CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 23 julio 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI antes de abandonar Australia rezó con víctimas de abusos sexuales como gesto de apoyo, consuelo y reparación. Días antes había exigido el compromiso de toda la Iglesia para que algo así no vuelva a suceder. El arzobispo Philip Wilson de Adelaida, presidente de la Conferencia Episcopal de Australia, coincide en que la Iglesia necesita un plan no sólo para responder sino para evitar que estos actos se den en el futuro.
La semana pasada el arzobispo Wilson estuvo acompañando personalmente al Papa mientras presidía las celebraciones de la Jornada Mundial de la Juventud, que culminó el domingo con la Misa de clausura.
En esta entrevista con Zenit, el arzobispo comenta las medidas concretas que se necesitan para evitar una futura crisis de abusos sexuales, así como el efecto que tuvo en Sydney la Jornada Mundial de la Juventud.
–¿Cómo ha acogido la mención del tema de los abusos sexuales por Benedicto XVI durante sus homilía al clero en Australia?
–Arzobispo Wilson: El Santo Padre habló muy bien como pastor de la Iglesia sobre los abusos sexuales en Australia que fueron perpetrados por clero y religiosos.
Y expresó cuánto esto le ha dolido a él personalmente y cuánta pena le ha dado y cómo se deben hacer las cosas para responder con compasión, especialmente a las personas que han sido víctimas de abusos. Pero también ha pedido hacer el trabajo que es necesario para asegurar que esto no suceda otra vez; que necesitamos trabajar todos para que los niños puedan ser protegidos y cuidados en nuestra comunidades sin que corran peligro.
–¿Puede darnos un panorama de lo que se ha hecho y de lo que piensa hacer la Iglesia en Australia al respecto?
–Arzobispo Wilson: Pienso que la gente en todos los sitios esta trabajando realmente duro para crear los modos más apropiados de respuesta, tratando de ayudar realmente a las víctimas, y hacer de modo que admitamos la culpa que haya en todo esto.
Si admitimos que esta gente, que pertenece a la Iglesia, que ha hecho cosas tan terribles, debemos responder de manera apropiada y al mismo tiempo realista.
No se trata de pedir disculpas y luego no hacer nada. Tiene que haber modos concretos de gestionarlo. Y en Australia hemos sido muy fuertes en esto, desde 1996 hemos tenido un programa llamado «Hacia la curación» tenía este objetivo.
Ha funcionado realmente bien. La gente que es víctima tiene mucho que decirnos, y el programa «Hacia la curación» ha cambiado un par de veces sus procedimientos en respuesta a lo que las víctimas dicen.
–La Iglesia, ¿está haciendo el mejor trabajo posible?
–Arzobispo Wilson: Sí. En el pasado me ha preocupado mucho el que hay varios puntos del programa que la Iglesia necesita afrontar.
El primero es que debemos tener un programa para actuar con los perpetradores. Si la gente hace esto, deben ser detenidos y detenidos con todo el poder que la Iglesia tiene.
En segundo lugar, si hay cualquier actividad delictiva, ésta debe ser comunicada directamente a las autoridades.
En tercero, tenemos que ser muy cuidadosos en nuestro proceso de selección de la gente que viene al sacerdocio y a la vida religiosa para asegurar que están lo más sanos posible, psicológica y también físicamente, y bien preparados para la vida que se les pide vivir.
En cuarto lugar, como el Santo Padre dijo -y le aplaudo por ello- necesitamos mirar lo que necesitamos hacer como comunidad para desarrollar mejores sistemas de protección de los niños. Esto significa que tenemos que mirar a qué clase de procesos tenemos que introducir para dar a los niños el mejor nivel de protección que podamos.
–Después de tanto escepticismo sobre la Iglesia en los medios laicos, ¿qué piensa que ha hecho la Jornada Mundial de la Juventud para cambiar la actitud hacia la Iglesia?
–Arzobispo Wilson: No estoy seguro de que haya un afecto general, pero pienso que la experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud, no sólo en Sydney sino en otras áreas de Australia, da a la gente una nueva perspectiva de la Iglesia.
Porque a menudo la gente piensa que la Iglesia católica está totalmente desconectada de la gente joven. Hay dificultades que originan que vivamos en una cultura que no anima a la gente a tener fe o a seguir a la Iglesia.
Pero el hecho es que hay casi 500.000 jóvenes de todo el mundo que han venido aquí casi diciendo explícitamente que quieren afirmar su fe; que han venido para ser guiados, no sólo por el Papa sino por sus propios obispos.
Se han implicado en programas de formación, no sólo de diversión, con una dimensión espiritual fundamental. Me parece que nos da una diferente perspectiva de la Iglesia en este momento.
–¿Qué necesita hacer la Iglesia en Australia tras la Jornada Mundial de la Juventud?
–Arzobispo Wilson: No pienso que nuestro trabajo esté nunca hecho. Tratar de explicar quiénes somos no tanto por lo que decimos sinos por lo que vivimos.
Podría dar a la gente largas lecciones de teología sobre la Iglesia y hablar sobre la realidad de la «communio» (comunión). Y esto es bueno y potente, pero no es nada comparado con la experiencia real de la «communio».
Esto es lo que tenemos que hacer. Tenemos que dar a los jóvenes de todas partes esta experiencia de comunidad. Y las actividades de la Jornada Mundial de la Juventud han ofrecido esto, como pude constatar de primera mano cuando visité una parroquia de Sydney para dar una catequesis a un grupo.
Cuando llegué temprano por la mañana, la comunidad parroquial estaba generosamente alimentando y cuidando a los peregrinos, lo que influyó en el modo en que se relacionaban mutuamente. Después se reunieron para rezar y participaron en un foro conmigo, que fue seguido por la Misa y la comida. Los jóvenes estaban abrumados por la generosidad y la atención recibida.
Algo te sucede cuando vas a un sitio y la gente generosamente te da de comer. Esta es una expresión real de nuestra «communio» y hospitalidad, que ayuda al presentar nuestra misión al mundo.
Y san Francisco de Asís tenía razón cuando decía que hay que predicar más con el ejemplo que con las palabras.
Podemos usar bellas palabras para explicar lo que estamos haciendo pero no tienen el mismo impacto que cuando la gente experimenta este amor de un modo físicamente interactivo.
Por Catherine Smibert, traducido del inglés por Nieves San Martín