ANCONA, jueves, 22 mayo 2008 (ZENIT.org).- Las diferencias culturales y religiosas, sociales, económicas y políticas no deben constituir un obstáculo al diálogo o a la colaboración, afirmó el cardenal Renato Raffaele Martino este miércoles en Ancona, Italia.

Dirigiéndose a los profesores y estudiantes de la Universidad Politécnica de las Marcas, el purpurado, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, recordó que “la Iglesia reconoce en todas las culturas semillas de verdad y valores auténticamente humanos y humanizadores, y por tanto aprecia y favorece con todos sus medios un diálogo fructífero con ellas para servir mejor al bien integral de todos los hombres”.

“Para la Iglesia –informa una nota del dicasterio vaticano enviada a Zenit- esto constituye un deber y un desafío a los que no puede renunciar”.

Del mismo modo, añade, espera que “se realice un diálogo entre los diversos grupos sociales, especialmente cuando hay divergencias que recomponer”.

Por este motivo, el cardenal Martino subrayó que “el diálogo debe favorecer la dignidad integral de la persona humana y que la vida social es un campo especialmente propicio para instituir tal diálogo, sobre todo cuando los desafíos que tenemos delante se manifiestan con el rostro terrorífico de la violencia terrorista”.

Esto no es sin embargo suficiente: del diálogo se debe pasar a la cooperación, “el instrumento del que disponen las relaciones internacionales para garantizar una comprensión solidaria y concreta unidad de acción entre los estados, las organizaciones interestatales y los entes no gubernamentales”.

Para lograr este resultado, constata el purpurado, es necesario salvar la brecha provocada por los diversos grados de desarrollo, tanto a nivel económico como a nivel de la fuerza política y de la capacidad de los estados de participar en las relaciones internacionales como protagonistas.

El cardenal Martino, recuerda el comunicado, ha insistido también en el hecho de que “la colaboración en el desarrollo de todo el hombre y de cada hombre es un deber de todos y se debe realizar en todas partes del mundo, en caso contrario no puede darse sino a costa de las otras”.

Por tanto, hay que “concebirla en sentido íntegramente humano, es decir no limitarse a los contenidos económicos sino abarcar también la dimensión espiritual, con respeto de todos los derechos fundamentales de la persona y entre estos, en especial, los inherentes a la conciencia humana”.

La cooperación internacional, pensada como “semilla de paz”, para el purpurado “no se puede reducir a la ayuda y a la asistencia, incluso mirando a las ventajas de retorno de los recursos puestos a disposición”.

Por el contrario, concluye el texto, “debe expresar un compromiso concreto y tangible de solidaridad, tal que haga a los pobres protagonistas de su desarrollo y permita al mayor número de personas expresar, en las concretas circunstancias en las que viven, la creatividad propia del ser humano, de la que depende la verdadera riqueza de las naciones”.

Traducido del italiano por Nieves San Martín