Benedicto XVI administra el sacramento de la Unción a diez enfermos en Lourdes

En la misa conclusiva de su viaje pastoral a Francia

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LOURDES, lunes, 15 septiembre 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI culminó su viaje a Francia con una misa en la que administró el sacramento de la Unción de los Enfermos a diez personas en la Explanada del Rosario en Lourdes.

Los enfermos, algunos de ellos en silla de ruedas, procedían de Francia, Alemania e Irlanda.

Recibieron la Unción, entre otros, un niño de la diócesis de Tarbes y Lourdes, una joven de la diócesis alemana de Münster, una mujer que pertenece a una familia de empleados de los santuarios de Lourdes, un joven con una enfermedad psíquica de Aigues Vives (Gard, Francia), una enferma peregrina de Meath (Irlanda), y el padre Joseph Bordes, antiguo rector de los santuarios de Lourdes.

Benedicto XVI hizo la unción en la frente y en las manos de los enfermos pronunciando estas palabras: «Por esta santa Unción, y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad».

Entre los 70.000 peregrinos que participaron en la eucaristía, muchos eran enfermos, acompañados por familiares, amigos o por los voluntarios hospitalarios de Lourdes. El mismo Papa dio también la comunión a enfermos.

«Cristo dispensa su salvación mediante los sacramentos y de manera muy especial, a los que sufren enfermedades o tienen una discapacidad, a través de la gracia de la Unción de los Enfermos», afirmó el obispo de Roma.

En la homilía, constató que «para cada uno, el sufrimiento es siempre un extraño. Su presencia nunca se puede domesticar. Por eso es difícil de soportar y, más difícil aún -como lo han hecho algunos grandes testigos de la santidad de Cristo- acogerlo como ingrediente de nuestra vocación».

Por este motivo, el Santo Padre propuso afrontar el dolor y la enfermedad acogiendo «en sí a Cristo médico».

«Cristo no es médico al estilo de mundo –aclaró–. Para curarnos, Él no permanece fuera del sufrimiento padecido; lo alivia viniendo a habitar en quien está afectado por la enfermedad, para llevarla consigo y vivirla junto con el enfermo».

«La presencia de Cristo consigue romper el aislamiento que causa el dolor –aseguró–. El hombre ya no está solo con su desdicha, sino conformado a Cristo que se ofrece al Padre, como miembro sufriente de Cristo y participando, en Él, al nacimiento de la nueva creación».

«Sin la ayuda del Señor, el yugo de la enfermedad y el sufrimiento es cruelmente pesado. Al recibir la Unción de los Enfermos, no queremos otro yugo que el de Cristo, fortalecidos con la promesa que nos hizo de que su yugo será suave y su carga ligera», afirmó.

Y, como él mismo dijo, esta es la esperanza que el Papa quería ofrecer a los enfermos que recibieron este sacramento.

Como explica el Catecismo de la Iglesia Católica, los efectos de la celebración del sacramento de la Unción de los Enfermos es «un don particular del Espíritu Santo», «la unión a la Pasión de Cristo», «una gracia eclesial», y «una preparación para el último tránsito». (números 1520-15203).

El sacramento de la Unción de los Enfermos puede recibirse varias veces en la vida por enfermedades diferentes o por etapas diferentes de una misma enfermedad.

Puede leerse la homilía pronunciada por el Papa en la sección de Documentos de Zenit.

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ZENIT Staff

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