NUEVA DELHI, jueves, 3 julio 2008 (ZENIT.org).- “Revitalizar el celo misionero y el espíritu en el anuncio de la buena noticia”. Esta es la tarea que corresponde a la Iglesia en la India pero en general también en toda Asia, con motivo del Año Paulino, en palabras del cardenal indio y arzobispo mayor de Ernakulam-Angamaly de los siro-malabares Varkey Vithayathil.
El cardenal, que es también presidente de la Conferencia Episcopal de la India, en una declaración a la agencia Asia News, recogida ayer por el diario Vaticano “L’Osservatore Romano”, subraya el valor del evento para la evangelización del continente.
El purpurado afirma: “En las celebraciones para el segundo milenio del nacimiento de san Pablo, la Iglesia debe sobre todo revitalizar su celo misionero y el espíritu en el anuncio de la buena noticia a todos los pueblos. San Pablo ha sido el misionero más grande de la historia y su vida y predicación son el elemento más importante para la India y Asia, sobre todo en este nuestro tiempo”.
El cardenal recuerda que, en el último encuentro de los obispos indios, subrayó con fuerza la necesidad de que la Iglesia realice una nueva evangelización. El purpurado afirma: “He dicho a los obispos de la India que el trabajo social no es suficiente. El trabajo social es evangelización indirecta, pero la Iglesia en India, con franqueza, debe predicar a Jesucristo”.
Y añade: “Predicar el Evangelio y anunciar la Buena Noticia de la salvación es la caridad más grande que la Iglesia en India y en Asia puede ofrecer. Esta caridad tiene el poder de transformar la vida de la gente, hasta envolver la existencia cotidiana en una nueva dignidad. Esta es la misión de la Iglesia y de cada cristiano bautizado”.
El purpurado en su intervención invitó a la lectura de las cartas del santo, recordando que son esenciales para los obispos, los sacerdotes y los laicos, porque instruyen sobre el modo en que la vida de cada ser humano puede convertirse en testimonio de Jesús.
En especial, el purpurado citó algunas palabras del apóstol de las gentes, refiriéndose a la difícil situación en la que viven algunas comunidades cristianas en el país: “He combatido la buena batalla, he terminado mi carrera, he conservado la fe. Ahora me queda sólo la corona de justicia”.
El presidente de los obispos comentó: “No hay nada más valioso que esta corona de justicia. Debería ser este el espíritu que nos anima en India, en el clima de intolerancia contra los cristianos que se respira en muchos estados indios, y con las leyes anticonversión que querrían doblegar el espíritu evangélico”.
Y subrayó: “Este celo indómito del apóstol debería acrecentar el espíritu evangélico en el corazón de todos nosotros en India: evangelizar en la esperanza, comunicando a Jesús a la gente. Hoy día es importante vivir el Evangelio con radicalidad y nuestro modelo es san Pablo”.
Para el cardenal, el apóstol de las gentes muestra aquello que un cristiano busca predicando el Evangelio. El santo es modelo de evangelización en toda Asia y sobre todo para la Iglesia perseguida en India. El purpurado afirmó que san Pablo fue el apóstol de los paganos y fue perseguido a causa de Jesucristo.
Sin embargo, puntualizó, “esto no aguó su celo. Viajó a lo ancho y a lo largo en el mundo de entonces, con todas las dificultades que había en aquellos tiempo. Tuvo que sufrir hostilidad y peligros, tratando de convertir a los pueblos a la nueva fe. Soportó con tenacidad todo esto, llegando al cumplimiento de su obra. Por último, fue decapitado”.
El cardenal puso de relieve el valor extremo del santo hasta consumirse en el amor de Cristo: “Pablo –dijo- era consciente de las consecuencias a las que se llega olvidando proclamar el Evangelio”. Para el presidente de los obispos, este es el camino que la Iglesia debe seguir: “Pablo estaba tan consumido por el amor de Jesús que sufrió con valor también las persecuciones. Nunca usó la fuerza o la seducción, una acusación que a menudo se hace contra los cristianos en India sino que predicaba y la gente creía”.
Y concluyó: “Esto se debería hacer en India y en Asia. Lamentablemente, la persecución nos atemoriza y nuestro celo se enfría, así apagamos nuestra predicación. Es urgente que la luz luminosa de la resurrección brille sobre las generaciones presentes. Pero esto exige que vosotros y yo anunciemos a todos los pueblos al Señor resucitado”.
Traducido del italiano por Nieves San Martín