Benedicto XVI a la Acción Católica

Al celebrar su 140 aniversario de fundación

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 15 mayo 2008 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI a miles de miembros de la Acción Católica que celebraban el 140 aniversario de su fundación el pasado domingo, 4 de mayo de 2008.

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Queridos muchachos,
jóvenes y adultos de la Acción católica:

Es para mí una gran alegría acogeros hoy aquí, en la plaza de San Pedro, donde muchas veces en el pasado vuestra benemérita asociación se ha encontrado con el Sucesor de Pedro. Gracias por vuestra visita. Os saludo con afecto a todos, que habéis venido de las diversas partes de Italia, así como a los miembros del Foro internacional, que provienen de cuarenta países del mundo. En particular, saludo al presidente nacional, profesor Luigi Alici, al que agradezco las sinceras palabras que me ha dirigido; al consiliario general, monseñor Domenico Sigalini; y a los responsables nacionales y diocesanos. Os doy las gracias también por el particular regalo que me habéis hecho a través de vuestros representantes y que testimonia vuestra solidaridad con los más necesitados. Expreso mi profundo agradecimiento al cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia episcopal italiana, que ha celebrado la santa misa para vosotros.

Habéis venido a Roma en compañía espiritual de vuestros numerosos santos, beatos, venerables y siervos de Dios: hombres y mujeres, jóvenes y niños, educadores y sacerdotes consiliarios, ricos en virtudes cristianas, crecidos en las filas de la Acción católica, que en estos días cumple 140 años de vida. La magnífica corona de rostros que abrazan simbólicamente la plaza de San Pedro es un testimonio tangible de una santidad rica en luz y amor. Estos testigos, que siguieron a Jesús con todas sus fuerzas, que se prodigaron por la Iglesia y por el reino de Dios, son vuestro documento de identidad más auténtico.

¿Acaso no es posible también hoy para vosotros, muchachos, para vosotros, jóvenes y adultos, hacer de vuestra vida un testimonio de comunión con el Señor, que se transforme en una auténtica obra maestra de santidad? ¿No es precisamente esta la finalidad de vuestra asociación? Ciertamente, esto será posible si la Acción católica sigue manteniéndose fiel a sus profundas raíces de fe, alimentadas por una adhesión plena a la palabra de Dios, por un amor incondicional a la Iglesia, por una participación vigilante en la vida civil y por un constante compromiso formativo.

Queridos amigos, responded generosamente a esta llamada a la santidad, según las formas más características de vuestra condición laical. Seguid dejándoos inspirar por las tres grandes «consignas» que mi venerado predecesor, el siervo de Dios Juan Pablo II, os confió en Loreto en el año 2004: contemplación, comunión y misión.

La Acción católica nació como una asociación particular de fieles laicos, caracterizada por un vínculo especial y directo con el Papa, que muy pronto se convirtió en una valiosa forma de «cooperación de los laicos en el apostolado jerárquico», recomendada «encarecidamente» por el concilio Vaticano II, que describió sus irrenunciables «notas características» (cf. Apostolicam actuositatem, 20). Esta vocación sigue siendo válida también hoy. Por tanto, os animo a proseguir con generosidad en vuestro servicio a la Iglesia. Asumiendo su fin apostólico general con espíritu de íntima unión con el Sucesor de Pedro y de corresponsabilidad operante con los pastores, prestáis un servicio en equilibrio fecundo entre Iglesia universal e Iglesia local, que os llama a dar una contribución incesante e insustituible a la comunión.

Esta amplia dimensión eclesial, que identifica vuestro carisma asociativo, no es signo de una identidad incierta o superada; más bien, atribuye una gran responsabilidad a vuestra vocación laical: iluminados y sostenidos por la acción del Espíritu Santo y arraigados constantemente en el camino de la Iglesia, se os estimula a buscar con valentía síntesis siempre nuevas entre el anuncio de la salvación de Cristo al hombre de nuestro tiempo y la promoción del bien integral de la persona y de toda la familia humana.

En mi intervención en la IV Asamblea eclesial nacional, celebrada en Verona en octubre de 2006, precisé que la Iglesia en Italia «es una realidad muy viva, que conserva una presencia capilar en medio de la gente de todas las edades y condiciones. Las tradiciones cristianas con frecuencia están arraigadas y siguen produciendo frutos, mientras que se está llevando a cabo un gran esfuerzo de evangelización y catequesis, dirigido en particular a las nuevas generaciones, pero también cada vez más a las familias» (Discurso de clausura, 19 de octubre de 2006: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 27 de octubre de 2006, p. 8).

¿Cómo no ver que esta presencia capilar es también un signo discreto y tangible de la Acción católica? En efecto, la amada nación italiana siempre ha podido contar con hombres y mujeres formados en vuestra asociación, dispuestos a servir desinteresadamente a la causa del bien común, para la edificación de un orden justo de la sociedad y del Estado. Por consiguiente, vivid siempre a la altura de vuestro bautismo, que os ha sumergido en la muerte y la resurrección de Jesús, para la salvación de todos los hombres que encontréis y de un mundo sediento de paz y de verdad.

Sed «ciudadanos dignos del Evangelio» y «ministros de la sabiduría cristiana para un mundo más humano»: este es el tema de vuestra asamblea; y es también el compromiso que asumís hoy ante la Iglesia italiana, aquí representada por vosotros, por vuestros presbíteros consiliarios, por los obispos y por su presidente.

En una Iglesia misionera, que afronta una emergencia educativa como la que existe hoy en Italia, vosotros, que la amáis y la servís, sed anunciadores incansables y educadores formados y generosos. En una Iglesia llamada a pruebas incluso muy exigentes de fidelidad y tentada de acomodarse, sed testigos intrépidos y profetas de radicalismo evangélico. En una Iglesia que se confronta diariamente con la mentalidad relativista, hedonista y consumista, ensanchad los horizontes de la racionalidad con una fe amiga de la inteligencia, tanto en el ámbito de una cultura popular y generalizada, como en el de una investigación más elaborada y profunda. En una Iglesia que llama al heroísmo de la santidad, responded sin temor, confiando siempre en la misericordia de Dios.

Queridos amigos de la Acción católica italiana, en el camino que tenéis delante no estáis solos: os acompañan vuestros santos. También otras figuras han desempeñado papeles significativos en vuestra asociación: pienso, por ejemplo, entre otros, en Giuseppe Toniolo y en Armida Barelli. Estimulados por estos ejemplos de cristianismo vivido, habéis comenzado un año extraordinario, un año que podríamos calificar de santidad, durante el cual os comprometéis a encarnar en la vida concreta las enseñanzas del Evangelio. Os aliento en este propósito. Intensificad la oración, orientad vuestra conducta según los valores eternos del Evangelio, dejándoos guiar por la Virgen María, Madre de la Iglesia. El Papa os acompaña con un recuerdo constante ante el Señor, a la vez que os imparte de corazón la bendición apostólica a vosotros, aquí presentes, y a toda la asociación.

[Traducción distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2008 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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