Benedicto XVI recoge la lección de Galileo

El universo no está gobernado por una fuerza ciega

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CIUDAD DEL VATICANO, martes 6 enero 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI recogió este martes, solemnidad e la Epifanía, la lección que ha dejado Galileo Galilei al pensamiento: el universo no está gobernado por una fuerza ciega, sino por el Amor.

En la homilía de la misa en la que los creyentes recuerdan a los Magos de Oriente, expertos en astronomía, que llegaron a Belén guiados por una estrella, el Papa recordó que en 2009 se celebra el cuarto centenario de las primeras observaciones de Galileo gracias al telescopio.

Este aniversario ha llevado a la UNESCO a proclamar el Año Mundial de la Astronomía.

Benedicto XVI aseguró que en estos momentos se da «un nuevo florecimiento», en este campo, «gracias a la pasión y a la fe de muchos científicos, que siguiendo las huellas de Galileo, no renuncian ni a la razón ni a la fe, es más, las valoran hasta el fondo a ambas, en su recíproca fecundidad».

«El pensamiento cristiano compara el cosmos a un ‘libro’ -así decía el mismo Galileo-, considerándolo como la obra de un Autor», añadió en su homilía.

Según este libro, afirmó, «el amor divino, encarnado en Cristo es la ley fundamental y universal de la creación. Esto no debe entenderse en sentido poético, sino real».

Así lo entendía el mismo Dante, recordó, cuando en el verso sublime que concluye el Paraíso y toda la Divina Comedia, define a Dios «el amor que mueve el sol y las demás estrellas».

«Esto significa que las estrellas, los planetas, el universo entero no están gobernados por una fuerza ciega, no obedecen sólo a las dinámicas de la materia», afirmó.

«Por tanto, no hay que divinizar los elementos cósmicos, sino por el contrario, en todo y por encima de todo está una voluntad personal, el Espíritu de Dios, que en Cristo se reveló como Amor», aclaró.

Por este motivo, aclaró, los hombres no son esclavos de los «elementos del cosmos», «sino que son libres, es decir, son capaces de relacionarse con la libertad creadora de Dios».

«Él está en el origen de todo y lo gobierna todo, pero no como un frío y anónimo motor, sino como Padre, Esposo, Amigo, Hermano, como Logos, ‘Palabra-Razón’, que se ha unido a nuestra carne mortal una vez para siempre y ha compartido plenamente nuestra condición, manifestando la sobreabundante potencia de su gracia», concluyó.

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ZENIT Staff

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