ROMA, viernes, 25 abril 2008 (ZENIT.org).- Entre muchos lugares del mundo, Roma también fue escenario, el jueves, del recuerdo por el 93º aniversario del genocidio del pueblo armenio, por cuyas víctimas presidió una Misa solemne monseñor Hovsep Kelekian, rector del Pontificio colegio armenio.
En la celebración eucarística en la iglesia armenia de San Nicolás de Tolentino, monseñor Kelekian se distanció expresamente de cualquier matiz político cuando lamentó, en su homilía, la falta de reconocimiento oficial e intencional del «»gran mal» [«Metz Yeghern»] del genocidio» y pidió «que el genocidio del pueblo armenio sea reconocido por todo el mundo», porque «es una verdad».
En sus palabras se detuvo en los dolorosos sucesos que vivió el pueblo armenio en 1915-1916 y recordó que actualmente 3,5 millones de armenios descienden de los 350 mil supervivientes de aquella tragedia y que reclaman «justicia a los ojos del mundo».
«Nos hemos reunido para honrar a nuestros mártires y dar la gracias a nuestros familiares, quienes nos dieron esta vida que vivimos hoy. Esperamos que lo que hemos heredado -nuestra fe y nuestra cultura armenia– lo podamos transmitir fielmente a nuestros descendientes», concluyó.
Tras la Eucaristía se rezó el Requiem en la plaza frente a la iglesia armenia, ante el Khatc’kar erigido en 2006 en memoria de las víctimas de 1915.
La celebración en sufragio por el millón y medio de muertos en el genocidio, a manos del entonces gobierno turco, es parte de la movilización de sensibilización «Una tragedia sin palabras» que impulsa el Consejo para la comunidad armenia de Roma (www.comunitaarmena.it).
Como voz oficiosa de la Santa Sede, «L’Osservatore Romano» –edición en italiano de publicación vespertina, con fecha del 26 de abril de 2008– recoge la petición del jueves del presidente armenio, Serzh Sarkisian.
«El deber de la comunidad internacional de reconocer y denunciar el genocidio armenio es parte inevitable de la agenda de política exterior del país –expresó–. Como resultado del genocidio, una parte enorme de armenios fue suprimida en las casas de sus antepasados y privada del espacio vital».
El objetivo de Armenia «no es la venganza», dijo Sarkisian; «estamos dispuestos a establecer con Turquía relaciones normales incluso desde mañana, sin condiciones previas, pero la negación del genocidio no tiene futuro, sobre todo ahora que muchos países del mundo han unido sus voces al coro de la verdad».
Apunta el diario de la Santa Sede que, hasta el momento, veintidós países reconocen la calificación de genocidio a la masacre del millón y medio de armenios.
«Todavía hoy el gobierno turco sigue sin reconocer como genocidio tal suceso –añade–, una de las páginas más oscuras de la historia del siglo XX que causó la erradicación definitiva de gran parte de la población de su tierra de origen, Anatolia oriental, rechazando ver en ello un exterminio planificado. Y ésta es una de las causas de mayor fricción entre Ankara y la Unión Europea».
La elección del 24 de abril señala el día, de 1915, cuando en la actual Estambul se trilló sistemáticamente a más de dos mil intelectuales, médicos, abogados, periodistas, sacerdotes…; esto es, la práctica totalidad de los cuadros políticos o de la cultura armenia de entonces.
«Pero la deportación y el sucesivo asesinato involucró a toda la población armenia de las provincias otomanas. En poco más de un año, las víctimas fueron cerca de un millón y medio y pocos lograron salvarse en Occidente, en el Cáucaso ruso, en Persia y en los países árabes, sobre todo en el Líbano y Siria», concluye «L’Osservatore Romano».
Por Robert Cheaib; con la aportación de Marta Lago.