CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 28 abril 2008 (ZENIT.org).- Con su discurso ante las Naciones Unidas, explica el portavoz vaticano, Benedicto XVI ha prestado el servicio más valioso a la Organización: defender el valor permanente de los derechos humanos.
El padre Federico Lombardi, sj, director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, comentó la histórica visita de Benedicto XVI al Palacio de Cristal de Nueva York, el pasado 18 de abril, en el editorial del último número de «Octava Dies», semanario del Centro Televisivo Vaticano, del que también es director.
«Había quien esperaba que el Papa ante Naciones Unidas denunciase una u otra de las dramáticas situaciones de injusticia o de conflicto del mundo de hoy. Esto el Papa lo ha hecho y lo hace muchas otras veces, en el discurso al Cuerpo Diplomático de comienzo de año, en los mensajes de Navidad y Pascua, en numerosos llamamientos en diversas ocasiones», observa el portavoz.
«Había quien esperaba que polemizase con las tendencias en favor del aborto y de la contracepción difundidas en varias agencias de la ONU –añade–. No. En esta ocasión el Papa ha optado por hacer un discurso de un alcance muy distinto, un discurso sobre los fundamentos y los principios, un discurso que dure en el tiempo, porque esta era la contribución más urgente y más positiva en aquella sede».
«Y ha sido un discurso muy coherente con la específica autoridad moral de la Iglesia Católica y con el planteamiento general del magisterio de Benedicto XVI», añade. El padre Lombardi recuerda que «hay principios universalmente válidos, para todos los hombres y las mujeres de todo tiempo y bajo todo cielo. En la naturaleza del hombre, en la dignidad de la persona se puede reconocer y leer el fundamento de un orden a respetar y a mejorar y perfeccionar».
«Afirmándolo con fuerza, Benedicto XVI ha prestado a las Naciones Unidas el servicio más precioso, defendiendo el valor permanente de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y ha encontrado la convicción y la determinación para hacerlo en la visión cristiana y religiosa del mundo».
«Es evidente –dijo el obispo de Roma– que los derechos reconocidos y expuestos de la Declaración se aplican a todo hombre, en virtud del origen común de las personas, que sigue siendo el punto central del designio creador de Dios para el mundo y para la historia».
«Una vez más –concluye el padre Lombardi–, la Iglesia ha puesto a disposición de los pueblos, con actitud fraterna de servicio, su ‘experiencia en humanidad’, a favor de la justicia y la paz».
Traducido del italiano por Nieves San Martín