CASTEL GANDOLFO, lunes 22 de septiembre de 2008 (ZENIT.org).- La Iglesia necesita hoy más que nunca obispos santos, reconoció Benedicto XVI este lunes al recibir a prelados ordenados en el último año.
Los obispos participaban en un curso, organizado por la Congregación vaticana para Obispos, y por la Congregación para las Iglesias Orientales, acogido por el Ateneo Regina Apostolorum, centro universitario dirigido por los Legionarios de Cristo.
Se trata de una «Peregrinación a la tumba de San Pedro y encuentro de reflexión para los nuevos obispos» que busca ofrecer a los obispos una visión general de las tareas más importantes que se encontrarán en su nueva misión a cargo de una diócesis.
En el curso participan 111 obispos, 101 de rito latino y 10 de Iglesias Orientales, de 33 países diversos.
A los nuevos obispos el Papa les dejó su consejo más sentido: buscar la santidad. Para ello les propuso el ejemplo de san Pablo, en el año en el que la Iglesia celebra los dos mil años de su nacimiento, y para ello les pidió escuchar con atención la Palabra de Dios.
«El ejemplo del gran apóstol llama a los obispos a crecer cada día en la santidad de la vida para tener los mismos sentimientos de Jesucristo», explicó el pontífice.
De hecho, les recordó, «el primer compromiso espiritual y apostólico del obispo debe ser progresar en la vida de la perfección evangélica»
Por este motivo, les exhortó «a confiar cada día en la Palabra de Dios para ser maestros de la fe y auténticos educadores de vuestros fieles».
Las palabras del Papa servían de preparación para el próximo Sínodo de los obispos del mundo que se celebrará en Roma sobre «La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia».
Encomendó a los obispos «a la potencia de la Palabra del Señor para que seáis fieles a las promesas que habéis pronunciado ante Dios y la Iglesia en el día de vuestra consagración episcopal».
«Progresando en el camino de la santidad, expresaréis esa autoridad moral indispensable y esa sabiduría prudente que se exige a quien está al frente de la familia de Dios».
«Esta autoridad es hoy más que necesaria que nunca. Vuestro ministerio será pastoralmente fructífero si se apoya en vuestra santidad de vida», concluyó.
