Respuestas del Papa a los periodistas rumbo a Sydney (I)

SYDNEY, 14 julio 2008 (ZENIT.org).- Publicamos tres de las cinco preguntas y repuestas de Benedicto XVI durante la rueda de prensa que concedió en el avión rumbo a Sydney, el 12 de julio. Las otras dos preguntas serán publicadas en el servicio del 15 de julio.

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–Lucio Brunelli, periodista de la RAI, canal público de la televisión italiana: Santidad, esta es su segunda Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), la primera, por decirlo de algún modo, totalmente suya. ¿Con cuáles sentimientos se dispone a vivirla y cuál es el mensaje principal que desea dejar a los jóvenes? Por otra parte, ¿piensa que de las Jornadas Mundiales de la Juventud influyen profundamente en la vida de la Iglesia que las acoge? Y, por último, ¿piensa que la fórmula de estos encuentros de masa sigue siendo actual?

–Benedicto XVI: Voy con sentimientos de gran alegría a Australia. Tengo bellísimos recuerdos de la JMJ de Colonia: no fue simplemente un acontecimiento de masas, fue sobre todo una gran fiesta de la fe, un encuentro humano de la comunión en Cristo. Vimos cómo la fe abre las fronteras y tiene realmente una capacidad de unión entre las diferentes culturas, y crea alegría. Y espero que suceda lo mismo ahora en Australia. Por este motivo, estoy contento al ver a muchos jóvenes, y verles unidos en el deseo de Dios y en el deseo de un mundo realmente humano. El mensaje esencial se presenta en las palabras que constituyen el eslogan de esta JMJ: hablamos del Espíritu Santo que nos hace testigos de Cristo. Por tanto, quisiera concentrar mi mensaje precisamente en esta realidad del Espíritu Santo, que se presenta en varias dimensiones: es el Espíritu que actúa en la Creación. La dimensión de la Creación está muy presente, pues el Espíritu es creador. Me parece un tema muy importante en nuestro momento actual. Pero el Espíritu es también inspirador de la Escritura: en nuestro camino, a la luz de la Escritura, podemos caminar junto al Espíritu Santo. El Espíritu Santo es Espíritu de Cristo, por tanto, nos guía en comunión con Cristo y finalmente se muestra según san Pablo en los carismas, es decir, en un gran número de dones inesperados que cambian según los diferentes tiempos y que dan nueva fuerza a la Iglesia. Y, por tanto, estas dimensiones nos invitan a ver las huellas del Espíritu y a hacer visible al Espíritu también a los demás.

Una JMJ no es simplemente un acontecimiento de este momento: se prepara con un largo camino con la Cruz y con el icono de la Virgen. Se prepara desde el punto de vista de la organización, pero también espiritual. Por tanto, estos días no son más que el momento culminante de un largo camino precedente. Todo es fruto de un camino, de ponernos juntos en camino hacia Cristo. La JMJ, además, crea una historia, es decir, se crean amistades, se crean nuevas inspiraciones: de este modo continúa la JMJ. Esto me parece muy importante: no sólo hay que ver estos tres o cuatro días, sino hay que ver todo el camino que precede y el que sigue. En este sentido, me parece, la JMJ, al menos para el próximo futuro nuestro, es una fórmula válida que nos prepara para comprender que desde diferentes puntos de vista y de diferentes partes de la tierra avanzamos hacia Cristo y hacia la comunión. Aprendemos así de nuevo a caminar juntos. En este sentido, espero que también sea una fórmula para el futuro.

–Paul John Kelly, periodista de «The Australian», uno de los grandes periódicos de ese país: Santo Padre, quisiera presentar mi pregunta en inglés. Australia es un país sumamente secularizado, con poca práctica religiosa y mucha indiferencia religiosa. Quisiera preguntarle, ¿es usted optimista ante el futuro de la Iglesia en Australia? ¿Está preocupado o alarmado por el hecho de que la Iglesia en Australia siga el camino hacia el decaimiento de Europa? ¿Qué mensaje dejaría a Australia para superar su indiferencia religiosa?

