RIMINI, lunes, 1 septiembre 2008 (ZENIT.org).- «Este es todavía el tiempo de los mártires para la Iglesia», sostiene monseñor Rino Fisichella, presidente de la Pontificia Academia para la Vida.
En una entrevista al diario «Libero», con motivo del Mitin por la Amistad entre los Pueblos de Rímini, Italia, aludiendo a los actos de violencia e intolerancia realizados por fundamentalistas hindúes en la región india de Orissa, afirmó que «la Iglesia es objeto de violencia».
«En un mundo que progresa y considera adquiridos los valores de democracia y libertad -observó–, se asiste a episodios de violencia e intolerancia inauditos».
Según el prelado, «vivimos la fase probablemente más crítica de la cultura de Occidente, en la que falta un profundo respeto por el cristianismo, que es la raíz de la misma civilización occidental. Es como si un hijo repudiase a su propia madre».
«Dado que formamos un solo cuerpo -subrayó sin embargo–, las heridas y la muerte de otros cristianos nos tocan en primera persona, como si fuéramos martirizados nosotros mismos».
Monseñor Fisichella se refirió luego a la situación en Italia, afirmando que hay quien intenta «aislar y ridiculizar a la fe cristiana, en especial a la católica».
«El objetivo -explicó- es el de marginar el papel de la Iglesia en la escena pública. Pero no se comprende que estos ataques golpeen en cambio el corazón mismo de la libertad».
En su intervención del 29 de agosto como motivo del encuentro titulado «Iglesia y modernidad: el diálogo necesario», monseñor Fisichella dijo que «la Iglesia en el curso de sus dos mil años es todavía protagonista en la vida de las personas» y que «si no fuéramos creíbles, el mundo no nos insultaría porque pensaría que somos de los suyos».
«Justo porque somos creíbles -subrayó–, justo porque somos capaces de dar mártires, justo porque somos capaces todavía hoy, ininterrumpidamente, de llevar aquella Palabra de vida, justo por esto el mundo no nos quiere. Por el contrario, nos quiere como números».
En una entrevista a «Il Sussidiario», el prelado recordó sin embargo que el hombre necesita a la Iglesia y que, en especial, el hombre «necesita que hay un sujeto que anuncie que hay en la historia una presencia salvífica».
«La Iglesia no es sólo aquella que anuncia -observó–, sino aquella que sigue haciendo visible la obra de Cristo».
«El hombre de hoy necesita encontrar a Cristo para ser protagonista; y necesita a la Iglesia para encontrar al Cristo resucitado».
«La modernidad necesita a la Iglesia porque la Iglesia puede hacernos comprender cuál es el itinerario necesario para realizar y alcanzar un progreso y un desarrollo que sean plenamente humanos», concluyó.
Por Mirko Testa