CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 1 septiembre 2008 (ZENIT.org).- Invertir en los jóvenes gitanos en cuanto protagonistas de sus sociedades en el futuro es la invitación dirigida por el arzobispo Agostino Marchetto, secretario del Consejo Pontificio de Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes, con motivo del VI Congreso Mundial de la Pastoral para los Gitanos, que se celebra en Freising, Alemania, del 1 al 4 de septiembre.
Son más de 150 los participantes en el evento que debatirán sobre el tema «Los jóvenes gitanos en la Iglesia y en la Sociedad».
«Los jóvenes de hoy son quienes formarán la sociedad de mañana, en sus manos está el futuro de las naciones –explicó el prelado en una entrevista concedida a Radio Vaticana–. Sobre ellos está concentrada la atención y las expectativas de los estados en un mañana quizá mejor».
Por este motivo, añadió, «es necesario ‘invertir’ en los jóvenes, es decir ofrecerles oportunidades de educación y formación profesional, de crecimiento y de desarrollo de aquél gran potencial humano y espiritual que llevan en sí».
Los jóvenes gitanos, lamentó, están normalmente más sujetos a las discriminaciones. Por este motivo, en el Congreso se quieren «considerar sus necesidades espirituales y materiales, denunciar y sanar las situaciones de desventaja que objetivamente pesan sobre ellos, y, además, detectar modos más adecuados con los que sostener su formación humana, profesional y religiosa».
«Además, les ofreceremos la posibilidad de expresar las propias expectativas y necesidades para favorecer una auténtica integración (que no asimilación) y una mayor participación en los proyectos y en las decisiones y actividades que les afectan».
El arzobispo Marchetto recordó que el número de agentes pastorales a favor de los gitanos ha aumentado notablemente en todo el mundo, hasta el punto de que hoy en casi todos los países europeos existe una estructura pastoral específica.
El año pasado, añadió, el dicasterio convocó el Primer Encuentro Mundial de Sacerdotes, Diáconos y Religiosos de origen gitano, que contó con unos cuarenta participantes.
Para favorecer una mejor pastoral específica, el Consejo Pontificio publicó además, el 8 de diciembre de 2005, Orientaciones para una Pastoral de los Gitanos, «el primer Documento de la Iglesia, en su dimensión universal, dedicado a la población gitana y a los nómadas en general».
En el texto se afirma que para la Iglesia la acogida de los gitanos representa un desafío, al que el prelado considera posible responder «gracias, en gran parte, a las personas que están empeñadas en la pastoral de los gitanos, pero sobre todo gracias a los gitanos consagrados».
«Para poder hablar de una auténtica acogida, entendida también en términos de integración y de encuentro de culturas, es necesario un gran cambio de mentalidad, también en el ámbito civil», subrayó.
«Lamentablemente -denunció–, muy a menudo sin embargo en nuestras relaciones con los gitanos nos dejamos guiar por prejuicios y preconceptos hacia ellos». De los informes que llegan de las Iglesias locales se constata en efecto que «un poco por todas partes los gitanos son víctimas de discriminación, desigualdad, además de racismo y xenofobia».
Frente a esta situación, la Iglesia propone en primer lugar «un esfuerzo común por un mejor conocimiento de la situación de las comunidades gitanas, de su cultura e historia, desde su interior», gracias a escuelas, medios de comunicación y mediadores culturales, ofreciendo «una imagen también positiva de los gitanos para desarraigar preconceptos existentes».
Del mismo modo, por parte de los jóvenes gitanos, debe existir la conciencia de deber colaborar en una mejor inserción en la sociedad, porque «será difícil poder hablar de un futuro constructivo de los gitanos si estos no se implican plenamente en las políticas que les afectan».
En cuanto al mensaje del encuentro de Freising, el arzobispo subrayó el deseo de «asegurar a los gitanos que están en el centro de la preocupación de la Iglesia, en cuanto hijos del mismo Padre. Aunque a menudo relegados a los márgenes de la sociedad y discriminados, siguen ocupando el puesto que les corresponde, como dijo Pablo VI, ‘en el corazón de la Iglesia'».
«Queremos animar a los jóvenes gitanos a un compromiso concreto y duradero por mejorar las condiciones de vida de sus comunidades, y por defender la propia dignidad y los propios derechos», añadió, subrayando que «al mismo tiempo no se dejará de recordarles también el deber de asumir todas las obligaciones que comporta una participación responsable en la vida social, política y eclesial».
El Congreso representa además una invitación «a los hombres de buena voluntad y a las comunidades de acogida, a abrir caminos de confianza y respeto, de comprensión y perdón reciproco», no olvidando nunca que «el respeto a la dignidad trascendente de la persona humana es el principio supremo que debe gobernar la convivencia humana, cultural y religiosa».
El prelado aludió por último al papel de los Estados, a los que lanzó un llamamiento «para que adopten una normativa que verdaderamente tutele los derechos de las poblaciones gitanas y las proteja de la discriminación, del racismo y marginación», así como «una invitación a un diálogo abierto y constructivo con los representantes gitanos».
Traducido del italiano por Nieves San Martín