El amor a la persona sigue siendo la clave de la «Humanae vitae», 40 años después

La encíclica de Pablo VI, según el director de L’Osservatore Romano

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ROMA, jueves, 8 mayo 2008 (ZENIT.org) -El amor a la persona y al mundo contemporáneo tejieron la intención de Pablo VI en la publicación de la Humanae vitae, una encíclica que, a pesar de las contestaciones del ’68, cumple 40 años de rigurosa actualidad.  

De mostrar la relevancia del documento pontificio sobre la regulación de la natalidad se encarga, desde este jueves, el congreso «Custodios e intérpretes de la vida», que acoge la Pontificia Universidad Lateranense, en Roma.

En la primera ponencia del encuentro: «La soledad de Pablo VI y el peso de la tradición», explica la génesis del texto de Pablo VI Giovanni Maria Vian, director de L’Osservatore Romano, historiador del Cristianismo y experto en el papado contemporáneo.

A los diez años de la publicación de la Humanae vitae, el Papa Giovanni Battista Montini señalaba la encíclica como uno de los momentos que definían su pontificado, explica Vian: «No cambió de idea, a pesar de que el documento había suscitado de inmediato tal vendaval de críticas hasta en muchísimos ambientes católicos».

Fue semanas antes de morir, en su homilía del 29 de junio de 1978, durante la celebración de la festividad de san Pedro y san Pablo. Pablo VI trazó un balance en su 15º aniversario de su pontificado: ejercido en el servicio de la «verdad de la fe» con el elemento «imprescindible» de la «defensa de la vida humana».

Pablo VI habló aquel día de la encíclica situándola en la estela del Concilio Vaticano II, «y con palabras cuidadosamente elegidas –apunta Vian– subraya la validez del texto: «inspirado en la intangible enseñanza bíblica y evangélica, que convalida las normas de la ley natural y los dictámenes insuprimibles de la conciencia sobre el respeto de la vida, cuya transmisión se confía a la paternidad y a la maternidad responsable, ese documento se transforma hoy en nueva y urgente actualidad por los vulnera inferidos por legislaciones públicas a la santidad indisoluble del vínculo matrimonial y a la intangibilidad de la vida humana desde el seno materno»».

En tiempos de la publicación de la Encíclica eran recurrentes «los presuntos peligros de la superpoblación, en general agitada en ambientes intelectuales y económicos de los países occidentales, como por ejemplo del llamado «Club de Roma»», señala, entre otros factores, el historiador.

Prosigue: «Y si en 1968 –año en el que Pablo VI decidió publicar la Humanae vitae– la planificación familiar se reconoce como derecho humano por la ONU (el mismo año en que se constituye el Club de Roma), en la conferencia organizada por las Naciones Unidas en Bucarest en 1974 sobre el tema se manifiesta la contraposición clara entre los países desarrollados y los pobres, apoyados por la delegación de la Santa Sede».

Sin embargo, como advierte Vian, «al inicio del nuevo siglo las preocupaciones son en cambio muy distintas», oscilando «entre un persistente y preocupante invierno demográfico que embiste la mayor parte de los países europeos y el crecimiento incontrolado de flujos migratorios».

Volviendo a inicios de los ’60, entonces se había acelerado el debate sobre la contracepción con la salida al mercado de «la píldora por antonomasia» –describe Vian–; «la discusión de la llamada planificación familiar se extendió progresivamente a los ambientes católicos».

En la línea de sus predecesores Pío XI y Pío XII, y del pronunciamiento conciliar sobre el matrimonio, la Humanae vitae «se declaró contraria a la práctica de la contracepción salvo con métodos naturales, en oposición al hedonismo y a las políticas de planificación familiar, frecuentemente impuestas en los países pobres por los más ricos», resume.

Subraya Giovanni Maria Vian la perfecta coherencia, respecto al desarrollo del pensamiento católico, con que la Encíclica describe el amor conyugal. Y es que, como se lee en el documento, «el matrimonio no es efecto de la casualidad o producto de la evolución de fuerzas naturales inconscientes», sino una «sabia institución del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor».

«Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus seres -sigue la Encíclica– en orden a un mutuo perfeccionamiento personal, para colaborar con Dios en la generación y en la educación de nuevas vidas», y en los bautizados el matrimonio «reviste, además, la dignidad de signo sacramental de la gracia, en cuanto representa la unión de Cristo y de la Iglesia». 

«Es, ante todo, un amor plenamente humano –«afirma con fuerza la Humanae vitae«, indica Vian–, es decir, sensible y espiritual al mismo tiempo».

La Humanae vitae «inmediatamente se convirtió en «la encíclica de la píldora», suscitó una tempestad de críticas sin precedentes también dentro de la Iglesia católica», recuerda el actual director de L’Osservatore Romano.

Y cita la interpretación que, de aquella convulsión, dio veinticinco años después el cardenal Joseph Ratzinger: «una revuelta de la época moderna contra sí misma». «Raramente un texto de la historia reciente del Magisterio se ha convertido tanto en signo de contradicción como esta Encíclica -apuntó el purpurado alemán–, que Pablo VI escribió a partir de una decisión profundamente sufrida».

El clima cultural de aquellos años y enormes intereses económicos se suman, como observa Vian, a los muchos factores que concurrieron en la airada acogida de la Encíclica.

«Se trató de un sufrido documento de nuestro pontificado -dijo Pablo VI en 1978 al colegio cardenalicio- no sólo por el grave y delicado argumento tratado, sino también, y tal vez más, por un cierto clima de expectativa según el cual, entre los católicos y en el círculo más amplio de la opinión pública, se había generado la idea de presuntas concesiones, o facilidades, o liberalizaciones de la doctrina moral y matrimonial de la Iglesia».

En este discurso papal, que recuerda Giovanni Marian Vian en el congreso en la Lateranense, el entonces romano pontífice recalcó -diez años después de la publicación de Humanae vitae– los principios fundamentales de la encíclica, sintetizando: «el principio del respeto de las leyes de la naturaleza» y «el principio de una paternidad consciente y éticamente responsable».

El director del diario de la Santa Sede brinda dos textos de Pablo VI para comprender su intención profunda en la publicación de la encíclica.

«En un apunte sucesivo a 1964 sobre el predecesor, sobre sí mismo y sobre el oficio papal, Montini escribía –cita Vian–: «tal vez nuestra vida no tiene otra nota más clara que la definición del amor a nuestro tiempo, a nuestro mundo, a cuántas almas hemos podido acercar y acercaremos: pero en la lealtad y en la convicción de que Cristo es necesario y verdadero»».

Y, siguiendo al historiador, en sus «Notas para nuestro Testamento» Pablo VI sintetizó –en 1965– en una frase el sentido de su vida, de su pontificado y por lo tanto también de la Humanae vitae: «Sobre el mundo: que no se crea que se le beneficia asumiendo sus pensamientos, costumbres, gustos, sino estudiándolo, amándolo, sirviéndolo».

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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