Por primera vez, jóvenes de Molokai en las Jornadas de la Juventud

Isleños inspirados por dos próximos santos

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SYDNEY, miércoles, 16 julio 2008 (ZENIT.org).- Cuando se habla de Hawai, la gente piensa en un destino de viaje exótico con palmeras, surf, y playas de arena. Lo último que probablemente viene a la mente es una pequeña y vibrante comunidad de católicos, entusiasmados por sus próximos santos, una nueva iglesia y un viaje histórico para ver al Papa. Bienvenidos a la realidad de la Isla de Molokai.

«Todo lo que hago, todo lo que soy, se ha construido en torno a mi fe», dice Ayla Bicoy, una feligresa de 18 años de la comunidad católica de Molokai, integrada por tres iglesias que comparten un sacerdote.

Bicoy es una de los trece jóvenes y seis adultos que dejaron la pequeña isla el 12 de julio hacia Oahu, donde se unieron a otros peregrinos hawaianos dirigidos a Sydney, Australia, para participar en la Jornada Mundial de la Juventud 2008, del 15 al 20 de julio.

Es la primera vez que alguien de Molokai asiste a este tipo de encuentros de los jóvenes con el Papa.

«Era algo que nadie en nuestra isla había intentado y mucha gente pensaba que nosotros no podríamos hacerlo, pero nosotros dijimos que queríamos y lo hemos hecho», explica Bicoy.

Australia está más cerca de Hawai que las pasadas sedes de la Jornada Mundial de la Juventud, lo que hace el viaje relativamente más asequible. Sin embargo, cada peregrino necesitaba reunir 3.300 dólares. Para una comunidad que ahorra continuamente para construir una nueva iglesia, el año pasado fue un pulular de actividades para recoger dinero, pero esto no ha impedido el sueño de los jóvenes que querían ir a Sidney.

Como otros jóvenes de todo el mundo, este grupo organizó varias colectas de fondos –rastrillos, venta de dulces el Día de San Valentín, venta de plantas, etc.– y contactaron con familiares y amigos buscando donativos.

Recibieron fondos de los religiosos de los Sagrados Corazones, de los misioneros católicos originarios de las islas Hawai, y de donantes de su «Angel Club».

Los jóvenes de Molokai tienen una motivación añadida para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud y hacer que se conozca su isla entre otros católicos de todo el mundo. Los isleños esperan la canonización de sus dos héroes beatos.

«Tenemos dos próximos santos que son parte importante de la historia de nuestra isla –dice Bicoy–. Esto nos da una gran vida, una historia cercana de la que podemos aprender y que podemos emular. No pienso que ninguno de nosotros comprenda realmente lo especial que es nuestra parroquia, hasta que hablemos a otros sobre ella».

El beato padre Damián de Veuster (Cf. Zenit, 10 de julio de 2008), cuyo nombre será dado a la nueva iglesia que se espera terminar en 2011, ejerció su ministerio con cientos de isleños residentes que sufrían la enfermedad de Hansen, la lepra, a finales del siglo XIX, y estaban confinados en la península de Kalaupapa, enel extremo norte de la isla. La beata madre Marianne Cope posteriormente vino en su apoyo ayudando a los pacientes cuando él mismo contrajo la enfermedad.

Bicoy y su hermana más joven se implicaron en los actividades de los jóvenes católicos de la isla a través de su escuela. Su madre, Alicia, que es también voluntaria en el grupo, explica que la parroquia ofrecía a sus jóvenes la oportunidad de encontrarse semanalmente.

Durante años participaron en proyectos se servicio: retiros, reuniones sociales, debates sobre los acontecimientos actuales, estudio de la biblia y exploraron las enseñanzas católicas mediante juegos interactivos.

El año pasado, su equipo juvenil se encontraba mensualmente con su sacerdote, el padre Clyde Guerreiro.
A principios de enero, miembros del grupo joven empezaron a dirigir a animar una misa juvenil vespertina dominical mensual, normalmente seguida de una cena compartida.

Bicoy confiesa que con su asistencia a la Jornada Mundial de la Juventud espera adquirir un mayor aprecio de la universalidad de la fe católica y un «más firme arraigo» de sus creencias a través del compañerismo con otros de todo el mundo que comparten la misma fe.

La madre de Bicoy reza para que todo el grupo, incluyendo sus hijas, sean embajadores del beato Damián y su comunidad local «llena de aloha».

«Estoy muy entusiasmada por ellas –dijo–. Ya me estoy imaginando las experiencias que nos trareán a casa y el fuego espiritual que se encenderá».

Por Carolyn Girard, traducido del inglés por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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