MALTA, domingo, 13 julio 2008 (ZENIT.org).- Los obispos de la isla mediterránea de Malta han dirigido a sus fieles una carta con motivo de la apertura del Año Paulino en la que recuerdan a su primer evangelizador, san Pablo.
«La fuerza de sus palabras y de su visión –escriben el arzobispo de Malta, Paul Cremona, y el obispo de Gozo, Mario Grech– nos deberían ayudar para que, a ejemplo suyo, no renunciemos a proponer y a construir un nuevo orden en la vida pública y en el país».
La carta pastoral fue leída a los fieles durante la misa celebrada el 28 de junio, día de la inauguración del Año Paulino, por el arzobispo Cremona en el atrio de la catedral de Medina. La celebración se desarrolló en coincidencia con la presidida por Benedicto XVI para inaugurar el Año Paulino en la basílica de San Pablo Extramuros.
Recordando el naufragio de san Pablo en la isla de Malta durante su tercer viaje por el Mediterráneo, iniciado el año 53 y terminado el 58 según los historiadores, los dos obispos subrayan: «Su desventura se transformó para nosotros en gracia y su naufragio tuvo el efecto providencial de que desde los primeros tiempos del cristianismo pudimos recibir la buena noticia del Evangelio».
«Por esto consideramos el naufragio del apóstol una bendición y un privilegio y hemos acogido con alegría la invitación de Benedicto XVI a celebrar con la Iglesia universal el Año Paulino con motivo del bimilenario del nacimiento del apóstol de las naciones que para nosotros no es simplemente un santo entre todos los santos, sino aquél que nos ha generado en la fe».
Los dos obispos malteses observan que «en cada tiempo la comunidad cristiana necesita redescubrir la propia identidad, sobre todo cuando la situación en la que nos encontramos presenta nuevos desafíos y nos pide nuevas respuestas», y si la Iglesia «debe retornar a sus raíces, no hay duda de que nuestras raíces nos remontan a la primera predicación de san Pablo, nuestro padre en la fe» que nos enseña, sobre todo, «a no perder la esperanza».
Evocando el relato, de los Hechos de los Apóstoles, de la tempestad que hizo naufragar al apóstol en las costas maltesas, los obispos recuerdan que «en medio de la tempestad, seguía repitiendo a sus compañeros: ‘No desesperéis. Nadie morirá'». «Desde lo profundo de nuestro corazón -añaden los dos pastores malteses- querríamos repetir estas palabras a cuantos tienen una desesperada necesidad de escuchar». Sobre el dolor, por lo demás, san Pablo «tiene todavía mucho que decir».
Este apóstol ante la cultura pagana «tuvo que ser necesariamente radical, radical y controvertido». Los dos obispos señalan que sin embargo ante el ambiente de aquél tiempo contrario «a la proclamación de la fe», Pablo «no experimentó ni timidez ni temor». El apóstol «puede servirnos de guía en las brumas de nuestro tiempo, cuando nos sentimos tentados de dar marcha atrás ante la fe porque nos sentimos cohibidos o atemorizados».
La sociedad y la cultura actuales tienen -para los obispos malteses- muchos puntos de contacto con las de los tiempos de san Pablo. «La mayor parte de nosotros ha sido bautizada y ha recibido una educación religiosa, sin embargo muchos de nosotros se preguntan: «¿Quién eres señor?» pero a causa de la apatía, de la indiferencia o del cansancio que a veces nos superan, nadie es capaz de responder a esta pregunta».
Familia, igualdad, esclavitud, sexualidad, condición de la mujer, son algunos de los temas tratados por el apóstol a la luz de la verdad del Evangelio, también «cuando lo que él afirmaba estaba en contraste con las opiniones del tiempo».
De aquí la exhortación conclusiva a construir tras su ejemplo un nuevo orden porque «nuestro país tiene absoluta necesidad de la levadura de la convicción y de la verdad de la fe».
Traducido del italiano por Nieves San Martín