QUITO, miércoles 17 de septiembre de 2008 (ZENIT.org).- El padre Nicolás Dousdebés, secretario general adjunto de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), envió una carta al presidente de la República en la que solicita respetar, aunque no se compartan, las opiniones de los obispos y sacerdotes de la Iglesia.
En la misiva, el representante episcopal comienza manifestando su respeto a Rafael Correa Delgado «porque es una persona genuinamente preocupada por el bien común de los ecuatorianos».
Al mismo tiempo, el sacerdote le ruega «que respete, aunque no comparta, las opiniones de los obispos y sacerdotes de la Iglesia a la que usted pertenece».
El secretario adjunto de la CEE, cita el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que plantea que «toda persona tiene el derecho a expresar, por cualquier medio, su opinión sobre el asunto que fuera – y pide- «por favor no nos excluya del mismo».
«Lo cristianos –señala el padre Dousdebés en su mensaje– debemos amar la paz pero sin renunciar a la defensa de los valores del Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia la cual, a pesar de sus falencias, es una voz que como cualquier otra en una sociedad democrática, debería ser respetada y escuchada».
«Últimamente se le ha ofendido con epítetos insultantes por el único ‘delito’ de mostrar su desacuerdo con algunos puntos del proyecto de nueva constitución en los que hay ambigüedades que pueden ser interpretadas a favor del aborto (Art. 66,9 y 66,10); las uniones homosexuales equiparadas a la familia (art 67 y 68) y en contra del apoyo a la educación particular y fiscomisional (art. 344,2;347,4;348,2)».
«Esto es cierto, a pesar de que en el texto de Montecristi hay también muchos aspectos positivos que buscan más equidad y justicia en el país», aclara.
La propuesta constitucional será sometida a referéndum el 28 de septiembre.
Correa en declaraciones públicas acusó a la jerarquía católica de «hablar de Dios y no conocerlo, hablar del respeto a la vida y no respetarla»; «resucitar el conflicto Iglesia-Estado, que está superado hace cien años»; y «cerrar los templos para encausar a su rebaño a un enfrentamiento que no tiene otro fin que mantener el status quo».
El padre Dousdebés agrega en la carta que «los sacerdotes no somos espectros fantasmales vestidos de negro, ni pelucones, ni perversos mentirosos como su millonaria publicidad lo afirma, sino ciudadanos que, como usted, servimos al pueblo, a veces sin reconocimiento ni remuneración; no recibimos sueldo o prebenda alguna del estado y por eso tenemos la libertad para expresar que no estamos de acuerdo con todo lo que el poder plantea como si su voz fuera el criterio único de verdad, sobre todo en temas que afectan a la moral y a la vida».