BURGOS, sábado 24 mayo 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha escrito el arzobispo de Burgos, monseñor Francisco Gil Hellín, en el que presenta el testimonio del actor Eduardo Verástegui.
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Eduardo Verástegui es un actor televisivo y cantante mexicano que provoca el entusiasmo de la gente joven. Nació hace 33 años en un pueblecito al norte de México. Comenzó a estudiar derecho en la Universidad, pero al cabo de un año lo abandonó para perseguir el sueño de ser actor y cantante. Marcha a Ciudad de México y allí se consolida como actor latino de moda, entra en el mundo de la telenovela y da el salto a la industria latina cinematográfica. Se traslada a Miami y graba su primer disco como solista.
Un día, mientras viaja a Los Ángeles para promocionar su disco, conoce en el avión a un directivo de la Fox, que le invita a un casting para un largometraje. Le dan el papel y se traslada a Hollywood. Allí tiene su primera experiencia radical: después de conseguir durante diez años todo lo que pensaba que le haría feliz, siente un profundo vacío. «Estaba triste e insatisfecho. Me faltaba algo. Por aquel entonces no sabía qué».
Mientras tanto, exprime el precio de la fama con sobredosis de sexo, droga y fiestas. Esto le lleva a perder la perspectiva de la realidad y a vivir en un profundo relativismo. Como suele ocurrir en esos ambientes, sus amistades, lejos de ayudarle, le meten cada vez más en el abismo de las fiestas y de la nada. «Me di cuenta que yo era como un galgo que perseguía una falsa liebre en las carreras. Cuando llegué a morderla, me quedé herido porque era de metal. Estaba persiguiendo una mentira».
Un día tiene un encuentro con Jarmine, la profesora de inglés que durante seis meses le ponen los de la Fox. Esta mujer católica le hace ir al fondo de su vida y despierta en él las preguntas últimas. El actor siempre se había sentido católico, pero su trato con Jarmine le descubre que su catolicismo es una etiqueta cultural, casi vacía de contenido y, desde luego, carente de convicciones. Verástegui recuerda el día que, terminadas las clases, se despidió, dejándole la herida abierta: «¿qué estás haciendo con tu vida?» Comenzó a llorar en un rincón de la casa y no cesó en varios días. «Temblaba por dentro», confiesa él.
Tenía necesidad de encontrar alguien que hablara español para compartir todo lo que sentía y el arrepentimiento por una vida tan alejada de Dios. Le pusieron en contacto con un sacerdote, que comenzó a ayudarle y a dejarle libros. Empieza a ir a misa diariamente. Otro sacerdote, el Padre Francisco, le propone una confesión general. Tras una larga preparación, Verástegui hace una confesión de tres horas. El actor la califica como su segunda conversión: «Comprendí que no había nacido para actor u otra cosa, sino para conocer, amar y servir a Jesucristo».
Con la audacia del converso, vende todos sus bienes y decide irse a Brasil como misionero. Pero el sacerdote le hace descubrir que Hollywood es el lugar donde Dios le espera para que anuncie la Buena Nueva. Verástegui, con Leo Severino, crea Metanoia Films para hacer películas al servicio de la esperanza y dignidad humanas. «Bella» es la primera cinta de esta compañía. De ella se ha hablado mucho durante estos meses en toda América. Incluso ganó el Festival de Toronto contra todo pronóstico. Verástegui ha creado también un estudio bíblico para actores y directores y un lugar en Hollywood para los que buscan algo más que la fama.
Desde hace cinco años, el mujeriego «latin lover» vive, feliz y radiante, la castidad, reza el rosario y va a misa todos los días. Es el referente contracultural en los corrillos de Hollywood. Se siente libre de verdad e inmensamente feliz.
+ Francisco Gil Hellín
Arzobispo de Burgos