Las inesperadas aplicaciones de la "Humanae Vitae", 40 años después (I)

Entrevista con Thomas Hilgers, pionero de las tecnologías naturales procreadoras

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ROMA, viernes, 25 julio 2008 (ZENIT.org).- De no ser por la «Humanae Vitae», buena parte de la medicina reproductiva natural y de la lucha contra la infertilidad practicada hoy no habría existido, afirma el pionero de las tecnologías naturales procreadoras (Natural Procreative Technologies, NaPro).

El doctor Thomas Hilgers es el cofundador del Instituto Pablo VI, de Omaha, Nebraska (Estados Unidos). También ha desarrollado el Creighton Model Fertility Care System y es autor de «The Medical and Surgical Applications of NaProTechnology» (Aplicaciones médicas y de cirugía de NaProTechnología).

Con ocasión del 40 aniversario de la publicación de la encíclica «Humanae Vitae», el 25 de julio de 1968, la Academia Americana de Profesionales de Fertilidad tuvo sus encuentro anual el mes pasado en Roma.

En esta entrevista concedida a Zenit, Hilgers habla de los comienzos del efecto que la «Humanae Vitae» ha tenido en su carrera profesional.

La segunda parte de esta entrevista se publicará el domingo.

–¿Dónde comenzó la idea de fundar el Instituto Pablo VI? ¿Cuál fue su inspiración?

–Hilgers: Yo estaba estudiando medicina cuando tuvo lugar en la Iglesia católica todo el debate sobre el control de la natalidad. El Papa Juan XXIII había nombrado una comisión pontificia sobre el control de nacimientos que se había encontrado y había escuchado a expertos en medicina, filosofía, teología y sociología, considerando la postura de la Iglesia sobre la anticoncepción.

Conforme se escapaban noticias de esta comisión, parecía que recomendarían probablemente un cambio en la postura de la Iglesia, pero sólo se conocía una parte de la historia.

Cuando se publicó «Humanae Vitae» en julio de 1968, pensé que lo mejor sería leerla. Así que me fui a ver a mi capellán del Newman Club en la Universidad de Minnesota y le pregunté dónde podría conseguir un ejemplar de la «Humanae Vitae». Y su comentario fue: «¿Para qué quieres leer ese tipo de basura?».

Esto me irritó. Su papel no era el de hacerme un comentario editorial. Era un sacerdote, un sacerdote católico. Debía compartir al menos lo que la Iglesia estaba diciendo, y no tener miedo de hacerlo.

Un par de meses después, los Caballeros de Colón presentaron un anuncio como suplemento del domingo. Por 25 centavos podrían enviarte un ejemplar. Lo hice y, cuando lo recibí, lo leí, y me convertí al instante.

Al final de la «Humanae Vitae», el Papa Pablo VI pedía a los hombres de ciencia, a los médicos y a los profesionales de la salud que hicieran algo, que se implicaran. Pensé que me estaba hablando a mí directamente. Y así lo hice.

He realizado un montón de investigaciones en la facultad de medicina. He trabajado con personas de la Universidad de Minnesota, aprendí a investigar y descubrí que me gustaba. Comencé mi primer proyecto de investigación en diciembre de 1968 en un sistema de planificación familiar natural. No fui muy lejos, pero al menos fue el comienzo.

Tras unos pocos años de preparación en obstetricia y ginecología, me encontré en 1972 con el doctor John Billings. Había escuchado una presentación sobre el método Billings y eso me puso en el camino de lo que realmente quería. El método Billings era nuevo y tenía detrás de sí un concepto diferente y pensé que era digno de estudio.

También sufrió ataques como cualquier cosa en este campo y pensé que alguien debería tomarse un tiempo para hacer una revisión independiente del mismo.

Comenzamos en 1976 cuando estaba en la facultad en la Escuela de Medicina de la Universidad de St. Louis. Y en un año y medio descubrimos este lenguaje, un lenguaje común que las mujeres podrían usar cuando hicieran sus observaciones, que los médicos supieran lo que ellas observaban y con el que podrían relacionarse sus profesores. Todo el mundo estaba usando el mismo lenguaje. Era fabuloso. Fue el comienzo de todo.

Nuestro trabajo comenzó así con la investigación del método natural de planificación familiar. Resultó que el método Billings, que se convertiría después en el Modelo Creighton del método de ovulación, pasó a ser algo natural, algo que puede recomendar un ginecólogo a sus pacientes que tienen otro problemas como infertilidad, embarazos malogrados, reglas anormales o cualquier otra situación ginecológica. Si estaban en edad reproductiva, les pedía a las mujeres que anotaran sus ciclos.

–¿Quiere decir que comenzó con la ventaja de anotar los ciclos?

–Hilgers: Sí, en cierto sentido fue así. En uno de los atlas publicados por los Billings en 1974 o en 1976, había unas anotaciones de una paciente que era infértil, y se mostraban cosas que normalmente no se reflejaban en mujeres de fertilidad normal. Las mujeres anotan ciclos secos. Pensé que no había razón para pensar que los Billings habían publicado algo que no era verdad. Lo creí.

Me ocurrió algo divertido cuando, al hacer nuestra primera sesión introductoria en 1976, había dos personas con problemas de infertilidad que se dirigieron a mí. Al final de la presentación hablé con ellas para intentar solucionar su problema. Pero no querían. Pensaban que no había nada que hacer.

No obstante, continué tratando a personas con problemas de fertilidad, de forma que comenzamos a aplicar el sistema a otros problemas ginecológicos.

