El Papa pide redoblar los esfuerzos contra la pobreza para asegurar la paz

“Hoy más que nunca está en juego el destino de nuestro planeta y sus habitantes”

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 8 de enero de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI insistió este jueves, en su tradicional discurso anual al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, en la necesidad de luchar contra la pobreza para garantizar la paz en el mundo, y afirmó que para construir la paz «es necesario volver a dar esperanza a los pobres».

El Papa hizo balance de la situación internacional, especialmente de los conflictos existentes en el mundo, de la guerra y de la actividad terrorista, y constató que «no obstante los muchos esfuerzos realizados, la tan deseada paz todavía está lejana».

Sin embargo, añadió, «no hay que desanimarse ni atenuar el compromiso a favor de una auténtica cultura de paz, sino, por el contrario, redoblar los esfuerzos a favor de la seguridad y el desarrollo».

Dedicó una especial atención a la actual crisis económica y sus consecuencias especialmente para los países subdesarrollados.

En su discurso, el obispo de Roma quiso dirigir la mirada «hacia los muy numerosos pobres de nuestro planeta», especialmente en el actual contexto de crisis económica.

En línea con su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, recordó que para asegurar la paz en el mundo es necesario «combatir la pobreza».

También advirtió que es «urgente adoptar una estrategia eficaz para combatir el hambre y favorecer el desarrollo agrícola local, más aún cuando el porcentaje de pobres aumenta incluso en los países ricos».

En este sentido, aunque valoró positivamente los acuerdos sobre desarrollo alcanzados en la Conferencia de Doha, el Papa advirtió que «para resanar la economía, es necesario crear una nueva confianza» que «sólo se podrá alcanzar a través de una ética fundada en la dignidad innata de la persona humana».

«Sé bien que esto es exigente, pero no es una utopía», recalcó.

Hoy más que nunca, añadió el Santo Padre, «nuestro porvenir está en juego, al igual que el destino de nuestro planeta y sus habitantes, en primer lugar de las generaciones jóvenes que heredan un sistema económico y un tejido social duramente cuestionado».

Jóvenes, niños, ancianos e inmigrantes

Otro de los puntos en los que el Papa se detuvo fue en la importancia de las nuevas generaciones, especialmente los niños y los jóvenes, recordando también su encuentro de la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney.

El Papa expresó su convencimiento de que para «combatir la pobreza, debemos invertir ante todo en la juventud, educándola en un ideal de auténtica fraternidad».

Este ideal, recordó, está expresado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

«Mi discurso en la Sede de la Organización de las Naciones Unidas se sitúa en este contexto: sesenta años después de la adopción de la Declaración universal de los derechos humanos, quise poner de relieve que este documento se basa en la dignidad de la persona humana, y ésta a su vez en la naturaleza común a todos que trasciende las diversas culturas», afirmó.

Este reconocimiento de la dignidad de la persona debe llevar a «construir nuestra existencia y las relaciones entre los pueblos sobre unas bases de respeto y de fraternidad auténticas, conscientes de que esta fraternidad presupone un Padre común a todos los hombres, el Dios Creador».

Por otro lado, al detenerse en la situación de África, el Papa afirmó que la infancia «ha de ser objeto de una atención del todo particular: veinte años después de la adopción de la Convención sobre los derechos de los niños, éstos siguen siendo muy vulnerables».

En especial, el Papa recordó que «muchos niños viven el drama de los refugiados y los desplazados en Somalia, en Darfur y en la República democrática del Congo. Se trata de flujos migratorios que afectan a millones de personas que tienen necesidad de ayuda humanitaria y que ante todo están privadas de sus derechos elementales y heridas en su dignidad».

También recordó a los niños no nacidos, a quienes definió como «los seres humanos más pobres», así como a los ancianos y los enfermos.

Al hablar sobre América Latina, el Papa habló sobre los inmigrantes, y pidió que las legislaciones «tengan en cuenta las necesidades de los que emigran facilitando el reagrupamiento familiar y conciliando las legítimas exigencias de seguridad con las del respeto inviolable de la persona».

El desarme es necesario

El Papa aludió también en su discurso a la cuestión del desarme, y mostró la preocupación de la Santa Sede por «los síntomas de crisis que se perciben en el campo del desarme y de la no proliferación nuclear».

«La Santa Sede no cesa de recordar que no se puede construir la paz cuando los gastos militares sustraen enormes recursos humanos y materiales a los proyectos de desarrollo, especialmente de los países más pobres», afirmó el Papa.

En este sentido, recordó que la Santa Sede «ha procurado estar entre los primeros en firmar y ratificar la «Convención sobre las bombas de racimo», documento que tiene también el propósito de reforzar el derecho internacional humanitario».

«La pobreza se combate si la humanidad se vuelve más fraterna compartiendo los valores y las ideas, fundados en la dignidad de la persona, en la libertad vinculada a la responsabilidad, en el reconocimiento efectivo del puesto de Dios en la vida del hombre», concluyó.

Por Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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