PARÍS, sábado, 13 septiembre 2008 (ZENIT.org).- Desde la catedral de Notre-Dame Benedicto XVI ha elevado una apremiante plegaria por la unidad entre los cristianos.
Se unieron a la imploración, en la tarde de este viernes, no sólo los 2.000 sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y diáconos católicos, sino también los representantes de las de las Iglesias cristianas y de las comunidades eclesiales presentes en Francia.
En la homilía de la celebración de las vísperas el Papa dejó espacio con estas palabras a una de las preocupaciones principales de su pontificado: «con una confianza inquebrantable en el poder de Dios que nos ha salvado ‘en esperanza’ y que quiere hacer de nosotros un solo rebaño bajo el cayado de un solo pastor, Cristo Jesús, ruego por la unidad de la Iglesia».
Tras saludar «con respeto y afecto» a los representantes ecuménicos, el Papa aseguró que «el poder de la Palabra de Dios es tal que podemos todos tener confianza en él, como siempre lo hizo san Pablo, nuestro intercesor privilegiado en este año».
El obispo de Roma recordó que el apóstol de las gentes al despedirse de las primeras comunidades cristianas les dejaba en «manos de Dios y de su palabra, que es gracia», «poniéndolos en guardia contra toda forma de división».
«Pido ardientemente al Señor que crezca en nosotros el sentido de esta unidad de la Palabra de Dios, signo, prenda y garantía de la unidad de la Iglesia», afirmó.
«No hay amor en la Iglesia sin amor a la Palabra, no hay una Iglesia sin unidad en torno a Cristo redentor, no hay frutos de redención sin amor a Dios y al prójimo, según los dos mandamientos que resumen toda la Escritura santa», afirmó.
Al menos 40.000 personas, que no pudieron entrar en la catedral parisina, siguieron el acto desde los alrededores de Notre-Dame a través de grandes pantallas.