CIUDAD DEL VATICANO, jueves 8 de enero de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI lamentó este jueves, en su discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, las persecuciones que han sufrido miles de cristianos, especialmente en la India e Irak durante el año acaba de terminar.
Ante los embajadores reunidos en la Sala Regia del Palacio Apostólico Vaticano, el Papa dedicó un amplio pasaje de su intervención a la libertad religiosa, dentro del tema principal de su intervención, la pobreza y la paz.
«Las discriminaciones y los graves ataques de los que han sido víctimas, el año pasado, millares de cristianos, muestran cómo la que socava la paz no es sólo la pobreza material, sino también la pobreza moral. De hecho, es en la pobreza moral, donde dichas atrocidades hunden sus raíces», afirmó el Papa.
Pero advirtió también que en Occidente «se cultivan prejuicios u hostilidades contra los cristianos, simplemente porque, en ciertas cuestiones, su voz perturba».
Ante los representantes de las distintas naciones, el Santo Padre afirmó que «el cristianismo es una religión de libertad y de paz y está al servicio del auténtico bien de la humanidad», y que las religiones «pueden dar una valiosa contribución a la lucha contra la pobreza y a la construcción de la paz».
«Renuevo el testimonio de mi afecto paternal a nuestros hermanos y hermanas víctimas de la violencia, especialmente en Iraq y en la India», aseguró. El 13 de marzo apareció el cuerpo si vida del arzobispo caldeo de Mosul, en Irak, monseñor Paulos Faraj Rahho, de 65 años, quien días antes había sido secuestrado.
En 2008, en la India, en particular en el Estado de Orissa, según datos de la Conferencia Episcopal de ese país, la violencia de radicales hindúes contra los cristianos ha provocado 81 muertos, más de 40.00 desplazados del distrito de Kandhamal, 4.677 casas destrozadas, 236 iglesias y 36 conventos destruidos o seriamente dañados; cinco sacerdotes católicos heridos, así como la violación y el escarnio público de una religiosa.
El pontífice mostró su cercanía a las víctimas y les conminó a «no perder el ánimo» ante estas pruebas, y a no dejar de «proclamar el Evangelio desde las azoteas».
«El testimonio del Evangelio es siempre un ‘signo de contradicción’ con respecto al ‘espíritu del mundo’. Si las tribulaciones son duras, la constante presencia de Cristo es un consuelo eficaz», afirmó.
Por otro lado, pidió a los gobiernos de las naciones donde ha habido persecuciones cruentas contra los cristianos que «las autoridades civiles y políticas se dediquen con energía a poner fin a la intolerancia y a las vejaciones contra los cristianos, que intervengan para reparar los daños causados, en particular en los lugares de culto y en las propiedades; que alienten por todos los medios el justo respeto hacia todas las religiones, proscribiendo todas las formas de odio y de desprecio».
Libertad religiosa
En su discurso, el obispo de Roma aludió en varias ocasiones a la cuestión de la libertad religiosa, a la que dio gran importancia dentro de la búsqueda de la paz.
Refiriéndose en general a la situación de Asia, recordó que las comunidades cristianas que viven allí «a menudo son pequeñas desde el punto de vista numérico, pero desean ofrecer una contribución convencida y eficaz al bien común, a la estabilidad y al progreso de sus países».
El testimonio de estos cristianos expresa, explicó «la primacía de Dios, que establece una sana jerarquía de valores y otorga una libertad más fuerte que las injusticias. La reciente beatificación en Japón de ciento veinticuatro mártires lo ha puesto de relieve de forma elocuente».
El sucesor de Pedro recordó que la Iglesia «no pide privilegios, sino la aplicación del principio de libertad religiosa en toda su extensión», y pidió especialmente a los países asiáticos que «garanticen el pleno ejercicio de este derecho fundamental, en el respeto de las normas internacionales».
En otro momento, recordó sus viajes a Francia y a Estados Unidos, y con ellos la cuestión de la «sana laicidad».
«Una sociedad sanamente laica no ignora la dimensión espiritual y sus valores, porque la religión, y me pareció útil repetirlo durante mi viaje pastoral a Francia, no es un obstáculo, sino más bien al contrario un fundamento sólido para la construcción de una sociedad más justa y libre», advirtió.
El mundo mira a la Iglesia
Benedicto XVI, al recordar sus recientes viajes, constató que pudo «percibir las expectativas de muchos sectores de la sociedad con respecto a la Iglesia católica».
«En esta fase delicada de la historia de la humanidad, marcada por incertidumbres e interrogantes, muchos esperan que la Iglesia ejerza con decisión y claridad su misión evangelizadora y su obra de promoción humana», afirmó.
Por Inma Álvarez