para defender a sus ciudadanos.
«Mientras se dé el riesgo de un ataque, el armamento de los Estados será necesario por razones de legítima defensa que es un derecho entre los inalienables de los Estados, al estar también ligado al deber de los mismos Estados de defender la seguridad y la paz entre los pueblos».
Ahora bien, no es lícito, según el Papa, «cualquier nivel de armamento», de manera que «todo Estado puede poseer únicamente las armas necesarias para asegurar su propia legítima defensa».
La violación de este principio, reconoce, «lleva a la paradoja, según la cual, los Estados amenazan la vida y la paz de los pueblos a los que tratan de defender, de garantía de paz corren el riesgo de convertirse en una trágica preparación de la guerra».
La guerra nunca es inevitable
En tiempos de terrorismo y de numerosos conflictos armados, el Papa reconoce que parecería poder admitirse «un justificado desconsuelo y resignación». Sin embargo, recalca, «la guerra nunca es inevitable y la paz es siempre posible. Más aún, ¡es un deber! Ha llegado por tanto el momento de cambiar el curso de la historia, de recuperar la confianza, de cultivar el diálogo, de alimentar la solidaridad».
«El futuro de la humanidad depende del compromiso de todos –señala–. Sólo si se persigue un humanismo integral y solidario, en cuyo contexto asume una naturaleza ética y espiritual el tema del desarme, la humanidad podrá caminar hacia la deseada paz auténtica y estable».
Por Jesús Colina