Así pasamos 15 años en los que no sólo estudiamos el sistema desde un punto de vista de planificación familiar, profundizando en él, sino que empezamos a aplicarlo y a aprender de nuestras pacientes con problemas ginecológicos y reproductivos.

En 1991, publiqué un pequeño libro titulado «Aplicaciones médicas de la planificación familiar natural: guía médica a la Naprotecnología». Fue la primera vez que se utilizó la palabra. Aquel libro tuvo un impacto increíble en la gente y siempre me he sentido sorprendido por ello. No pensé en él como en un gran libro.

Para mí fue asombroso, porque ahora tenemos médicos incorporados a nuestro programa. Fue verdaderamente excitante para mí personalmente porque trabajé durante mucho tiempo sin ningún apoyo.

Ahora, nuestra comprensión sigue creciendo y desarrollándose. Todavía no comprendemos todo. Así en el año 2004 publicamos un libro de texto médico y ahora estamos intentando ponerlo en práctica y seguir investigando.

–Cuando usted comenzó con este trabajo a principios de los setenta, ¿preveía que treinta años después iba a ver el desarrollo que ha tenido?

Hilgers: No. Suelo decir con respecto al desarrollo que ha tenido lugar, que ha ocurrido en parte porque nunca cerré la puerta a nada. La gente me pregunta cuáles fueron mis metas y objetivos. Yo respondo: «no tengo metas ni objetivos». Y esto porque no sabía adónde nos llevaría este trabajo.

Así, me fui dando cuenta con el tiempo de que uno comienza por ver las cosas que nunca hubiéramos visto si hubiera cerrado la puerta en 1978 y si hubiera dicho que aquello era todo lo que teníamos que saber.

Dejamos la puerta abierta y nos vinieron más y más cosas, ya sea una mujer con infertilidad, embarazos malogrados repetitivos o una cistitis ovárica recurrente…; seguimos aprendiendo y en gran medida aquella puerta sigue abierta. Luego comenzamos a darnos cuenta de que con la Naprotecnología, aquella puerta quedó plenamente abierta, y logramos algo que merecía la pena.

Pero para responder directamente a su pregunta, no teníamos, en absoluto, ni idea y, por supuesto, una meta al comenzar esto. Sólo lo que empezamos a ver investigando.

–Osea, ¿la «Humanae Vitae» no ha tenido sólo impacto en la planificación familiar?

–Hilgers: Estoy seguro de que si en aquel momento alguien me hubiera preguntado, «quisiera saber si este método funciona como un sistema de planificación familiar, como un método para evitar un embarazo», probablemente
le habría dicho que era eficaz, puesto que es allí donde estábamos en aquel momento.

Pero aquello no era un punto final en sí mismo, porque para mí tenían mucho sentido, como ginecólogo, los flujos vaginales o las reglas como señales de problemas subyacentes. Incluso pensando como ginecólogo, sabemos muy poco sobre estas cosas incluso hoy en día, pero me siento pasmado de qué pocos ginecólogos saben de estas cosas.

Ha sido un viaje increíble en ese sentido porque no te esperas que cosas como ésas ocurran.

–¿Qué le gustaría que ocurriera dentro de la Iglesia institucional?

–Hilgers: Hay probablemente dos respuestas a esta cuestión. En nuestra conferencia traté el papel que la «Humanae Vitae» y la Iglesia católica desempeñaron en el desarrollo de la Naprotecnología. Me parece absolutamente claro que nada de esto hubiera ocurrido si no estuviera la Iglesia.

Puedo personalmente volver a cuando usted me preguntó sobre cuál era mi motivación. Mi motivación fue la «Humanae Vitae». Es claro y simple, recuerdo el día en que la leí. El día en que me di cuenta de que era un fundamento en esta área. Pero no tenía ni idea de que se desarrollaría de esta forma.

Al mismo tiempo, la Iglesia tenía un papel absolutamente claro; si la Iglesia no hubiera hecho su parte, esto nunca se hubiera logrado. Estoy totalmente convencido de ello. Y entonces, te preguntas si no hubiéramos tenido esa visión, esa dirección de la Iglesia, ¿qué habría ocurrido? Si la Iglesia no hubiera hablado no habría esperanza hoy en el área de la medicina reproductiva o en el área pro vida.

En cuanto al otro lado de almoneda, la «Humanae Vitae» también trajo un montón de disensión y controversia y creo que la Iglesia ha respondido bien a todo esto en general. Creo que los líderes de la Iglesia son en cierto modo tímidos y han sido intimidados por la gente que disentía.

Ellos, los líderes, los obispos y más arriba, e incluso los sacerdotes y los religiosos católicos, no se tomaron tiempo para estudiar esto, estudiar los acontecimientos que estaban teniendo lugar, estudiar los avances durante ese periodo, de forma que adquirieran su propia sensación de confianza en estos avances.

Necesitamos que la organización de la Iglesia sea capaz de avanzar en esto. Me queda claro también que es necesario que la Iglesia siga implicada, pero ahora de una forma mucho más práctica, para que la gente se sienta animada a hacer este trabajo y a aportar fondos.

Ha sido una gran lucha hacer esto sin ninguna financiación exterior. En este sentido la Iglesia sigue teniendo un papel enorme y tiene que seguir a la cabeza en el área filosófica y teológica, con lo que tiene que ver con la investigación sobre fecundación in vitro, clonación, investigación con células madre de embriones. Todo esto surge de la anticoncepción y, obviamente, necesitamos a gente trabajando también en estos temas.

Por Robert Conkling, traducción del original inglés realizada por Justo Amado 

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ZENIT Staff

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