–Benedicto XVI: Hablaré lo mejor que pueda en inglés, aunque pido su perdón por mis deficiencias en inglés. Creo que Australia, en su configuración histórica actual forma parte del «mundo occidental», económica y políticamente, y por tanto está claro que Australia comparte los éxitos y los problemas del mundo occidental. El mundo occidental ha experimentado en los últimos 50 años grandes éxitos: éxitos económicos, éxitos técnicos; sin embargo, la religión –la fe cristiana– está en cierto sentido en crisis. Esto está claro, pues se da la impresión de que no tenemos necesidad de Dios, podemos hacerlo todo con nuestras fuerzas, no tenemos necesidad de Dios para ser felices, no tenemos necesidad de Dios para crear un mundo mejor, Dios no es necesario, podemos hacerlo todo por nosotros mismos. Por otro lado, vemos que la religión está siempre presente en el mundo y siempre lo estará, pues Dios está presente en el corazón del ser humano y no puede desaparecer nunca. Podemos ver que la religión es realmente una fuerza en este mundo y en nuestros países. No hablaría de un decaimiento de la religión en Europa: ciertamente ha una crisis en Europa, algo menos en Estados Unidos, y en Australia. Pero, por otro lado, se da siempre una presencia de la fe en nuevas formas y de nuevas maneras; en minoría, quizá, pero siempre presente para que la vea toda la sociedad. Y ahora, en este momento histórico, comenzamos a ver que tenemos necesidad de Dios. Podemos hacer mucho, pero no podemos crear nuestro clima. Pensábamos que podíamos hacerlo, pero no podemos. Tenemos necesidad del don de la Tierra, del don del agua, necesitamos al Creador; el Creador vuelve a aparecer en su creación. De este modo comprendemos que no podemos ser realmente felices, no podemos promover realmente la justicia para todo el mundo, sin un criterio, sin un Dios que es justo, y nos da la luz y la vida. Por tanto, pienso que en cierto sentido se dará una crisis para nuestra fe en este «mundo occidental», pero siempre tendremos un renacimiento de la fe, pues la fe cristiana es simplemente verdadera, y la verdad estará siempre presente en el mundo humano, y Dios siempre será verdad. En este sentido, en último término, soy optimista.

–Auskar Surbakti del canal de televisión australiano SBS: Santo Padre, disculpe, pero no hablo bien italiano. Por tanto, le presentaré mi pregunta en inglés. Las víctimas de abusos sexuales del clero, en Australia, le han hecho un llamamiento, Santidad, para que afronte la cuestión y pida perdón a las víctimas durante su visita a Australia. El mismo cardenal Pell ha dicho que sería apropiado para el Papa que afronte la cuestión, y usted hizo un gesto semejante en su reciente viaje a los Estados Unidos. Santidad, ¿hablará de la cuestión de los abusos sexuales y pedirá perdón?

–Benedicto XVI: Sí, el problema es esencialmente el mismo que en los Estados Unidos. Me sentí en la obligación de hablar sobre ello en los Estados Unidos pues es esencial para la Iglesia reconciliar, prevenir, ayudar, y reconocer sus culpas en estos problemas. De manera que diré esencialmente lo mismo que dije en Estados Unidos. Como dije, tenemos que aclarar tres aspectos: el primero, es nuestra enseñanza moral. Debe quedar claro, siempre fue claro desde los primeros siglos, que el sacerdocio, ser sacerdote, es incompatible con este comportamiento, pues el sacerdote está al servicio de Nuestro Señor, y nuestro Señor es la santidad en persona, que siempre nos enseña. La Iglesia siempre ha insistido en esto. Tenemos que reflexionar en qué ha faltado en nuestra educación, en nuestra enseñanza en las décadas pasadas: en las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta se daba la idea del proporcionalismo en ética, según el cual, no hay nada malo en sí mismo, sino en proporción a los demás. Según el propocionalismo, se pensaba que algunas cosas, incluida la pedofilia, podían ser en una cierta proporción buenas. Ahora debe quedar claro que ésta nunca ha sido la doctrina católica. Hay cosas que siempre son malas, y la pedofilia siempre es mala. En nuestra educación, en los seminarios, en nuestra formación permanente de los sacerdotes, tenemos que ayudar a los sacerdotes a estar realmente cerca de Cristo, aprender de Cristo, y de este modo ser de ayuda y no enemigos pa
ra nuestros hermanos los hombres, para los cristianos. Por tanto, haremos todo lo posible para aclarar la enseñanza de la Iglesia y para ayudar en la educación y en la preparación de los sacerdotes, con la formación permanente, y haremos todos lo posible para curar y reconciliar las víctimas. Creo que este es el contenido esencial de la expresión «pedir perdón». Creo que es mejor y más importante el contenido de la fórmula y pienso que el contenido tiene que explicar las deficiencias de nuestro comportamiento, lo que tenemos que hacer en este momento, cómo podemos prevenir y cómo podemos todos sanar y reconciliar.

[Traducción del original inglés e italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2008 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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