Certidumbre ante el futuro

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 3 de enero de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas, con el título «Certidumbre ante el futuro».

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Al terminar un año e iniciar otro, siempre nos preguntamos cómo será el futuro. ¿Viviremos, o quizá moriremos? ¿Tendremos salud, o la enfermedad nos aquejará, más que ahora? ¿Qué será de nuestra familia? ¿Los hijos podrán estudiar, trabajar, formar un hogar, prosperar? ¿Podremos realizar nuestros sueños y proyectos?

Una de las mayores incertidumbres es la cuestión económica. Ante la crisis global que estamos viviendo, ante el derrumbe de los mercados, ante el fracaso de los sistemas económicos en que muchos confiaron, ante el creciente desempleo, ante los sueldos tan raquíticos, ante el encarecimiento de las medicinas y los alimentos, ¿qué será de nosotros?

Muchos no le encuentran sentido a lo que ahora les pasa y no tienen esperanza; se sienten como plumas en el aire, sin bases firmes en las que sostenerse. Las estadísticas dicen que aumentan los suicidios. ¿Qué nos ofrece nuestra fe, ante estas situaciones?

JUZGAR

Hace poco, dijo el Papa Benedicto XVI: «La certeza de que Cristo está conmigo, de que en Cristo el mundo futuro ya ha comenzado, también da certeza de la esperanza. El futuro no es una oscuridad en la que nadie se orienta. No es así. Sin Cristo, también hoy el futuro es oscuro para el mundo, hay mucho miedo al futuro. El cristiano sabe que la luz de Cristo es más fuerte y por eso vive en una esperanza que no es vaga, en una esperanza que da certeza y valor para afrontar el futuro… Queremos que acabe este mundo injusto… Queremos que el mundo cambie profundamente, que comience la civilización del amor, que llegue un mundo de justicia y de paz, sin violencia, sin hambre. Queremos todo esto. Pero ¿cómo podría suceder esto sin la presencia de Cristo? Sin la presencia de Cristo nunca llegará un mundo realmente justo y renovado».

Y hace una oración, que hacemos nuestra: «¡Ven, Señor! Ven donde hay injusticia y violencia. Ven a los campos de refugiados. Ven donde domina la droga. Ven también entre los ricos que te han olvidado, que viven sólo para sí mismos. Ven donde eres desconocido. Ven y renueva el mundo de hoy. Ven también a nuestro corazón, ven y renueva nuestra vida. Ven a nuestro corazón para que nosotros mismos podamos ser luz de Dios, presencia tuya… Oramos para que Cristo esté realmente presente hoy en nuestro mundo y lo renueve» (Audiencia general del 12 de noviembre de 2008).

ACTUAR

No está en nuestras manos cambiar a todo mundo, modificar el sistema globalizado, evitar tanta violencia por el narcotráfico y los secuestros, asegurar nuestra economía. Hay cosas que nos exceden. Pero hay otras que dependen de nosotros.

Conoce a Jesús; acéptalo en tu corazón; déjate guiar por su ejemplo y su doctrina; verás que las cosas funcionan mejor. Esto no son palabras bonitas y consuelos baratos. Aprende a vivir en familia, como El. Respétense unos a otros, esposos entre sí, padres e hijos, parientes y vecinos. Que haya cariño, comprensión, ternura, diálogo, perdón, paciencia, trabajo compartido, confianza mutua. Con esas bases fundamentales, fe en Dios y armonía familiar, nos podemos enfrentar a cualquier eventualidad. Y esto no depende de que el gobierno y los sistemas cambien, sino de un cambio personal.

Evita gastos excesivos e innecesarios; educa y edúcate para ahorrar, para sentirte bien en la austeridad. Los tiempos no son para derroches y vanidades. No cambies ropa, carro, muebles, zapatos, celular, si no es indispensable. Cuida tu trabajo, sé puntual, responsable, bondadoso con tus jefes y compañeros. Si estás desempleado, busca alguna ocupación, la que sea, con tal de que sea digna, y no te quedarás sin lo necesario. Dios da de comer hasta a los pájaros, pero no en el nido; si buscan, encuentran.

Jesús trabaja y no se atiene a que es Dios, o a que José y María trabajen por él. San Pablo dice que quien no trabaja, no merece ni su comida. Si trabajamos, aunque sea en cosas sencillas, saldremos adelante.

Evita la embriaguez, la pereza, la indolencia, y no vivas de quejas y lamentos. Sé creativo, dinámico, emprendedor, responsable y no tires cosas que aún sirven. Así, tendrás certeza y esperanza ante el futuro. ¡Animo!

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ZENIT Staff

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