Adiós de Benedicto XVI a un diplomático de Dios, el cardenal Laghi

Homilía en las exequias celebradas en la Basílica de San Pedro

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 13 enero 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI rindió homenaje este martes a la obra evangelizadora y diplomática al servicio de la Iglesia y de la paz que ha realizado el cardenal Pio Laghi, durante sus exequias.

«Pidamos al Señor que haga a nuestro hermano partícipe de la beatitud eterna –dijo–, cuyas primicias ha podido experimentar anticipadamente ya aquí en la tierra en la comunión eclesial, y en la edificación de lazos de paz y de concordia entre los pueblos y las naciones, ante las que ha sido enviado como representante pontificio».

Escuchaban al Papa en la Basílica de San Pedro del Vaticano los participantes en la liturgia exequial que acababa de ser presidida, en el altar de la cátedra de la Basílica de San Pedro del Vaticano, por el cardenal Angelo Sodano, decano del colegio cardenalicio, junto a otros cardinales presentes en Roma.

El Papa pronunció la homilía y participó en el rito de la ultima commendatio y de la valedictio, del purpurado italiano, patrono de la Soberana Orden Militar de Malta, prefecto emérito de la Congregación para la Educación Católica, que falleció el domingo a los 86 años, en un hospital de Roma.

El cardenal Laghi fue enviado de Juan Pablo II al presidente estadounidense George Bush para tratar de evitar la guerra en Irak, el 1 de marzo de 2003.

En su carrera al servicio de la Santa Sede fue el mediador papal que permitió la apertura de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, convirtiéndose en el primer nuncio apostólico en ese país.

Fue, además, nuncio apostólico en Argentina y delegado apostólico a Jerusalén y Palestina.

En su homilía, el Papa leyó unas frases del testamento espiritual, redactado el 14 de noviembre del año pasado, por el purpurado: «Ofrezco a Dios de nuevo mi vida por la Iglesia, por el Santo Padre y por la santificación de mis hermanos en el sacerdocio».

«Desde ahora acepto la muerte que la Divina Providencia me ha reservado: sólo le pido que los días de mi sufrimiento sean breves, si es posible, en parte para no ser de peso a quienes tuvieran que ayudarme», escribía el cardenal.

«Y el Señor –afirmó el Papa–, a cuyo servicio se dedicó totalmente, ahora le ha abierto sus brazos de Padre bueno y misericordioso».

El Papa recordó la misión que el cardenal cumplió en 2003 en la Casa Blanca, así como la que le llevó en mayo de 2001 a Tierra Santa, para entregar los representantes de Israel y la Autoridad Palestina un mensaje del Papa Karol Wojtyla en el que pedía el alto al fuego y reanudar el diálogo.

«Misiones delicadas que él trato de realizar, como siempre, con fiel entrega a Cristo y a su Iglesia», recordó el Santo Padre.

«He querido amar a Cristo –escribió en su testamento espiritual citado por el Papa– y servirle toda mi vida, a pesar de que con frecuencia mi fragilidad humana me ha impedido manifestarle de manera siempre identificante, como hubiera querido, mi amor, mi fidelidad y mi entrega total a su voluntad».

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ZENIT Staff

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