Marginar a Dios no es "progreso", sino "retroceso"; explica el Papa

En la misa con el clero y consagrados en Sydney

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SYDNEY, sábado, 19 julio 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha explicado que marginar a Dios de la vida no lleva al «progreso», sino más bien al «retroceso».

De hecho, afirmó en la homilía de la misa que presidió en la mañana de este sábado en la catedral de Santa María en Sydney, la fe permite mostrar a la sociedad la grandeza del ser humano y de su inviolable dignidad.

En la celebración eucarística participaron jóvenes sacerdotes, seminaristas, religiosas, religiosos y novicios, que han participado en las Jornadas Mundiales de la Juventud.

El Papa se dirigió a ellos explicando que han sido «consagrados, puestos ‘aparte’ para el servicio de Dios y la edificación de su Reino».

«Sin embargo, con mucha frecuencia nos encontramos inmersos en un mundo que quisiera dejar a Dios ‘aparte’ –constató–. En nombre de la libertad y la autonomía humana, se pasa en silencio sobre el nombre de Dios, la religión se reduce a devoción personal y se elude la fe en los ámbitos públicos».

«A veces –advitió–, dicha mentalidad, tan diametralmente opuesta a la esencia del Evangelio, puede ofuscar incluso nuestra propia comprensión de la Iglesia y de su misión».

«También nosotros podemos caer en la tentación de reducir la vida de fe a una cuestión de mero sentimiento, debilitando así su poder de inspirar una visión coherente del mundo y un diálogo riguroso con otras muchas visiones que compiten en la conquista de las mentes y los corazones de nuestros contemporáneos», advirtió a los presentes, entre los que se encontraban 65 obispos de Australia.

Y, sin embargo, añadió, «la historia, también la de nuestro tiempo, nos demuestra que la cuestión de Dios jamás puede ser silenciada y que la indiferencia respecto a la dimensión religiosa de la existencia humana acaba disminuyendo y traicionando al hombre mismo».

«La fe nos enseña que en Cristo Jesús, Palabra encarnada, llegamos a comprender la grandeza de nuestra misma humanidad, el misterio de nuestra vida en la tierra y el sublime destinos que nos espera en el cielo».

Además, según subrayó, «la fe nos enseña que somos criaturas de Dios, hechas a su imagen y semejanza, dotadas se una inviolable dignidad y llamadas a la vida eterna».

«Allí donde se empequeñece al hombre, el mundo que nos rodea queda mermado, pierde su significado último y falla su objetivo», consideró.

«Lo que brota de ahí es una cultura no de la vida, sino de la muerte. ¿Cómo se puede considerar a esto un ‘progreso’?», se preguntó. «Al contrario, es un paso atrás, una forma de retroceso, que en último término seca las fuentes mismas de la vida, tanto de las personas como de toda la sociedad».

En la homilía, el Papa hizo un emotivo acto de petición de perdón en nombre de la Iglesia a las personas que han sufrido abusos sexuales por parte de sacerdotes.

Después de la misa, Benedicto XVI almorzó con los obispos australianos y con su séquito en la casa de la catedral.

Luego, poco antes de las 19,00, hora local, llegó al hipódromo de Randwick para celebrar la vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud con 235.000 participantes.

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ZENIT Staff

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