ROMA, lunes, 5 mayo 2008 (ZENIT.org).- «El santo Rosario no es una práctica relegada al pasado» sino que es una oración que «trae paz y reconciliación», dijo Benedicto XVI al concluir la oración mariana que presidió el 3 de mayo en la basílica de Santa María la Mayor.
Fueron muchos los fieles que acudieron el primer sábado de mayo, mes tradicionalmente dedicado a María, para seguir esta antigua práctica de devoción mariana, dedicada en esta ocasión a la reflexión sobre los misterios gozosos: de la Anunciación a María al episodio de Jesús en el templo, sentado entre los doctores.
Con las notas del «Tu es Petrus» (Tu eres Pedro), el Papa hizo su entrada en la más antigua basílica mariana de Roma, erigida por Sixto III, cuya construcción está ligada al Concilio de Éfeso que en el año 431proclamó a María Theotòkos, Madre de Dios.
Antes de iniciar la oración del Rosario, el Santo Padre se detuvo a venerar en silencio el icono de Nuestra Señora, «Salus Populi Romani». La imagen que, según la tradición, fue pintada por el evangelista Lucas, y que actualmente se custodia en la Basílica, era en el pasado llevada en procesión por la población para dar gracias a la Madre de Jesús por la protección concedida durante calamidades naturales.
«En la experiencia de mi generación --dijo el Papa abandonándose a algunos recuerdos de la infancia--, las tardes de mayo evocan dulces recuerdos ligados a las citas vespertinas para rendir homenaje a Nuestra Señora».
Benedicto XVI se detuvo en la fuerza todavía viva de esta devoción mariana: «Hoy juntos confirmamos que el Santo Rosario no es una práctica relegada al pasado, como oración de otros tiempos en la que pensar con nostalgia».
«El Rosario está en cambio experimentando casi una nueva primavera --añadió--. Este es sin duda uno de los signos más elocuentes del amor que las jóvenes generaciones nutren por Jesús y por su Madre María».
«En el mundo actual tan dispersivo, esta oración ayuda a poner a Cristo en el centro, como hacía la Virgen, que meditaba interiormente todo aquellos que se decía de su Hijo, y lo que Él hacía y decía».
El Papa elevó una invocación a la Virgen a acoger la gracia que mana de los Misterios del Rosario «para que a través de nosotros pueda ‘irrigar' la sociedad, a partir de las relaciones cotidianas, y purificarla de tantas fuerzas negativas abriéndola a la novedad de Dios».
«En efecto -añadió--, el Rosario, cuando se reza de modo auténtico, no mecánico y superficial sino profundo, trae paz y reconciliación. Contienen en sí la potencia resanadora del Nombre santísimo de Jesús, invocado con fe y con amor en el centro de cada Avemaría».
De aquí la invitación del Papa a todos los fieles para que, durante el mes mariano, se sientan «cercanos y unidos en la oración», para formar, con la ayuda de Nuestra Señora, «un solo corazón y una sola alma».
Al final, Benedicto XVI se dirigió al nuevo alcalde de Roma Gianni Alemanno, acompañado de su esposa Isabella Rauti, dirigiéndole «el augurio de un fructífero servicio al bien de la ciudad».Alemanno, que apenas elegido alcalde había enviado un telegrama al Santo Padre, ha anunciado haber pedido ya una audiencia privada a Benedicto XVI.
Luego, el Papa saludó también a la embajadora estadounidense Mary Ann Glendon, y el ex portavoz vaticano Joaquín Navarro Valls.
Traducido del italiano por Nieves San Martín