CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 5 septiembre 2008 (ZENIT.org).- El domingo 12 de octubre Benedicto XVI canonizará a cuatro beatos durante una celebración eucarística en la plaza de San Pedro del Vaticano, entre ellos se encuentra la primera santa india.
Se trata de Alfonsa de la Inmaculada Concepción (Anna Muttathupadathu); de la suiza María Bernarda Bütler, evangelizadora de Ecuador y Colombia; de la ecuatoriana Narcisa de Jesús Martillo Morán; y del sacerdote italiano Gaetano Errico.
La primera santa india
En momentos en los que los cristianos en la India sufren una dura persecución, la Santa Sede confirma la canonización de Alfonsa de la Inmaculada Concepción (su nombre de pila Anna Muttathupadathu), religiosa de la Congregación de las Clarisas de la Tercera Orden de San Francisco.
Nació en Kudamaloor, archidiócesis de Changanacherry (estado de Kerala), el 19 de agosto de 1910. Perdió a su madre siendo sólo un bebé. Se encargó de ella su tía, quien deseaba casarla.
Pero Anna se orientaba con firmeza a dedicar por entero su vida a Jesucristo a ejemplo de Santa Teresa de Lisieux. Ingresó en el convento de las Franciscanas Clarisas, en Bharananganam, el 2 de agosto de 1928. Recibió el nombre de Alfonsa.
Su delicada salud se tenía por obstáculo en su camino en la vida religiosa, de manera que sus superioras deseaban que regresara a casa. Alfonsa perseveró en su vocación y compromiso. Tras muchas dificultades, pudo emitir sus votos perpetuos el 12 de agosto de 1936.
Consideró toda su vida como un holocausto a Dios; ofrecía cada sufrimiento por el Sagrado Corazón de Jesús.
Concluyó su vida entre grandes dolores, encomendando serenamente su alma pronunciando los nombres de Jesús, María y José. Era el 28 de julio de 1946. Tenía 35 años.
Fue beatificada por Juan Pablo II en la India, en Kottayam, el 8 de febrero de 1986.
La sepultura de la beata Alfonsa, en Bharananganam, cerca de Kottayam, recibe la visita de numerosísimos fieles durante el año.
El primer santo de origen indio es el jesuita Gonzalo García, nacido en Vasai, cerca de Bombay. Fue canonizado en 1862. Murió mártir en Nagasaki (Japón) en 1597 con san Pablo Miki y otros compañeros.
Una suiza evangelizadora de Ecuador y Colombia
En la lista de los futuros santos aparece también María Bernarda Bütler, fundadora de las hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, cuyo nombre de pila era Verena Büttler.
Nació en Auw, Suiza el 28 de mayo de 1848 en un hogar sencillo de padres campesinos. En 1867 ingresó al monasterio franciscano de María Auxiliadora en su país. Dos años más tarde hizo su profesión religiosa donde tomó el nombre de María Bernarda del Sagrado Corazón de María.
Junto con seis compañeras partió para Ecuador en 1888, donde fundó la Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, cuyo carisma es la extensión del reino de Dios a través de las obras de misericordia.
Siete años más tarde, tras la persecución contra religiosos liderada por el entonces presidente ecuatoriano Eloy Alfaro, la madre María Bernarda y sus hermanas abandonaron el país y fueron acogidas en Cartagena por el entonces obispo de aquella diócesis, monseñor Eugenio Biffi.
La Madre Bernarda permaneció 29 años en Cartagena, hasta que murió en 1924 a los 76 años de edad.
«No tenía una visión dividida del ser humano sino íntegra, de la misma iba la enseñanza humana y espiritual. Encarnó las enseñanzas de San Francisco sobre la paz. Sus testimonio habla mucho de la vida interior», ha asegurado para Zenit la hermana Teresita Giraldo, directora de la clínica Madre Bernarda en Cartagena.
Narcisita, laica consagrada ecuatoriana
Narcisa de Jesús Martillo Morán nació en un pueblo llamado Nobol de la diócesis de Guayaquil, Ecuador. Sus padres eran agricultores y fue la sexta de nueve hijos. Su madre murió cuando era pequeña. Era aficionada a la costura, al servicio doméstico, también al canto y la guitarra.
La búsqueda de una dirección espiritual la llevó a trasladarse a Guayaquil cuando tenía unos 20 años donde llevaba una vida pobre y se alojaba en lugares sencillos.
Quiso seguir el ejemplo de la vida de la santa también ecuatoriana Marianita de Jesús (1618 – 1645). Sus biógrafos las consideran como almas gemelas.
Por haberse santificado tanto en el campo como en la ciudad, y en su patria como fuera de ella, muchos emigrantes le tienen especial devoción.
En Guayaquil conoció al sacerdote franciscano Fray Pedro Gual que residía en Lima. Narcisa se encontraba sin director y él comenzó a ayudarle espiritual y materialmente y por ello le pidió que se trasladara a Lima donde se estableció en el Beaterio del Patrocinio.
Practicaba la caridad especialmente con los pobres y enfermos a quienes les preparaba infusiones de yerbas con las que mejoraban.
Anheló siempre reproducir la pasión de Cristo y realizaba sacrificios con azotes y coronas de espinas. Murió en el día de la inauguración del Concilio Vaticano I, ofreciendo sus últimos sufrimientos por este importante evento eclesial.
«En Narcisita brillan la humildad y la caridad, practicados en grado heroico así como la penitencia adecuada a la época, la expiación de los pecados de su pueblo, especialmente de los sacerdotes y el irradiar a Cristo en medio del pueblo», ha asegurado a Zenit monseñor Roberto Pazmiño, vicepostulador para la causa de su canonización.
Profeta de la Misericordia de Dios
Gaetano Errico nació en Secondigliano, a las afueras de Nápoles, el 19 de octubre de 1791, y falleció en esa localidad el 29 de octubre de 1860.
Como sacerdote aprendió a conocer el corazón del ser humano caminando entre la gente que de la miseria material caía en la miseria moral: visitaba a los enfermos terminales en el hospital napolitanos de los «Incurables», y a los encarcelados.
Fue confesor a todas las horas del día y de la muerte hasta su lecho de muerte. Con la confesión trataba de mostrar la misericordia del amor de Dios, en tiempos en los que el jansenismo presentaba una visión rigorista de la fe cristiana.
Fue consejero espiritual de cardenales arzobispos de Nápoles, y del rey de ese reino, Fernando; pero al mismo tiempo se le acercaban los más pobres en búsqueda de orientación.
A todos les repetía: «Pasad mucho más tiempo a los pies de Jesús sacramentado que a los pies del confesor».
Quiso hacer de su vida una profecía de la misericordia de Dios, motivo por el cual llamó a la congregación que fundó Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.